Cara al sol

Héctor Delgado Fernández

El pasado 20 de agosto, Serafín Castellano, secretario General del PP de la Comunitat Valenciana anunciaba que, desde su partido, reprueban “todas y cada una de las actitudes que no vayan en favor de la libertad, de las políticas de centro y de lo que es la democracia” para, de ese modo, tratar de zanjar el asunto relativo a las imágenes de algunos miembros de Nuevas Generaciones (NNGG) inmortalizados mientras adoptaban el saludo fascista o, como es el caso del secretario de Deportes del PP de Xátiva, posan junto a una bandera nazi.

En particular, Serafín Castellano, hizo hincapié en el hecho de que el PP es “un partido de centro” en donde prima la defensa de las libertades al tiempo que se penalizan cualesquiera actitudes contrarias a lo establecido en el marco legal de la Constitución. Con todo, aunque el PP haya, al fin, desaprobado las polémicas instantáneas, este tibio reproche no obsta para que la aparición de las mismas sea materia digna de más honda reflexión.

En principio, huelga recordar que la primera y más natural reacción de Alfonso Rus, presidente de la Diputación de Valencia, no fue sino la de calificar el asunto de una burda “chiquillada” mientras que el alcalde de Gandía, Arturo Torró, también del PP, justificaba el saludo fascista del secretario General de NNGG en Gandía durante su visita al mausoleo erigido en honor de las víctimas del bando franquista, aduciendo que “si el gesto se produce entre amigos y entres bromas todavía es, digamos, más tolerable”.

Entrambas declaraciones, sin embargo, no semejan acordar con la condena explícita que un partido, abogando por la defensa de la democracia, debería imponer sin ambages ni concesiones en cuanto se asiste a la proliferación de actitudes de tan palpable y peligroso calado fascista. ¿Actitudes tolerables?, ¿chiquilladas?

Atención: no vaya a ser que, como suscribe el proverbio, tanto niños como borrachos sean quienes nos participen la verdad. Y más aún cuando a este niño, con el sambenito adoctrinador de su militancia en esas organizaciones mostrencas y adocenadoras que representan las juventudes de cualquier partido, le da ahora por fotografiarse luciendo hechuras fascistas ante la carantoña de sus amigotes.

Si al tal niño le sobreviene el prurito exhibicionista de mostrarnos sus coqueteos o “chiquilladas” fascistas, ¿qué nos impide añadir un pliegue a la reflexión y cuestionarnos sobre el porqué de su militancia en NNGG? ¿Qué habrá, pues, actuado como acicate para que el tal niño decidiese un día enrolarse en NNGG? ¿No le habrá llegado por caso el tufillo de ciertos aires de familia en consonancia con sus preferencias o debilidades fascistas? Ya se sabe - y aquí echamos mano otra vez del proverbio- que el medio más eficaz para conocer a una persona consiste en saber con quién anda. ¡Bendita sea la enseñanza del refranero! Y es que, el tal niño, como fiel cachorro de NNGG, de seguro andará en compañía de otros “cachorritos” de la organización, conmilitones compartiendo una misma pasión política, unos mismos principios y tal vez hasta unos férreos lazos de parentela que los unen en una especie de carpetovetónica cofradía alabando, en alucinado regocijo, la figura de fenecidos dictadores.

Así, por más que el secretario general de la Comunitat Valenciana insista en que tales manifestaciones de fervor dictatorial, no se pueden extrapolar al grueso de los demás afiliados “de los casi 150.000 afiliados y los 7.000 que tiene Nuevas Generaciones”, forzoso es reconocer que, para mantener incólume semejante afirmación, cabría concluir que la aparición de las mentadas instantáneas constituye una mera casualidad, tal vez, el colmo de las casualidades o la madre de todas las casualidades. Mas no pongamos su palabra en entredicho. Sea o no sea el fruto de la casualidad – de la madre de todas las casualidades- es evidente, sino palmario, que, a diferencia de otras ocasiones, cuando acontecimientos de diversa índole – escraches, protestas ante el Parlamento…- han sido rápidamente condenados y hasta parangonados con prácticas nazistas, poniendo al mismo tiempo el grieto en el cielo de destacados dirigentes del PP, las imágenes de los cachorros de NNGG no suscitan la mismas reacciones.

Por paradójico que pueda resultar, es menester reconocer que las “pavadas o chiquilladas” de los miembros de NNGG no han provocado en ningún momento el inmediato y fulgurante anatema, similar al que, desde las filas del PP, se orquestó a raíz de la extendida práctica de los escraches o las concentraciones de protesta frente al Parlamento.

¿No será que entre los “cachorros” de NNGG y los dirigentes del PP aún perviven veladas añoranzas de un pasado no tan remoto? ¿Cómo sino explicar que la ostentación de la parafernalia gestual y simbólica, remitiendo a ese “pasado”, latente en algunos de los cachorros de NNGG, no haya sido condenada ab initio y de manera tajante?

Preguntas y preguntas que sólo acrecientan nuestra confusión y no desembocan en ninguna respuesta clara. Y ello, debido en gran parte a que, desde el PP, no se acomete la tarea de condenar expresamente tales actitudes y tan solo se obstinan en hacernos creer que, aunque algunos de sus cachorros profesen ese fervor por el pasado dictatorial, las imágenes distan sobremanera de la realidad de NNGG, la cual es monocromática y se reviste de un color: el color de la democracia, sin los tonos ni matices chabacanos de ideologías rayanas con el fascismo y el nazismo.

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