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Desnutrición, malnutrición según Nacho, el del ático.

Fernando Pérez Martínez

Veo desde mi ventana que por fin el cerro más oriental de Gredos va dulcificando el ceño. Los últimos días sombrío y enmarcado por tenebrosas masas de nubes que lo oscurecían bajo el entrecejo fruncido de un cielo primaveral insatisfecho. El color azul luminoso cercado por nimbos de algodón presagia que el invierno afloja el zarandeo con que nos agarra por la pechera para someternos al capricho casi imposible de un enero que se niega a ceder campo. Igual que la hoja del diario se empecina en que las elecciones están perdidas o que el pez grande siempre se comerá al chico.

Vivir bajo esta dura reiteración hace mella por momentos en el ánimo de los ciudadanos que a ratos parecen deprimirse y buscar la toalla para arrojarla lo más lejos posible en un afán no tanto de claudicación como de hartazgo. Sí, volverá a llover. Sí, quizá la nieve torne las cumbres de Navacerrada neveros perennes. Sí, pero sea en mayo o en junio las laderas se cubrirán otra vez de brezos rosados y de amarillos piornos; matorrales de oro y de hirvientes torrenteras de intensos aromas que se difuminan en la distancia.

El mundo, aunque no lo parezca sigue su paso ajeno a nuestros calendarios y deseos, imperturbable en su devenir mineral y gaseoso. A la cadencia premiosa e inalterable de una carreta de bueyes. La verdad inexorable se abre camino con su propia velocidad, al ritmo particular de los procesos naturales, inexorablemente.

Si, como denuncian instituciones y organizaciones que carecen de motivos para maquillar la realidad, la desnutrición avanza entre las familias más desasistidas de esta sociedad madrileña cebándose en los sectores infantiles de manera más notable, de nada sirve que Nacho, el del ático, el presidente de la Comunidad de Madrid por real voluntad de la “cazatalentos” Aguirre, deforme el concepto derivando desnutrición a malnutrición de la infancia madrileña.

Pretendiendo que un estado de falta de nutrientes equivalga a una alimentación desequilibrada debido a la negligencia de las familias sin recursos que proporcionan caprichosamente a sus vástagos dietas inadecuadas.

Pretende Nacho, el del ático, que donde se denuncia carencia, falta de nutrición lo que hay es exceso de elementos nutritivos, desequilibrio de nutrientes causados por la indolencia de las familias a la hora de velar por el correcto aporte de materias alimenticias en la dieta de sus hijos. “Menos palmeras de chocolate y más frutas y verduras”, “menos hidratos de carbono y grasas poli insaturadas y más proteínas, minerales y vitaminas”, parece sugerir Nacho, el del ático.

A la denuncia de un estado de necesidad, debido a factores político sociales (paro, salario insuficiente), que amenaza extenderse como una epidemia entre la población víctima de las reformas laborales y recortes de ayudas sociales, se responde con un consejo sobre alimentación equilibrada. Recuerdo la respuesta de la ministra de sanidad de entonces a la inquietud ciudadana durante la crisis de las vacas locas, proponiendo como solución adecuar la receta del cocido usando huesos de cerdo, "que también está muy rico”.

Desplaza Nacho, el del ático, la responsabilidad del Gobierno y sus medidas de recortes salariales y de derechos en el ámbito social y laboral, a las familias, que se empeñan en mal nutrir a sus hijos. Tardará, como la primavera en imponerse al invierno, lo que corresponda. Pero no cabe duda que del mismo modo, a su tiempo, Nacho, el del ático, habrá de responder de sus maliciosas palabras y de su torpe intención. Al tiempo.

Pasará el verano con los comedores escolares cerrados a cal y canto para no “marcar traumáticamente a los niños que se beneficiarían” según la descerebrada ocurrencia de algunos barones de comunidad autónoma. Según estos “lumbreras sensibleros” es preferible la huella del hambre en silencio, la ocultación del puchero en la lumbre con agua sola, marcando a una generación que la “mala imagen” que daríamos remediándola.

Vendrá el invierno, otra vez, a cargar sobre esta población ya suficientemente debilitada ahora cercándola con el frío. ¿Qué dirá Nacho, el del ático?, que los padres de estos niños deberían gastar en combustible los salarios que no llegan, en lugar de en el abono del palco del Bernabéu, o que lo gastado en la Play Station y en las entradas para el concierto de la artista antes conocida como Hannah Montana haría mejor servicio pagando el recibo de la luz o el gas.

Tú, poderoso Nacho desde tu ático de máster del universo, decides decretar el hambre y la precariedad de estas familias, de estos niños madrileños, impidiéndoles paliar su necesidad, consecuencia de medidas gubernamentales, cerrando los comedores escolares de la Comunidad de Madrid; porque puedes, porque sin necesidad de los votos de los madrileños estás ahí para dictar pena de leche aguada y bocadillo de pan y aire contra esta población a la que no quieres, a la que desprecias. Todo legal, no justo, pero legal.

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Lo que la legalidad no ampara es la burla innecesaria, gratuita. Pasó otro invierno que parecía no quererse ir nunca. Dejó su reguero de víctimas, ramas quebradas, arbolillos que no crecerán lo que debían, otros no soportaron el rigor decretado por ese enero interminable… pero pasó y los supervivientes, raquíticos, enclenques, marcados por el cierzo despiadado, con las cicatrices del hielo burlón que se empeñó en desfigurar sus cuerpecillos aún sin desarrollar sobrevivieron y serán más fuertes y guardan memoria.

Y se alzarán enhiestos y orgullosos cuando el tiempo humille la frente de los vanidosos impunes que creyeron ser dueños, en vez de honestos servidores de la administración pública, de cuanto les rodeaba al contemplar el mundo desde su atalaya inaccesible, quizá desde un soberbio ático, Nacho.

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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