¡A por ellos!

Fernando Pérez Martínez

Qué se puede opinar de un sistema legal tan negligente que admite que quien roba pueda quedarse en propiedad lo que la rapiña dejó entre sus garras. Qué decir de los incontables ejemplos en los que los delincuentes acceden a sumas tan importantes que hacen que les compense la pena de banquillo y prisión sumadas. Qué pensar del país cuyo marco legal garantiza que el delito sea rentable. Pero ese país se llama España y es el nuestro.

A los jueces burócratas, acomodados a la molicie de la administración de las leyes, les diré: No queremos ley, necesitamos justicia. No queremos la vergüenza y el arrepentimiento de los criminales convictos que con la boca pequeña y paladeando su botín se expresan cínicos e hipócritas ante la perspectiva halagüeña de leves condenas atenuadas por el colchón que sus crímenes les deparan. Antes y además del castigo queremos la devolución de lo robado. El poder legislativo, ése que sentamos en el Congreso de los Diputados cada cuatro años con nuestros votos, permite, consiente, los agujeros por los que escapan a la justicia los depredadores de los bienes públicos, hasta hundir al pueblo en la indigencia en menos de una década.

No han reaccionado, nuestros diputados indolentes y sospechosamente unánimes en este particular, no van a reaccionar a estas alturas del drama

. Los delincuentes se sitúan en puestos de responsabilidad desde los que administrar el patrimonio público y hacen y deshacen al antojo de los intereses del mejor postor. Da igual unas siglas que otras siempre que se alcance el resorte municipal, autonómico o nacional que les permita vender, regalar, otorgar el patrimonio público a cambio de satisfacer sus mezquinos y a menudo sangrientos intereses. No son niños que han roto la vajilla de la abuela y piden perdón por enredar con la pelota en la salita del aparador. Son criminales de la peor especie que han dictado pena de muerte, sin remorder su conciencia, contra los enfermos de hepatitis que no reciben el tratamiento farmacológico que existe y no se dispensa porque se han metido en el bolsillo la partida destinada a ese fin, por ejemplo.

Sumados los actos de latrocinio, para sí o para su banda, son sesenta mil millones de euros. Es el montante de los desahucios, el déficit de la sanidad, de la educación, de las becas, la dependencia, la emigración… y por fuerza deben restituir el fruto de su pillaje, devolverlo a los ciudadanos. Hay que expugnar la cueva de Alí Babá. No basta con que pidan perdón cuando trincamos a los criminales responsables de tanta muerte y tanto sufrimiento. No podemos cubrir tanto daño, tanta hambre, tanta indigencia a la que se arroja al pueblo español con un “lo siento”.

Es obligación de los responsables políticos “reparar”, más vale tarde que nunca, aun cuando ya sea imposible la total reparación.

Sí, el daño está hecho, las víctimas enterradas, las familias deshechas… No es posible la total reparación, el resultado de las fechorías de estos criminales que actuaron amparados en la impune dignidad de cargos de representación popular, institucional o en su inmenso poder, sólo se puede atenuar. No es la anécdota de los trajes o las mansiones o el lujo y los banquetes pagados con el dinero público al conceder la millonaria contrata de la obra pública inútil e inviable con respaldo financiero del estado como garantía ante el previsible fiasco económico, la concesión de permisos de construir contra el interés colectivo… Es la sangre y la desesperación mortal a la que han llevado al pueblo español, los que exigen reparación ante nosotros, que seremos cómplices con nuestro silencio y comprensión. ¡A por ellos!

Me abochorna la actitud complaciente, de complicidad, que manifiesta con desahogo el secretario general de la UGT, Sr. Méndez al referirse a la dimisión vergonzante del responsable del sindicato en Madrid, pillado in fraganti en el uso de una tarjeta negra, como “gesto de gran dignidad”. Un tipo que aparentemente acepta en negro la libre disposición de hasta cincuenta mil euros de dinero de los madrileños por su silencio. Ignorando la lección que aprendió Lázaro de Tormes del ciego astuto. Si a ti, indigno sindicalista, te consienten tus amos quedarte con cincuenta mil euros por la cara bonita, qué no se estarán llevando ellos. Se repartieron tarjetas con límite de veinticinco mil, cincuenta mil, cien mil, doscientos, trescientos y hasta quinientos mil euros. Tu omisión, tu alegre triscar en el comedero que dispusieron para ti, por cierto en la fila de los “baratos”, ha permitido que tus compañeros de barra libre se repartan quince millones de euros, braseando las tarjetas engrasadas con los ahorros de los madrileños.

Y Cándido dice que es un gesto de gran dignidad. Se cumplen ahora diez meses de la misiva que recibió el propio Cándido, en la que un militante de la UGT, expresaba su preocupación por la deriva sindical, puesta en evidencia en Andalucía, y le instaba a tomar una postura inequívoca respecto a quienes ajenos al interés de los trabajadores , han medrado en el sindicato para explotar su particular y sucio negocio de corruptelas, ocultando sus taimadas maniobras tras la honradez sin tacha de generaciones, de abnegadas generaciones, de luchadores por la democracia, la justicia social y los derechos civiles. No mereció respuesta del Secretario General de la UGT.

La contestación llega ahora, por la vía de los hechos, mediante la infame consideración de “digna” dimisión, la de Martínez, al ser pillado mascando en el pesebre de más bajo rango, de los asalariados en negro al servicio de quienes, como Blesa, desvalijaron impunemente a los madrileños acabando con una institución popular de cientos de años al servicio de la comunidad.

La responsabilidad política exige la salida fulminante de la cúpula de la UGT, que ha propiciado este abochornante episodio que amenaza con empañar y destruir la obra de generaciones de trabajadores ejemplares e intachables, al permitir que el sindicato se convierta en una sucursal de la cueva de Alí-Babá. Jueces españoles, congresistas, sindicalistas, ciudadanos: ¡Despertad!, ¡Son ellos o nosotros!, ¡Se están llevando nuestro futuro, nuestra dignidad, el patrimonio de nuestros hijos!

En nuestras manos está la decisión de respaldar a los criminales que dilapidan el pan de nuestras familias o sacarlos definitivamente. ¡Ni un voto a los corruptos, a los criminales! Hacer justicia está en nuestras manos. ¡A por ellos!

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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