Correos cruzados

María Malva-Roja

Os voy a copiar aquí, quitando lo que nos identifica a ambos, dos correos cruzados entre un amigo mío y yo. De las cosas buenas que tiene la era de internet una es ésta: alguien de nosotros lee en medios libres como infolibre (que a su vez son viables económicamente porque son digitales) análisis sobre lo que supone, por ejemplo, el TTIP –inciso: otra cosa buena de esta era, encadenada a las anteriores, es que sabemos que ahora mismo habrá alguien preguntándose qué es eso del TTIP y proponiéndose buscarlo a continuación en esta misma pantalla; y sabemos que tardará apenas unos minutos en averiguarlo y en asustarte tanto o más que mi amigo y yo–. Uno de nosotros lee sobre ese Tratado, decía, y le espanta tanto lo que se pretende con él, y entiende tan bien lo necesario que es, por tanto, el secreto con el que se llevan las conversaciones, y se indigna tanto, que inmediatamente hace eso tan magnífico que es copiar y pegar enlaces para mandarlos a su libreta de direcciones: un vídeo de una chica catalana, un artículo de “Guayomin”.... Es así como empezó este cruce de correos entre mi amigo y yo y es así como empiezan tantas cadenas de mensajes que son las que verifican a la postre, en la práctica y anónimamente, que el verdadero objetivo final del trabajo de los buenos periodistas se cumple: ya somos muchísimos los que sabemos eso que unos pocos no quieren que se sepa.

Aquí está el mensaje de mi amigo, que es abogado y escribe seco y con mala puntuación (se la he afinado un poco). Y debajo veréis mi respuesta, que esta vez fue más larga y más sesuda porque me pilló con ánimo pedagógico. Los dos pasamos de los 50 (él se pasa mucho más que yo, que conste), pero nos conocemos desde hace casi 30 años y por eso, aunque vosotros no lo sepáis, muchas de las pullas que le tiro en mi respuesta al hacer memoria van directamente dirigidas a su condición de exvotante del PSOE (él dice que yo nunca se lo he perdonado del todo), así que probablemente son también en venganza por nuestras viejas discusiones sobre la desaparición, que él negaba, de la izquierda real durante los años 80.

Su correo:

Mira, P., el TTIP es sólo un ejemplo más de la pérdida de soberanía nacional. Ya en su momento se aceptó (aceptamos, excepto Noruega e Inglaterra) esa pérdida de soberanía firmando el Tratado de la Unión Europea, en virtud del cual delegábamos y cedíamos nuestra soberanía parlamentaria en las instituciones europeas. Desde hace muchos años, casi el 80% de todas las leyes importantes que se aprueban en España son la ratificación y desarrollo de leyes aprobadas en la UE (allí se llaman directivas). El no acatar, aceptar y desarrollar esas leyes supone castigos y penitencias grandiosas e insoportables. Sólo te recuerdo la adhesión a la OTAN que tuvimos que admitir. Que sí, que “en principio NO” , que “de entrada, NO”, pero luego bien que fue el mismo Felipe González el que nos la metió hasta el garganchón [o “garguero”, parte superior de la tráquea, según la RAE; también tuve que parar de leer para buscar la palabra]. Y sí, fue por referéndum, pero gracias al voto del miedo (miedo al castigo que nos podrían dar porque nuestra no adhesión a la OTAN hubiera supuesto quedarnos fuera de la UE).Así que no debemos asombrarnos tanto del tratado de la TTIP, pues es simple consecuencia de los acuerdos y tratados anteriores. Otra cosa es que no nos guste, pero es lo que hay. Antiguamente, los estados soberanos dependían de los aciertos o errores de su dirigentes políticos y estadistas —nosotros tuvimos muy mala suerte—, y ahora dependemos de los mercados económico-financieros (antes se llamaba CAPITALISMO y ahora GLOBALIZACION) y de las órdenes que nos envían esos poderes (la prima de riesgo, la compraventa de bonos estatales, etc.). Ellos son las que mandan y nos gobiernan.Menos mal que a mí ya no me queda mucho en este convento.Besos

Mi respuesta:

