Librepensadores

PSOE-Podemos: ¿colaborar? ¿competir?

José Sanromá Aldea

La relación entre estos dos partidos es hoy uno de los temas claves de la política española. Influirá en la resolución de la crisis de legitimación de nuestro sistema institucional, cuyo funcionamiento democrático, cuestionado, está en reactivación.

El PSOE es el partido más importante de la historia de España, cauce de conexión con el socialismo europeo. Un partido clásico: una institución sin la que resulta inconcebible la democracia. Le costó casi décadas, hace más de cien años, obtener para su líder Pablo iglesias una concejalía en el Ayuntamiento de Madrid y un acta de diputado en las Cortes (en una coalición republicana-socialista). Gobernó y se dividió en la II República. Casi exterminado por el afán vengativo de la dictadura franquista, prácticamente renació en Suresnes, 1974, en la ocasión de acabarla. En su victoria electoral de 1982 se mostró cuanto depende la suerte de la democracia en España de la izquierda –que no es solo el PSOE, ni lo fue antes, aunque en aquella ocasión se estrechara en él, ni lo es ahora–. Nacido como partido de clase (cuyo nombre persiste en sus siglas),  hoy plural (en su orientación intelectual y política, en su composición social)  y con una identidad compleja, sobre la que se interroga su militancia, consciente de los límites de la socialdemocracia.

Podemos está recién nacido. Se engendró en la movilización ciudadana (15-M) que tuvo repercusión más allá de nuestras fronteras, pues fue parte de un movimiento asociativo y de opinión pública internacional. Exitosa emanación del 15-M, aunque este no es ni es de Podemos. Para sus dirigentes, un partido de nuevo tipo en construcción;  por ahora sin marco de referencia teórica e ideológica, cuya identidad sus dirigentes se resisten a calificar utilizando la clásica y comprensible contraposición derecha-izquierda (conceptos políticos indeterminados pero determinables). Su entrada en las instituciones ha sido vertiginosa y por arriba: en el Europarlamento (mayo de 2014) y después (mayo de 2015) han elegido no estar con su sigla y nombre en la institución democrática mas básica, los Ayuntamientos. El éxito obtenido es notorio. Inesperado,en su dimensión, también para sus fundadores y, en parte, explicable por los errores de IU y PSOE. Éxito también meritorio: era difícil hacer un partido de varios miles de militantes bajo la dictadura. No es fácil, aunque haya democracia, hacer un partido que gane millones de votantes.

La superación de la crisis democrática es inconcebible sin el PSOE. La tarea le ha exigido voluntad clara, asumir riesgos y renunciar a las ventajas del bipartidismo. La consolidación y participación institucional de Podemos también es necesaria. La democracia española (que envejeció prematuramente, en parte debido a la forma en que se realizó la Transición) tiene la experiencia del fracaso de la promesa de renovación, hecha por Felipe Gonzalez en 1993, y del olvido inmediato de la promesa regeneracionista hecha por Aznar en 1996. De aquellos intentos nunca mas se supo: vino el desbocado crecimiento económico y la corrupción rampante, desnudada solo cuando las vacas infladas se convirtieron en esqueléticas. Y tuvo que ser la plaza pública, indignada, y luego los electores, quienes hayan dicho que ya no vale seguir "dejando estar" las cosas. Negativo sería que la energía política cívica desplegada se diera al desencanto y finalmente se dilapidara. Darle cauce es tarea para todo partido democrático.

PSOE y Podemos no coinciden íntegramente en el diagnóstico de la crisis; tampoco en el tipo de Gobierno que ha de sustituir al del PP. Creo que sí comparten la consciencia de que una recuperación económica justa y una renovación de la democracia española requiere desplazar a ese partido del Gobierno de España.

Existe pues un objetivo electoral y una orientación política general común, que les exige colaboración.

El presidente Rajoy ya olía el peligro antes de las elecciones de mayo. Esperó hasta la víspera para pedirle a su SG que el PSOE no pactara con Podemos. El resultado, tras el 24 de mayo, a la vista está: acuerdos puntuales que han mermado el poder institucional del PP en comunidades y ayuntamientos.

