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Librepensadores

Bochornoso sainete político

Amador Ramos Martos

El nivel de contradicción entre las declaraciones recientes —algunas desvergonzadas y esperpénticas como las de Aguirre Gil de Biedma, doña Esperanza, condesa de La Mamandurria, al borde de la enajenación política— y la conducta durante la legislatura mantenida por el PP, empieza a ser patética, y lo peor, contagiosa entre sus miembros.

La incongruencia —ante la… ¿inesperada? pérdida de votos en las elecciones municipales y territoriales— del actual argumentario del PP y el previo a las mismas, es un contrasentido alumbrado con urgencia ante el desastre electoral sin ninguna credibilidad.

Que el PP ahora, en un proceso de reciclaje político e ideológico intensivo, trate cínicamente de “colarnos” como una seña de identidad –recién sacada del fondo de “armario ideológico” del partido— su neoconversa actitud inclusiva y dialogante con el resto de partidos, en mi opinión, es no solo una ironía indecente, sino un desprecio más a la inteligencia y otro insulto más a la dignidad de los ciudadanos.

Que doña Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del gobierno venga ahora a decirnos que: "A los gobiernos nos eligen para solucionar los problemas de todos, para gobernar para todos, nos hayan votado o no. Y yo quiero hacer un llamamiento de no exclusión ni separación de nadie, porque todas las opciones son legítimas, los votos son iguales”, no deja de constituir un burla democrática, un farisaico cinismo político y un cruel sarcasmo.

Si hacemos un repaso somero en las hemerotecas –auténtica bestia negra que deja en evidencia a tantos lenguaraces, bocazas y mutables políticos— y sin necesidad de profundizar mucho, vemos que la actitud del PP durante toda la legislatura haciendo uso de su mayoría parlamentaria, que no social, ha constituido un continuo y antidemocrático ejercicio de bloqueo parlamentario.

El valladar infranqueable impuesto “democráticamente” por el PP en el Parlamento ante cualquier intento por parte de la oposición minoritaria –pero mayoritaria socialmente— para arrojar luz sobre tantos asuntos opacos –muchos de ellos constitutivos a posteriori de delitos, contrastan con el argumento esgrimido ahora tácticamente por la vicepresidenta del Gobierno—.

Esta jactanciosa diputada de verbo acerado, retórica pedante de marisabidilla, que esgrime su índice como un estilete acusador para reforzar la agresividad de su discurso, rictus y mohines de mala uva en las réplicas y que siempre culmina con ese ademán contundente -casi violento- al plegar el micrófono bajo el atril de su “escaño-trinchera” desde el que ejerce su papel de francotiradora feroz e implacable contra todo idea, solicitud, aclaración, petición o propuesta de la oposición, es la que negando ese derecho democrático a la misma y soslayando la democrática obligación por parte de su partido de hacerlo, ha confundido gobierno de la nación para todos los ciudadanos, con gobierno del PP para sus votantes exclusivos.

El PP que ha repartido “aceite de ricino político” y “hiel ideológica” durante toda la legislatura solo a “siniestro” —a diestro era imposible— entre sus adversarios, trata ahora de evitar ser tratado con su propia medicina para curarse de su prepotencia, intolerancia y sectaria actitud política durante toda la legislatura.

Mariano El Plasmático —el jefe de la “Cosa Suya” que no… nostra— reacciona tarde y mal. En un intento desesperado —creíble solo para sus feligreses sectarios— de volver a la realidad, abandona su existencia plasmática y trata de reconquistar la cotidianeidad política y su normalidad ante los ciudadanos con su credibilidad bajo mínimos.

La ciudadanía, que en contra de lo que piensan algunos políticos no es tonta, hace tiempo que empezó a buscar respiraderos alternativos y respuestas fuera de las engañosas y cobardemente dadas al dictado de la troika o como la llamen ahora —creo que “las instituciones”— desde las frías e insensibles entrañas del inframundo del plasma.

El Gobierno del PP, insisto, del PP —que no de la nación— ha pasado de la cerrazón a la apertura, de la intransigencia al pacto, de la intolerancia a la comprensión, del autismo al furor comunicativo, del silencio al diálogo… y todo en un pis pas, en un más bien “cerrar y abrir de ojos”… que su contrario.

Como si no hubiese pasado nada, con alusiones mínimas veladas a la posibilidad de haberse equivocado en “cosillas” sin importancia, pero manteniendo su actitud exhibicionista de haber acertado de pleno en lo trascendente, en lo “macro”, en lo que inquieta a los verdaderos poderes que gracias a nuestro sufrimiento, ya están a salvo.

Pero eso sí, sin alusión alguna o subliminal, casi ignorando en su discurso triunfalista y acendrado la corrupción, el desastre de lo “micro”, las consecuencias derivadas de su “éxito”, que no acierto, sobre los ciudadanos de tanta indecente, injusta y servil eficacia en lo “macro”.

Pero afortunadamente en las últimas elecciones los ciudadanos han hablado. Votando han venido a poner en evidencia al PP y a Mariano, que su percepción de la situación lamentable del país y de sus sufridos ciudadanos era fruto de una distorsión cognitiva de la realidad, un espejismo alucinado, una visión irreal y maniquea de estos ahora… “pasmados plasmáticos”.

Quizás la visión más realista y sincera sobre la nueva situación la protagonizaron sin querer la noche de las elecciones Rita Barberá que creyéndose a salvo de los imprudentes micrófonos, y abrazada a Serafín Castellano –delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana hasta ser detenido ayer por un presunto delito de corrupción— le confesó noqueada por los resultados, llorona y espontánea : “¡Qué hostia, qué hostia!”.

Tras el impúdico espectáculo protagonizado por este par de “ejemplares” de la indecencia política, huelgan más análisis y comentarios.

¿Cuánto tiempo más durará y toleraremos este bochorno político?

Amador Ramos Martos es socio de infoLibre

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