Tienes razón, M. A., en lo de que empezamos a perder soberanía con la Unión Europea, pero esto va más allá todavía. Porque la Europa (con servicios sociales a cargo del Estado) de antes no era el EE.UU. de siempre (el imperio del mercado y la empresa privada). No lo era; hasta yo lo reconozco. Que ahora lo sea mucho más y pretenda serlo del todo, es un cambio cualitativo, no pequeño; es un paso definitivo hacia un cierto abismo para la gente más desfavorecida. O sea, para la gente en general, porque no se vive bien (ni cuando se vive bien) entre gente que vive mal. Un retroceso histórico monumental, eso es lo que es. El vídeo que te mandé lo explicaba muy bien. Ahora que el poder financiero ve que puede perder el poder político (en toda Europa hay corrientes crecientes que quieren cambiar las cosas), ahora, lo que se plantean ellos, en consecuencia, es que ese poder político no sirva para mucho: creemos superestructuras privadas internacionales que puedan más que las leyes de los estados tomados de uno en uno o de pocos en pocos, así nos garantizamos seguir teniendo el poder. Cuando no aumentarlo.Lo malo de un ataque tan directo a la democracia teórica que tenemos es eso, que sea un ataque demasiado directo y que la gente vuelva a levantarse. Ya lo ha hecho varias veces a lo largo de la historia reciente (y con éxito, conviene recordarlo para que no perdamos la moral en la batalla): los últimos 200 años de la historia de la humanidad son de continuas revoluciones, alzamientos populares contra los intentos "demasiado directos" de instaurar o perpetuar (donde los había de antes) absolutismos. Es aquello de pasarse de rosca: que el tornillo ya no aprieta nada y saltan las junturas. Y las junturas pueden saltar con estallido o salirse del cauce sin estrépito, pero ambos son descoyuntes que obligan a ensamblar de nuevo; y es ahí donde tenemos la oportunidad de que el nuevo ensamblaje sea también de otra manera.A los dos nos queda poco de estar en el convento, cierto también, pero puede que veamos grandes acontecimientos todavía. Porque no todos los momentos históricos son iguales; hay que aprender a leer los momentos históricos analizando las fuerzas que se mueven en el fondo y en la superficie. Eso nos enseñó Marx que teníamos que hacer: analizar la realidad lo más científicamente posible (es decir, sin subjetivismos ni sentimentalismos, objetivamente) y diagnosticar el momento concreto en que nos encontramos para saber si es o no es posible (en este momento concreto, insisto) que una de esas fuerzas populares emergentes consiga organizarse lo bastante como para imponer sus razones a la otra fuerza, la dominante. No, no todos los momentos históricos son iguales. Cuando ganaron los socialistas en España, quienes militábamos en partidos o movimientos de la llamada izquierda radical (demócrata, pero radical) seguíamos pensando lo mismo sobre el sistema capitalista de las multinacionales, pero ese estudio de la realidad al que me refería, y al que nos obligaba nuestra propia disciplina política, nos daba como resultado que no estábamos ni mucho menos cerca, sino más lejos que nunca, de un cambio verdadero de la sociedad. Durante aquel prepotente reinado socialista, me pilló joven, pero yo lo recuerdo bien, quitando lo del feminismo, en todo lo demás bajábamos la cabeza con impotencia cuando alguien nos acusaba de ser locos, nostálgicos de una izquierda imposible, resentidos incluso, extemporáneos... Y en lo único que tenían razón era en esto último, en lo de extemporáneos. Estábamos en un momento histórico muy desfavorable para nuestras posiciones, pero lo sabíamos; sabíamos que el momento histórico nos condenaba a ser una minoría insignificante, sin posibilidad de arrastrar tras de sí más que a cuatro intelectuales y a cinco viejos que quedaban vivos de las trincheras contra Franco, pare usted de contar. Estábamos organizados en partidos diminutos y en movimientos sociales amplios, no es que nos faltara organización, pero no había casi nada que organizar porque no se movía casi nada.Así era aquella época, pero no nos equivocamos en el análisis porque nos dábamos perfecta cuenta de que era así; lo que nos hacía no abandonar no era la fe ciega en que algo cambiara de repente y la gente saliera a tomar la Bastilla, no, insisto en que hacíamos bien el análisis y sabíamos que eso no era esperable. No abandonábamos simplemente porque no podemos engañar a nuestro cerebro para que pase a parecernos bien lo que no está bien por mucha gente que diga que lo está.Y con aquella misma lucidez de análisis de entonces, con la misma, te digo yo ahora que el momento histórico es diferente; que ahora sí hay fuerzas moviéndose (en toda Europa y en media América Latina, por lo que conozco, no sólo en España) que pudieran ser, si no mayoritarias, sí masivas, importantes. Los cambios en la realidad están haciendo que mucha gente esté también cambiando su visión del mundo y cambiando su pasividad por ciertas ganas de enfrentamiento consciente y razonado. Es en esto y no en mis ganas en lo que me baso para decirte que tal vez veamos acontecimientos históricos interesantes. No sé lo que asará, no sé si este evidente haberse pasado de rosca de las élites y del capital se materializará en el descoyunte o si vendrán rápidamente sus obreros de mantenimiento de siempre (los socialdemócratas reconstituidos por enésima vez) a hacer otro agujero dos centímetros por encima del que tenemos ahora para poner un tornillo nuevo que vuelva a agarrar y a garantizar el ensamblamiento que tanto les ha costado a ellos fijar. Eso no lo sé, pero, a diferencia de décadas anteriores, ahora sí que me parece que podría ser que no llegaran a tiempo.A falta de certezas, algunas como yo hemos tenido que aprender a poner nuestras esperanzas sólo en las posibilidades. Que ahora las haya es suficiente ilusión para mí. Y si esto acaba en derrota nuevamente, pues a analizar de nuevo y a aprender de los errores y a esperar una de dos: u otro momento que sea mejor u otra estrategia para que no lo desperdiciemos (según dónde determinemos luego que estuvo el error: si en una mala lectura de la situación provocada por nuestro idealismo y las ansias de que fuera favorable o en un mal planteamiento de nuestra propia lucha, eso ya lo estudiaremos...).Te mando un abrazo.

hay que aprender a leer los momentos históricos analizando las fuerzas que se mueven en el fondo y en la superficie

no todos los momentos históricos son iguales

María Malva-Roja es socia de infoLibre

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