La gran oportunidad

Fernando Pérez Martínez

El modelo político de alternancia de partidos parece haber agotado la paciencia de los españoles. Desde los tiempos no tan lejanos de los Cánovas y Sagasta, con todas las salvedades de rigor, los españoles se han mantenido bajo la tutela de la casta política, los antiguos caciquismos locales o, suavizadas las aristas, los hoy barones o baronesas autonómicos; permitiendo que la aristocracia de nuevo cuño decida la línea política para el país. Eso sí, siempre cumpliendo la condición ineludible de estar bendecida por el poder financiero.

Los chirridos y estridencias de la pugna política, irracional, por las leyes que afectan a las libertades personales, divorcio, aborto, privilegios confesionales, matrimonio homosexual, educación pública… desaparecen, se diluyen, son sólo ruido. Un permanente ir y venir, pasito para adelante y pasito para atrás. Una grimosa banda sonora que ha servido para dar tema en el que desfogarse al “populacho inculto” durante treinta años.

En cuanto a la relación del estado democrático con el poder financiero, ahí sí que hay acuerdo permanente, la acción de gobierno es prácticamente indiscernible gobierne la derecha o la izquierda.

Algo similar sucede con sus correspondientes matices en los demás estados democráticos de la Unión Europea, hipotecados en manos del poder bancario internacional en cuanto afecta a deuda pública (que sirve para pagar el mantenimiento de los servicios y personal de los correspondientes administraciones del estado), lo que podríamos llamar capacidad para la financiación general del estado, que está en manos de “los mercados” que a veces se encarnan en otros estados, por ejemplo China, exigiendo contrapartidas a la compra de la deuda pública española subastada en los mercados internacionales; o a veces personificada en corporaciones o fondos de inversiones que opacan la propiedad de los compradores de los títulos y valores de la deuda pública nacional, en un juego subterráneo que orienta determinadas decisiones legislativas atendiendo los intereses de la contraparte que la adquiere, permitiendo así cerrar los presupuestos económicos del gobierno de turno y posibilitando la estabilidad del ejecutivo durante el año.

Los partidos políticos clásicos españoles no están exentos de esta férrea argolla financiera que los hace dependientes del poder del capital, bancos nacionales, del que son deudores bien porque cubren los gastos de sus costosísimas e innecesarias campañas electorales municipales, autonómicas, generales, europeas, o por participar de los gastos que la acción política compromete en otras actividades y planes.

Los partidos políticos del resto de la Unión Europea parece que también se mueven en este sentido transitando los mismos senderos de endeudamiento. Deudas que se saldan a menudo mediante decisiones que nada tienen de ejemplares y se someten con toda la discreción a que haya lugar al dictado de sus “bienhechores” mediante indultos, concesiones de obra pública, acciones diplomáticas, garantías sobre operaciones comerciales de viabilidad comprometida, iniciativas legislativas…cuando alcanzan el respaldo de las urnas. Y parió la abuela… para colmo, en las últimas elecciones a la euro cámara surge con fuerza insospechada la indignación tan comentada desde el 15 de mayo, organizada en una candidatura, montada en un periquete de cuatro meses, independiente y , muy importante, “autofinanciada”.

Quiero resaltar este hecho distintivo: “independiente de poder financiero alguno”, libre de hipotecas y por tanto de presiones o favores a los que atender necesariamente. Proclamando a los cuatro vientos, entre otros mensajes, lo ilegítimo, injusto y odioso de la deuda que los gobiernos de los partidos tradicionales “asumieron en nombre del pueblo español” y que significó el pleno control del estado democrático por parte de los fondos de inversión, y otros consorcios financieros y estatales extranjeros.

La máquina que domina los resortes de gobierno del sistema bipartidista en España está montada, den mayoría las urnas a rosas o a gaviotas. Al asumir las deudas de entidades privadas mal o/y maliciosamente gestionadas la independencia del estado construido por el pueblo español se esfuma y la soberanía del pueblo se convierte en papel mojado. El pueblo paga esa deuda ilegítima, odiosa cediendo por nada el capital acumulado en sus instituciones educativas, sanitarias, servicios sociales, salarios de funcionarios, protección de los trabajadores… hipotecando bonitamente el estado de bienestar para las próximas décadas.

El batacazo de los dos engranajes del bipartidismo significa que si no media potente reacción del partido que abanderó la reforma democrática de la izquierda española desde la dictadura hasta hoy desaparecerá, quedando su cadáver político en un escalón de la historia en el ascenso y consolidación del socialismo democrático en España.

Se agradecerán los servicios prestados, se perdonarán los errores y debilidades y quedará sepultado, aplastado por las deudas contraídas con el capital por sus gestores. El protopartido de la derecha sobrevivirá como relaciones públicas del poder financiero, más o menos como en la actualidad. Pero si la chispa de aire fresco surgido de las elecciones europeas en nuestro país se consolida como alternativa de gobierno independiente del poder financiero podrá libremente denunciar la deuda odiosa e injusta ante los tribunales y rechazarla en nombre del pueblo español, liberando a éste de asumir el pago de decenas de miles de millones de euros que corresponde sufragar a quienes los dilapidaron desde sus ámbitos privados y que volverán al servicio al que la ciudadanía juiciosamente los había destinado: sanidad, educación, ayuda a la dependencia, salarios…, es decir fortalecer y ensanchar el estado del bienestar. Qué gran oportunidad.

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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