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Una Transición hacia ninguna parte

A. Calvo

En estos días asistimos a un despliegue de símbolos y actitudes fascistas, amparados y cobijados por un Gobierno que se siente orgulloso cuanto menos de las personas que los enarbolan así como de los mismos. Pero la realidad es más triste si cabe porque todos estos símbolos franquistas de hecho nunca han desaparecido, han pervivido y lo han hecho también bajo el auspicio de gobiernos socialistas, solapados bajo la Constitución que declara en su Título Prelimar que España es un Estado social y democrático de Derecho.

El problema estriba en esa pseudo ruptura que aquellos famosos padres de la Constitución vendieron a un pueblo sediento de libertad y derechos sociales, bajo el disfraz engañoso de Transición. Una Transición que obnubiló de manera premeditada a miles de españoles que creyeron ver en ella un salvoconducto hacía una nueva España, similar a los países de su entorno, hecho que dista mucho de la verdad. Una verdad que poco a poco y no sin trabajo va viendo la luz día a día.

Todo comenzó con la aprobación vía referéndum de la famosa Ley para la reforma política, donde un Adolfo Suárez salido de esas bien conocidas filas reformistas que no dejaban de ser sino franquistas, aunque de la noche a la mañana se arroparan el traje de demócratas de pro, se aseguró en la misma, una clara victoria y lo hizo en base a dos hechos de gran calado; por un lado, un apunte de gran relevancia como fue que el Sistema proporcional corregido impusiera unos mínimos de representación por provincia, independientemente de su población, que permitieron funcionar al sistema en la practica, como un sistema mayoritario en las zonas más conservadoras y, por el contrario, proporcional en los graneros populosos de la izquierda, lo que permitió a Suárez vencer en la mayoría de las provincias sin problemas. Y, de otro lado, ese voto deferente dada la falta de libertades existente así como la clara ausencia de información al respecto, lo que sumado a los deseos de aperturismo democrático fue … blanco y en botella…

De esta forma se maquilló y estructuró un régimen de Monarquía Parlamentaria amparado en una Constitución, que si bien es cierto fue aprobado por la mayoría de la ciudadanía, también es cierto que tampoco se le facilitó ninguna otra opción como debería haber sido, puesto que con anterioridad al golpe de 1936 España de definía como República. Pero este dato tampoco se tuvo en cuenta. Y de esta guisa España volvió a la monarquía por obra y gracia de sus señorías “reformistas” y destacados dirigentes de la “izquierda” que se sumaron a esta falacia nacional.

Es así como el franquismo sigue perpetuándose, pero ahora lo hace enmascarado en una democracia. Una democracia que es la única en el mundo occidental que no ha realizado ningún tipo de reparación de daños hacía las victimas del terrorismo franquista, ni enjuiciado ni condenado a los culpables. Es más lo ha relegado, escondido y hasta censurado, para ello se promulgó la famosa e ignominiosa Ley de punto final, aduciendo que con la Transición no solo se empezaba de cero sino que se cerraban todas las heridas que pudieran quedar. Otra mentira más al saco. Ni se empezó de cero ni se ha cerrado nada, porque nada se puede cerrar cuando esto se hace por la fuerza y doblegando siempre a la misma parte.

Así comienza esta opereta travestida e inducida por la vieja guardia del antiguo régimen a la que se le suman los acólitos agradecidos de la izquierda. Enfundados en vistosos y coloridos trajes donde el rojo quiere despuntar de manera pertinaz, pero relegando a un segundo plano esa reparación moral y física a todas y cada una de las victimas franquistas. No será hasta la legislatura de Zapatero en 2004 cuando se atisbe una pequeña Ley de Memoria Histórica, que es más una exposición que un hecho en sí, puesto que dicha ley no deja de sufrir interferencias, agravios y ahora como no, recortes. Es decir esos miles de ciudadanos que si fueron auténticos demócratas deben no solo seguir en el olvido nacional que no en el familiar, sino continuar esparcidos por todas y cada una de las cunetas que circundan esta piel de toro ensangrentada.

Mientras esa misma piel de toro sigue revistiéndose de ese pasado para muchos “glorioso”, ensalzando no sólo el nombre de auténticos fascistas y asesinos sino “ennobleciendo” calles, plazas y pueblos con los mismos. Calles y plazas por donde los niños del siglo XXI corretean y juegan ajenos a la verdad de los hechos, porque hasta eso se ha negado de manera torticera, por parte de las autoridades educativas en todas y cada una de las legislaturas desde 1978, negando y revistiendo los mismos a base de mentiras y medias verdades, que a la postre no dejan de ser sino eso, mentiras. Que esta España no difiere mucho de la del 39 en cuanto a sus estructuras políticas así como a muchos de los cargos que las ocupan, a pesar de que exista una Constitución que simule lo contrario. Solo tenemos que echar mano de la Wikipedia en el peor de los casos, para ver los historiales de renombrados cargos electos, jueces, decanos, empresarios, militares, periodistas o tertulianos, tan de moda hoy en día, convertidos en gurús de falacias y salvadores de patrias, aunque nadie les pida serlo.

Los ciudadanos de pro, verdaderos demócratas y herederos de los miles y miles de asesinados y represaliados, no podemos por menos que lanzar al aire nuestra protesta en la espera de que algún día con la lucha de todos una verdadera democracia llegue a este disfrazado país. Que la mal llamada Transición de paso a una democracia. Con mayúsculas.

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