Durante un tiempo, el PP especuló con las consecuencias tan favorables que le comportaría la fragmentación del electorado de izquierdas por la irrupción de Podemos. La propaganda sobre el crecimiento económico y la ley electoral harían el resto para conseguir, si no una mayoría absoluta, sí al menos tan clara que les diera, de nuevo, la capacidad de formar Gobierno. El cálculo le ha empezado a fallar. Y su reacción previsible "el PSOE se echa en brazos del izquierdismo extremo") es injustificable ("los pactos atentan a la voluntad popular porque le quitan el gobierno a la lista más votada").

Ahora el presidente ya sabe que esa colaboración PSOE-Podemos puede ser antesala amplia para su derrota. Se lo han enseñado los electores y la correcta gestión de los resultados electorales por sus adversarios. Esa colaboración no le conviene al PP. Dispara envenenados dardos contra ella. Como político experimentado sabe también que a otros tampoco les conviene ni les gusta (incluidas en esto personalidades socialistas que peinan canas) y, en el otro extremo, sectores podemistas para los que el PSOE es la bicha. En suma, sabe Rajoy cómo se pueden enmarañar, también desde fuera, relaciones nacientes pero ya complejas  e intentará convertir su traspiés de mayo en un paso adelante en las generales. (¡Y no hablemos de los del Ibex! Cuán útil les resulta, por ahora, el actual presidente, el que les dijo hace poco: "Confíen en mí, les irá bien").

El reto para PSOE y Podemos radica en comprender cual ha de ser la naturaleza de sus relaciones, que formulo como colaboración competitiva. Convendría ajustarse a ella en función del objetivo común que comparten y en función de sus respectivas y distintas identidades y proyectos La novedad de esas relaciones obliga mas a la reflexión y la medida, que al prejuicio y la desmesura.

En el origen de la misma, opera la circunstancia –que no parece pasajera– de que El PSOE necesita a Podemos más de lo que quisiera y Podemos necesita al PSOE más de lo que pensaba. Antes de este mayo podía preverse. Ahora los hechos la confirman.

Veamos. El fiasco cumbre del bipartidismo vino tras su cénit en las elecciones de 2011, en las que ganó sus mayorías absolutas (que hizo abrumadoras a continuación). Triunfó el mensaje descaradamente populista de Rajoy (quitad a Zapatero y la crisis se resuelve ipso facto) y entró en juego casi mecánicamente, ante una opinión pública muy bien desinformada,la alternancia bipartidista. El PSOE sabe que este mecanismo de alternancia influirá menos en el relevo gubernamental.

El PSOE ha necesitado el apoyo de Podemos (sin menosprecio de otros) para recuperar gobiernos autonómicos y municipales. Esta responsabilidad es vital para un partido que ha mostrado más capacidad y vitalidad en el gobierno que en la oposición. Un ejemplo, Madrid, más de 20 años instalado en la derrota, amparado en el mito de que Madrid es de derechas. Un partido entre cuyos dirigentes desgraciadamente, son excepción, mas que norma , personas como Zerolo, es decir, líderes de acción o de opinión en algún ámbito social. Que Pedro Sanchez se haya convertido en el líder político más valorado marca el camino a seguir ,pero hay que hacerlo.

¿Consecuencia?: tener que apoyar en el Ayuntamiento de Madrid (y otros) a las candidaturas en las que se ha insertado Podemos. Hecho cualitativo para quienes saben que la hegemonía se empieza a ganar y perder en las ciudades porque es en ellas donde se decide el futuro.

Por último, el PSOE sabe que, hoy por hoy, su presencia y credibilidad es escasa entre la juventud y el precariado, surgido también en sectores de clase media (proveedores de líderes podemistas y en donde están no pocos hijos de socialistas).

Podemos creyó que el cielo estaba al alcance de sus manos en los primeros meses de 2015, cuando varias encuestas le otorgaban el primer lugar. Se encaramó a este como única expresión política del Frente de rechazo al bipartidismo, denostado como fuente de todos los males. Quizás deseara elecciones generales de inmediato. Pero han tenido que pasar antes por el trámite de las autonómicas y municipales. Además apareció con brillo mediático C's ,a quien ,sin quitarle méritos (especialmente a su líder Rivera) le vino bien el propósito que sectores del poder económico expresaron con la idea: "Hay que crear un Podemos de derechas"; una derecha política de rostro amable. Tan obvio que los líderes de Podemos lanzaron su ataque de inmediato contra C's que les quitaba el monopolio del Frente de rechazo al bipartidismo (del que ya habían excluido a IU).

