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Las cosas están donde quieren…

Iñaki Sebastián

Hace algo más de un año y medio, en febrero de 2012 y con motivo de la presentación de la reforma laboral, escribí un post con el mismo título, con el que empiezo hoy (sería la versión I, aunque en aquel momento no pensé que sería necesario actualizarlo con una versión II), pero es que, diversos artículos y opiniones que insisten e insisten en la incapacidad de este Gobierno me hacen ver que es necesaria una actualización, o más bien una insistencia actualizada en explicar que esa suficiencia manifiesta, esas sonrisas que nos ofrecen sin rubor, son consecuencia de la inmensa satisfacción de que las cosas están donde quieren, donde siempre pretendieron, donde con su descarnada estrategia planificada a conciencia siempre consideraron fundamental llegar.

Cabría decir que, con el añadido en esta ocasión de un año y medio más después de aquella reforma, con innumerables gestos y actitudes obscenas expresadas en este tiempo, con la realidad de una situación aún más complicada y perversa y con la actitud encogida de una ciudadanía aún más perpleja y definitivamente nula en su capacidad de reacción …, les daría sin lugar a duda serios motivos incluso para la carcajada.


De momento, aún no son capaces de expresar esa carcajada en público, aunque las sonrisas y el optimismo expresado por momentos en las comparecencias de los Consejos de Ministros, da que pensar que en privado, las reuniones de esta gente deben de ser una auténtica fiesta rebosante de confeti.

Un año y medio largo después de aquella singular comparecencia de Bañez y Santamaría llena, plagada de sonrisas y de autocomplacencia y en la que presentaron una reforma laboral que nos ofrece los resultados que tenemos casi 20 meses después (6.000.000 parados), la actitud que podemos ver en las optimistas comparecencias de Santamaría, De Guindos y Montoro insiste en mostrarnos de nuevo esa inmensa capacidad de expresar una incontenible satisfacción con motivo de unos resultados y unos datos, que, viendo la disparatada credibilidad que se han venido ganando sus señorías, y recordando el rigor de sus previsiones y declaraciones, más bien deberían haber provocado una carcajada generalizada, de no ser porque la situación no debería animar a frivolizar con este tipo de realidades.

Pero ellos exhiben risas, risas más o menos contenidas, incluso relajadas, porque el periodismo presente en las comparecencias no tiene la más mínima capacidad (en muchos, demasiados casos la intención) de comprometer esa autocomplacencia mostrada por los ministros, incluso con algunos datos que ellos mismos manejan y que evidencian una perversión manifiesta.

El dato del paro previsto asumido para 2014 y 2015 es de un ±25%, apenas unas décimas menos del dato actual, lo que provoca esta realidad es resignación, a trabajar en negro o en precario si es que puedes y el miedo a lo que pueda pasar por parte de los que aún trabajan. Es la receta perfecta, para qué cambiarla. La asumen sin pudor, lo hacen público y sonríen. Es tal la cantidad de fango que rodea a esta gente que nos gobierna, es tal la cochambre que nos ofrece, que ríen, ríen sin pudor alguno, y seguirán riendo, conscientes de que tal actitud y semejante suficiencia política, no provocará reacción alguna, la sociedad está demasiado asustada (y aún en alto porcentaje mantiene ciertas prebendas que acentúa el miedo a perderlas) como para plantearse algo serio.

El dato del paro que asumen se mantendrá durante toda la legislatura es herramienta perfecta para que el miedo siga inmovilizando conciencias. No hay respuesta aparente social a una estrategia de constante manipulación, de oscurantismo y de tergiversación de los datos, de sus reales intenciones ocultas en manidas y populistas declaraciones, de las noticias y las realidades manoseadas que muestran los medios de información públicos. No hay respuesta a una provocación calculada, hiriente y continuada, con calumnias gratuitas y con propuestas y actitudes políticas que traspasan sin pudor las líneas de la ética más básica y elemental. Seguirán riendo porque su moral no les impide seguir con sus cargos y sus supuestas responsabilidades (para con quien ellos asumen con oportuno servilismo), a pesar de que las hemerotecas y los vídeos de sus intervenciones en Internet les deje en un ridículo tan inmenso y evidente, que la suficiente constancia que queda de que la vergüenza se ha convertido en pura insolencia y desfachatez, no es motivo de preocupación en absoluto.

Probablemente, eso incluso les haga reír más. Rieron, y ríen a placer, excepto cuando unos parados organizados irrumpieron en unos supermercados para abastecerse de comida básica. Sí, no ignoro y no se me olvida, que varios ministros salieron inmediatamente en todos los medios a censurar de forma vehemente el hecho. Entonces no reían, entonces su rictus era otro bien diferente. Y es que por lo que se ve, son también bastante conscientes de lo fácil que sería que su castillo de naipes cayese con un leve soplido. La pena es que la ciudadanía no sea tan consciente también de esa debilidad y solamente se organice en cierta forma y con la continuidad necesaria únicamente por cuestiones de absoluta desesperación como son los desahucios o por cuestiones de puro y simple dinero, como son las preferentes. La sanidad y la educación, la dependencia (la gran ignorada, la gran olvidada), el sistema de pensiones, el acceso a una justicia para ricos inaccesible para pobres, la criminalización de los que se movilizan, de los que pretenden informar… merecerían también la atención y la implicación ciudadana con la continuidad y la presencia necesaria, algo que no sería otra cosa que apelar a la responsabilidad que como ciudadanos todos deberíamos asumir como parte fundamental de ese estado del bienestar que se fue construyendo en tantas décadas de sacrificios y de lucha social. Seguimos alejados de esa conciencia social. Por eso ríen, porque saben que el miedo que siembran atenaza las respuestas.

La realidad actual es el perfecto caldo de cultivo para alcanzar sus pretensiones y aplicar sus políticas. El futuro que proponen, sin duda, también. Su satisfacción debería entenderse como lógica, no son estúpidos incompetentes, son francamente perversos, acólitos sumisos, eficientes y fieles servidores de intereses que incluso a ellos mismos superan de forma inmensa. O sea, en realidad, unos simples secuaces francamente eficaces, con el grado suficiente de servilismo que les hace ser extraordinariamente aplicados y conscientes de su cometido. No nos equivoquemos.

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