El perdón de los verdugos

Carlos Miguélez Monroy

La silla eléctrica habría matado a Paula Cooper si no hubiera intervenido Bill Pelke. Tenía 15 años en 1985, cuando asestó 33 puñaladas a la abuela de Bill, una maestra que enseñaba la biblia a niños en Gary, Indiana, “capital del asesinato” en Estados Unidos. Ella y otras tres menores, negras como ella, engañaron a Ruth Pelke para que las dejara entrar.

El alcohol y la marihuana pudieron influir en la brutalidad del asesinato de la señora de 78 años para robarle 10 dólares y su coche. Llegaron hasta el vecino estado de Illinois, donde fueron detenidas. La familia de la asesinada, como gran parte de la sociedad de Gary, atizada por el sensacionalismo de algunos medios de comunicación, exigía la pena de muerte para Cooper, la última de las cuatro niñas en pasar por el banquillo. Las otras tres se habían salvado de la silla al considerar el juez que habían actuado bajo su influencia. Para evitar la silla eléctrica, la defensa de la menor intentó explicar la conducta de Paula Cooper con los años de abusos físicos y psicológicos que le infligía su padre. Pero la sociedad ya la había condenado. El juez James Kimbrough, que se declaraba contrario a la pena de muerte hasta el caso Cooper, murió dos años después en un accidente de tráfico bajo la influencia del alcohol. Gente de su entorno insinuó que bebía más por las secuelas emocionales del caso. No pudo ver los frutos de la lucha que encabezó Pelke, el nieto de la asesinada. Esa lucha comenzó con una crisis personal y sentimental.

Un día, Pelke sintió la necesidad de perdonar a la asesina de su abuela. Mandar a alguien a la silla eléctrica iba en contra de las enseñanzas de la Biblia que su abuela había compartido durante años con su comunidad. Se puso en contacto con los abogados de Paula Cooper para que le indicaran cómo dirigirse a ella por carta. El intercambio de correspondencia entre los dos se volvió cada vez más frecuente. Para entonces, la prensa internacional comenzaba a interesarse por el caso. Para los europeos resultaba inconcebible que un estado asesinara a una menor. La periodista Anna Guaita, de Il Messagero en Italia, anunció a Pelke su visita a Indiana para cubrir el caso. El creciente interés de los medios italianos desembocaría en el viaje de Pelke a Italia donde, además de ser agasajado, se reunió con importantes personalidades y profesionales de los medios.

La cantante Raffaella Carrá presentó la primera entrevista que tuvo en una televisión. Durante esos días atendió a varios medios y se reunió con gente cercana al entorno de Juan Pablo II, que más tarde pediría a Ronald Reagan en persona clemencia para Paula Cooper. El caso tuvo repercusión mediática más allá de Gary y de Indiana, uno de los 32 estados que mantienen la pena de muerte a día de hoy; 18 la han abolido.

El activismo de Pelke generó en su familia la discordia social que genera el debate sobre la pena de muerte en Estados Unidos y en otros donde algunos medios piden endurecer las penas por crímenes violentos. ¿Quería realmente a su abuela si se ponía del lado de la asesina, si impedía un castigo proporcional al crimen, si intercambiaba cartas con ella?

Además reforzaba en el extranjero la imagen que muchas veces se tiene de Estados Unidos: un país que justifica una política exterior intervencionista con la libertad y los derechos humanos pero que atropella el más fundamental de todos. Desde Journey of Hope… from violence to healing, el movimiento que creó con otras víctimas de crímenes violentos, Pelke recorre distintos estados de su país para extender el mensaje en colegios, iglesias y organizaciones de la comunidad de que la venganza nunca devuelve ninguna vida ni trae la paz para las familias de las víctimas, ni se puede interpretar como muestra de amor al ser querido cuya vida se ha cercenado.

Del 5 al 10 de octubre se celebró la más reciente gira en Indiana, donde todo comenzó. El mensaje para él nunca cambia: “la venganza no es la respuesta. La respuesta es siempre el amor y la compasión”. La serenidad de su voz y de su mirada refuerza de algún modo la convicción por la que lucha desde hace más de veinte años: Ruth Pelke habría hecho lo mismo.

Carlos Miguélez Monroy (@cmiguelez) es periodista y socio de infoLibre.

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