No sé si me explico

Marcelo Noboa Fiallo

Al terminar de leer una de las últimas columnas de Carlos Boyero en El País, Nadie se acostumbra a su eterno genocidio, uno entiende esa manera tan peculiar y única que este hombre tiene de abordar los problemas y, en especial, el cine. Terminas por entender (y darle la razón) porque el mismo no se considera un crítico de cine. Sabe mucho, muchísimo de cine porque es una de las piezas clave de su vida, “Puede que el cine haya sido, junto con mi madre, las mujeres, mis amigos y las sustancias problemáticas, lo que más ha marcado mi vida”. 

En la columna referida, pone toda su carga analítica para transmitirnos el horror y el espanto que subyace en toda experiencia de emigración. Enmudece, tras hacernos partícipes de la experiencia vivida por la inmigrante armenia que desde hace años pone en orden su casa. “Ante las noticias de la tv, requiero su atención y me contesta: 'son terribles, por supuesto, pero yo tengo memoria de ellas desde que nací, y mis padres, y mis abuelos y mis antepasados más remotos. En Armenia hemos padecido y padecemos eternos genocidios, también diáspora continua en nombre de la supervivencia. Y el mundo siempre ha mirado para otra parte, nos ha ignorado'”

Todo ese compendio de horrores para terminar quitándole la razón al personaje de la serie True Detective, quien señalará que “siempre se ha tratado del eterno combate entre la luz y la oscuridad, pero por ahora la luz está ganando”. No es cierto, terminará señalando Boyero, “la oscuridad casi siempre ha reinado. Y ahora vive una época de tenebroso esplendor”.

No sé si me explico es el libro que por fin convencieron al salmantino para que lo escribiera. En él se desnuda como lo hace al escribir sus “críticas” de cine y sus columnas periodísticas. Lo hace con el mismo lenguaje, irreverente, inconformista, ácido, pero honesto consigo mismo. Es un libro autobiográfico, pero ni su estilo ni las cosas que dice en el mismo se sujetan a las autobiografías al uso. Vuelve a ser Boyero. El Boyero al que muchos odian y otro tantos adoran. El Boyero que a nadie deja indiferente.

Boyero no deja nada en la órbita de lo “políticamente correcto” porque odia ese término y lo que ello conlleva

No deja nada en la órbita de lo “políticamente correcto” porque odia ese término y lo que ello conlleva. Y lo hace no como postureo sino porque no conoce otra manera de relacionarse con los que lo leemos y por coherencia consigo mismo. Se desnuda de todos los boyeros: “Boyero es infinidad de boyeros, pero sobre todo es uno: el vestigio. Resto arqueológico en vida de una era que ya se está yendo… Su forma de ver las cosas y a las personas es innegociable como los códigos que se impuso vete a saber cuándo, lo mismo con quince años una noche de borrachera en el Barrio Chino de Salamanca…” (Borja Hermoso). Ciudad que marcó su vida y a la que no quiere volver porque “es rancia y áspera”.

Su dependencia del alcohol, su drogodependencia, su incapacidad para dejar el tabaco, sus relaciones sexuales con putas, sus relaciones afectivas y amorosas que se quebraban una y otra vez (y lo dejaban hecho polvo) maridan bien con su amor por la gastronomía de primera y por el gusto a vestir de Armani. Un tipo que no ha votado nunca, que no sabe abrir un ordenador (y peor escribir), que sabe qué es Google, pero jamás lo ha utilizado, ni el whatsapp… ¡Ni siquiera una máquina de escribir!, “soy un yonky de la inutilidad”; pero es capaz de escribir columnas admirables y “críticas” de películas que son “mi opinión sobre las mismas”, “ Yo veo las películas y cuento y escribo de ellas lo que me parecen, con el YO por delante para que quede claro que se trata exclusivamente de MI opinión, y al que le gusta y se fía de mi gusto, pues cojonudo, y al que no, pues también cojonudo”. Ese es Boyero, escribiendo con un bolígrafo bic y con una letra que no la entiende ni él.

Desde hace años he cogido la costumbre de leer sus comentarios sobre determinada película antes de ir a verla. Coincido con él en un 85% pero discrepo en un 15 %. Una de ellas es la última película de Víctor Erice, Cerrar los ojos, a la que pone a parir; sin embargo, para mí, me cuesta descostarla de sus 3 obras maestras (El espíritu de la colmena, El Sur, El sol del membrillo) sin las cuales no tendría sentido “Cerrar los ojos”.

El apartamento (Billy Wilder), El padrino (F. Ford Coppola), El buscavidas (Robert Rossen) son sus películas preferidas. De la primera suele contar que la ha visto más de 200 veces y siempre “le atrapa” desde el minuto uno. Por mi parte, sería incapaz de señalar las tres primeras películas que sean mis favoritas.   

No es un anarquista convencido (porque Pierre-Joseph Proudhon lo aniquilaría). Ni siquiera se apunta a esta ideología, pero su actitud ante la vida y el desprecio que siente por quienes infieren dolor, abusan del poder, violan a menores y mujeres, viven del negocio de las guerras… es infinito… Pero también lo son las actitudes impresentables de futbolistas, aunque sean del equipo de sus amores (R. Madrid); no soporta a Vinicius, “es un futbolista brillante, pero no aguanto su careto, su sonrisita histérica… No soporto la forma en que utiliza el racismo para echar al público encima del contrario”… No sé si me explico.

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Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre.

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