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Apuntes de (re)campaña

Supongamos que acierta el CIS

No hay que fiarse del CIS. O sí. Depende. No tiene competidor posible en cuanto a número de entrevistas en las que basa sus diagnósticos: 17.488. Ningún instituto privado de opinión maneja esos recursos para el trabajo de campo ni para su análisis. Cierto. Pero también se sabe que el Centro de Investigaciones Sociológicas es mucho más lento a la hora de captar movimientos electorales. Volvió a comprobarse en las últimas elecciones generales de diciembre pasado. Clavó el resultado del PP, aproximó mucho el del PSOE y falló acerca de Podemos y Ciudadanos, tanto en porcentaje de voto como en escaños.

Arranca la campaña del 26-J bajo la sombra alargada del pronóstico del CIS conocido este mismo jueves: vaticina 'sorpasso' de Unidos Podemos, que adelantaría al PSOE colocándose como segunda fuerza por detrás de un PP que subiría un poquito en porcentaje de voto pero perdería escaños, lo mismo que le ocurriría a Ciudadanos.

En lo esencial, el dibujo del CIS se aproxima bastante esta vez al que ofrecen la mayoría de las encuestas conocidas, siempre con la reserva a la que obliga la posibilidad de que crezca la abstención (26,8% en diciembre) y sobre todo ese 32,4% de electores que se declaran indecisos.

¿Ha intentado el CIS en su estimación corregir los defectos anteriores respecto a los 'nuevos' partidos? ¿Está condicionado su trabajo de campo por haber coincidido con el anuncio del acuerdo entre Podemos e Izquierda Unida? En cualquier caso, si damos crédito al CIS y a la media de los sondeos, ¿qué puede ocurrir después del 26-J?

Una vez escuchados ciertos análisis internos de los cuatro grandes partidos, nos atrevemos a plantear unos primeros apuntes de (re)campaña:

    – El PP sigue ganando, a pesar de todos los procesos judiciales por corrupción. Su pasividad en los meses transcurridos desde el 20-D puede haberle servido para que un porcentaje del electorado vote teniendo más en mente las negociaciones fallidas para formar gobierno que los cuatro años de políticas de recortes que han empobrecido a millones de ciudadanos. Sin embargo, para mantenerse en el Gobierno no parece hasta el momento muy fructífera su estrategia de polarizar todo el debate político sobre el “extremismo bolivariano” de Podemos. Necesita algo más que una versión merengue de su himno y un proceso galopante de “humanización” televisiva de Rajoy para conservar el poder.

   – El PSOE está comprobando en cada encuesta el enorme error de haber solemnizado un pacto de gobierno con Ciudadanos sin tener posibilidad alguna de gobernar sin el permiso de Podemos. El escenario no puede ser más difícil para Pedro Sánchez. Haber ido de la mano de Rivera durante estos meses ha ubicado al PSOE más a la derecha de lo que ya le empujaba la aparición de Podemos. Cuesta entender que se sigan produciendo declaraciones de dirigentes socialistas que niegan cualquier posibilidad de pacto por la izquierda mientras el ya tradicional grupo de presión capitaneado por Felipe González y Juan Luis Cebrián (o viceversa) insiste en abrir el horizonte a acuerdos por la derecha. No hay sondeo mínimamente riguroso que no refleje una preferencia mayoritaria por un pacto de gobierno entre PSOE y Unidos Podemos. 

    – Podemos, que en anteriores barómetros del CIS iba sufriendo un desgaste en favor casi exclusivo de Izquierda Unida, no sólo ha conseguido taponar esa vía de escape sino que la coalición Unidos Podemos (UP) se ha convertido en la novedad principal (casi única) de las candidaturas de esta (re)campaña. La suma de UP y las confluencias les permite sortear las barreras de la ley electoral, de modo que el CIS calcula que ganarían escaños en casi el 30% de las circunscripciones, y podrían arrancar seis diputados al PSOE, cinco al PP y cuatro a Ciudadanos. Si en la estrategia de los de Iglesias ha sido prioritario buscar la llamada “hegemonía” de la izquierda con un 'sorpasso' al PSOE, por delante incluso del objetivo de sacar al PP de la Moncloa (como demostró al no permitir un gobierno PSOE-Ciudadanos), las encuestas van confirmando los resultados de esa táctica.

El juego y la posición

    – Ciudadanos arriesgaba menos que el PSOE con un acuerdo de gobierno que le permitía ejercer el papel de bisagra y desmentir la imagen de “marca blanca” del PP que tanto socialistas como Podemos le habían adjudicado en la campaña del 20-D. Según el CIS y otros sondeos, los de Albert Rivera se quedarían más o menos como estaban; han mantenido un protagonismo evidente durante estos meses que no se ha traducido en crecimiento electoral. Saben que su principal competidor sigue siendo el propio PP, lo cual explica también la dureza de su discurso contra Podemos en un intento de frenar cualquier fuga de votos en favor de Rajoy.

Con toda la prudencia que aconseja el citado porcentaje de indecisos y una recién estrenada (re)campaña que aún puede motivar o desmotivar a mucha gente, lo más significativo del sondeo del CIS es la lógica que asoma sobre los movimientos de fondo. Cuando se pregunta a los ciudadanos por su propia ubicación política, la suma de quienes se definen como progresistas, socialdemócratas, socialistas y comunistas alcanza un 34,9%, frente al 28,7% que engloba a conservadores, demócrata cristianos y liberales. Incluso si a estos últimos añadimos el 3,6% de quienes se autocalifican de “apolíticos” (mayormente votantes de derechas), en España se mantiene una mayoría sociológica que desde los inicios de la transición se ubica en el centro-izquierda. Lo que se asienta es el multipartidismo frente al bipartidismo, como quedó claro el 20-D, pero se mantienen dos bloques ideológicos bastante definidos (sin obviar por supuesto el peso de los nacionalistas y su capacidad de inclinar balanzas).

El CIS sitúa más cerca de la mayoría absoluta (176 escaños) el 26-J a la suma de Unidos Podemos y PSOE (hasta 171) que a la que lograrían PP y Ciudadanos (hasta 160). Debería ser relativamente sencillo formar gobierno. Pero vivimos una convulsión política que escapa a las sumas aritméticas por bloques ideológicos. Da la impresión de que la sociedad tiene mucho más asumido que la 'clase' política la estabilidad ideológica y a la vez ese cambio profundo (evidente en los datos que muestran aspectos como el generacional, la dualidad urbano-rural, las opciones políticas preferidas por niveles educativos, etcétera). Sin embargo, trasladar esas realidades sociológicas a acuerdos de gobierno no es tan simple. Todo queda distorsionado por las presiones de otros poderes (fundamentalmente económico-financieros y mediáticos), por las tácticas internas de los partidos y por la absoluta desconfianza generada entre hipotéticos socios “naturales”. ¿Con los resultados que prevé el CIS aceptaría el PSOE un gobierno presidido por Pablo Iglesias? ¿Con este escenario seguiría intentando Rajoy una gran coalición? Como apunta Ignacio Urquizu en su último ensayo, titulado La crisis de representación en España, los ciudadanos han exigido (al menos) desde el 15-M una mayor participación, y puede ocurrir que el multipartidismo genere una nueva frustración si los políticos manejan los resultados de las urnas dando la espalda o interpretando mal a los votantes. 

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