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¿Poder democrático o poder financiero?

Amador Ramos Martos

El estallido de la crisis económica en 2008,  se debió única y exclusivamente a la desregulación de los poderes financieros. Su opacidad infranqueable y la telaraña de intereses los sustraían a los imprescindibles controles del estado. Su desactivación, constituye uno de los paradigmas del neoliberalismo salvaje cuyos devastadores efectos sociales estamos sufriendo.

En esencia, el núcleo causante de la erupción de la crisis y del desastre consiguiente, sigue borboteando y vomitando el magma incandescente ideológico de un discurso inaceptable por injusto, y unas medidas paliativas programáticas, no soluciones, ineficaces y dictadas desde el riguroso academicismo neoliberal, que lejos de solucionar esta crisis cuyo fin como el horizonte continua alejándose a pesar de que dicen que avanzamos, se ha constituido en la verdadera amenaza que está provocando la situación terminal de las economías de algunos países y de muchos de sus ciudadanos.

Desde el primer momento, la máquina de la “desinformación” interesada del actual sistema financiero-político –el orden de los adjetivos es intencionado- se puso en funcionamiento recurriendo a sus voceros políticos y mediáticos para achacar el origen de la crisis a los inexistentes hasta esa fecha desmesurados excesos del gasto público y no, a la implosión social provocada por el descontrol financiero y al enloquecido “burbujeo” inmobiliario, matriz donde se gestó y alumbró el estallido.

Los problemas con el gasto público y el déficit nada alarmantes en los momentos iniciales de la crisis, aparecieron posteriormente y fueron consecuencia de los desmanes de los poderes financieros y no su causa como intentaron fullera y tramposamente vendernos.

En los inicios de la crisis se oyeron declaraciones de líderes en horas bajas políticas llamando a la refundación del capitalismo, pero pronto, –ante el discurso oficial y demoledor de la “democrática” troika- cayeron en saco roto y en el olvido. Donde se dijo digo, de inmediato se volvió al discurso original previo y a decir no digo, sino Diego.

La respuesta oficial de los gobiernos al cataclismo económico provocado y que debieron atender y no atendieron, no regularon o no quisieron regular o no vieron o no quisieron ver, constituyó un ejercicio de incompetencia flagrante, sometimiento servil y vergonzosa complicidad con los poderes financieros causantes de la crisis ante los que mansa y disciplinadamente, se arrodillaron.

El expolio social fue doble, ya que por una parte sufrimos la saña en la aplicación de los recortes por parte de nuestros representantes elegidos democráticamente y la del “pago a escote”, del coste del asalto perpetrado a “ideología armada” por parte del neoliberalismo financiero.

¿El contrato social? ¿El estado solidario de bienestar?... quebrantados, ignorados, violados por una “escoria” política cuya obligación última era protegernos con uñas y dientes del asalto a nuestra dignidad no ya ciudadana si no humana y no como hicieron, entregarlos en ofrenda tras las oportunas y precipitadas modificaciones legales a los responsables impunes del gran saqueo, sacrificando el presente y el futuro de sus ciudadanos.

Lo más indignante sin embargo, es soportar que los mismos capataces que ejecutaron disciplinada y aplicadamente –algunos con ejemplar saña- las instrucciones de sus amos y que nos han hecho retroceder 20 o 30 años estragando nuestras condiciones de vida y derechos civiles, son los mismos que ahora quieren vendernos las recetas también impuestas por los que ya salvados a nuestra costa, les dictan para “salvarnos”.

La crisis ha venido a demostrarnos que nadie –como creíamos – estaba seguro, que llegado el momento, los vencedores de siempre lo hacen a costa de los que nunca ganan y resultan siempre perdedores.

¿Alguien cree ya en algo o en alguien? ¿Hay políticas y humanas soluciones para tan inhumano expolio? ¿Han desaparecido la solidaria piedad, la justicia y la ética sociales únicas alternativas capaces de salvarnos?

El hartazgo ciudadano ante la corrupción política y el despojo económico con su carga de precariedad cuando no de pobreza, el papel de un poder político inerme cuando no cómplice de los poderes financieros que han reducido su existencia en muchos casos a una supervivencia cotidiana en la “escombrera” social en que ha devenido el contrato social, han desencadenado su indignada respuesta política.

Se esbozan alternativas en algunos países –las elecciones en Grecia y España lo confirman- que intenta paliar y mejorar la mediocre calidad cívica, ética y democrática de la infame política que nos ha traído adonde nos encontramos. Se vislumbran formas distintas de hacer política y de políticos de maneras distintas, de momento eso sí, limitados política y geográficamente, sin aparentes conexiones u organización supranacionales que podrían constituir de fraguarse un contrapoder ciudadano con capacidad de intimidación y contención políticas frente al descontrolado poder financiero.

En esas estamos ahora, intentando sustituir la chatarra política causante secundaria por servilismo de la crisis que nos asola. La respuesta de los susceptibles de ser sustituidos por sus sustitutos, democráticamente elegidos es y va a ser terrible, despiadada, sin tregua ni cuartel, hay muchos intereses en juego, y precisamente los del verdadero poder no son los nuestros… los de los ciudadanos.

La historia vuelve a colocarnos en su eterno bucle económico ante el viejo pero siempre renovado y brutal dilema. Ha llegado otra vez el momento de posicionarse entre la reivindicación radical (del lat. radix, -īcis, raíz) de la democracia base de la única soberanía posible, la de los ciudadanos, o la cesión humillante de ésta ante el antidemocrático poder financiero.

La clave está en la lucha que se libra en la selva política, el escalón secundario, el escenario hasta ahora controlado donde se libra la batalla entre los subalternos de los verdaderos poderes, los depredadores financieros, que agazapados en la opacidad impenetrable de su guarida financiera, rugen las consignas que marcan las disputas que nos hacen creer políticas, cuando en realidad y como siempre ha sido, son en realidad exclusivamente económicas.

El neoliberalismo sigue defendiendo su proyecto deshumanizante a nivel globalizado, las ideologías alternativas que pudieron, ¿podrían ahora?, moderarlo o domeñarlo hace tiempo que claudicaron. La situación, tiene salida difícil estando enfrascados de momento en dominar o mejorar la correlación de fuerzas en el escalón político secundario con resultados limitados dadas las enormes dificultades de la tarea y que hacen intuir de lograrse, la lejanía del éxito.

La gran diferencia es que como hacen los responsables de la crisis, organizados táctica y estratégicamente a nivel global, los que nunca debieron claudicar y lo hicieron ante ellos – el desprestigiado sucedáneo actual de socialdemocracia- siguen paralizados, con discursos balbuceantes, tibios, incapaces, desorientados, atrapados en la incongruencia de sus errores previos, quizás incluso ¿avergonzados de su viejo ideario?, atomizados y sin dar una respuesta coordinada, contundente global táctica y estratégicamente a corto plazo. El medio y largo plazo… ¡ni soñarlo!

En esas estamos, atrapados en las consecuencias de la crisis, intentando desactivar a sus causantes secundarios… los políticos e intentando esbozar tímidamente medidas para acabar con la impunidad blindada de sus causantes primeros, los eufemísticamente apodados como… “mercados”.

De aquellos alegres “polvos neoliberales”… estos “injustos lodos económicos y falsamente democráticos”.

Bruselas resucita técnicas financieras que agravaron la crisis en Estados Unidos

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¡Tú decides ciudadano y hay que mojarse: “poder democrático o poder financiero”!

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Amador Ramos Martos es socio de infoLibre

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