El resultado electoral de mayo -ese hecho político, ese hito que marca trecho entre el suelo del extra parlamentarismo y el cielo del Gobierno que se gana en el Congreso de los Diputados- obligó a Podemos a distinguir entre el PP y el PSOE. Si no sabían hacerlo, ya lo han aprendido. El viejo bipartidismo está en declive. En la actual coyuntura lo ha acentuado Pedro Sanchez al decidir no pactar con el PP y rechazar su propuesta de que gobierne la lista más votada; a la sazón descaradamente interesada y poco respetuosa con el principio democrático de que los gobiernos nacen de la mayor representación política otorgada por la ciudadanía. Se avista un nuevo bipartidismo: un bibipartidismo. Y es lo cierto que, aunque mucha gente no quiera identificarse con la etiqueta de izquierda o derecha, una gran mayoría percibe que hay dos grandes orientaciones políticas; marcadas por su diferente actitud ante las desigualdades sociales y por el papel que asignan a las políticas públicas ante este problema, que lo es para la dignidad y la vida de las personas y, por ello –según la izquierda– también para la democracia.

PSOE y Podemos han de colaborar

De modo inmediato, para que resulten con bien los acuerdos postmayo en comunidades y ayuntamientos,a gentes de un "rescate ciudadano", cuyo éxito dependerá también de un Gobierno de España más en sintonía con ese objetivo inaplazable. Tambien -de modo más global porque implica un debate sobre la concepción de la democracia- en Cataluña , donde el "dejar estar" rajoyano y el independentismo estimulan una confrontación perjudicial para la solución armónica de la crisis de la democracia y de la economía en España. Ante el almibarado "derecho a decidir" convendría plantear que si el fin no justifica los medios, estos tampoco justifican el fin. Y colaborar para desmontar la idea derechista (por la que apuesta Rajoy) de que el crecimiento conlleva por sí solo el bienestar para la inmensa mayoría y la reducción de las desigualdades. Idea que el hombre de letras Chesterton denunció como "la utopía capitalista "hace ya cien años, y cuya falsedad ha mostrado con apabullantes series estadísticas el economista Piketty. Idea que, aún así, sigue teniendo millones de creyentes. Para ayudarles a abrir los ojos no sobra nadie.

Esa colaboración no es una coalición negativa, no necesita una alianza electoral ni un preacuerdo sobre el futuro Gobierno que pueda surgir del Congreso. Además compiten por obtener la hegemonía. No es fundamentalmente puro interés de partido. Hay diferencias de diagnóstico y de propuestas; uno y otras por ultimar en el doble momento culminante: las elecciones y la investidura de quien haya de asumir la presidencia.

El PSOE necesita la primacía electoral porque se reconoce potente más como partido de gobierno que de oposición. Podemos la quiere porque ha asociado su ascenso a su capacidad de ser alternativa a lo existente, adelantando al PSOE. Una forma de la competencia será el debate sobre el nuevo rumbo que ha de darse a la economía y la política para salir con bien de la crisis. Pedro Sanchez ha trazado el del PSOE: poniendo en liza el concepto de transición económica (pues no se cambian estructuras influyentes en el modelo productivo y de consumo de un plumazo) y propugnando una reforma de la Constitución. Pablo Iglesias tendrá que seguir ajustando el de Podemos, que comenzó abanderando la demolición del "régimen del 78". Ambos, Pedro Sánchez el primero, han puesto el acento en la necesidad del pacto intergeneracional, tema clave en cuya explicación, uno y otro, también tienen campo para ganar votantes y credibilidad.

En fin, ajustarse a la naturaleza de sus relaciones requerirá aprender de la forma en que se ha planteado, desde la pretransición, la disputa por la hegemonía en la izquierda. Está por ver si el PSOE acertará en el presente o se limitará a intentar repetir el modo que le dió un éxito partidista en otro tiempo. Está por ver si Podemos, donde aún se invoca a veces como "objetivo estratégico quebrar el bipartidismo", aprenderá de la experiencia del resultado que dió la teoría de las dos orillas, para España y para IU.

No tiene gran importancia si uno dijo que no pactaría nunca con el populismo y el otro que solo lo haría si el PSOE giraba 180 grados. Cada pregunta y cada respuesta tienen sus circunstancias. Preguntas generales, intemporales, difícilmente pueden tener respuestas concretas. Cuando los tiempos están cambiando cambian también quienes los viven. En tiempos de crisis más aún. La capacidad de un líder político creo que se mide también en su saber girar lo preciso ,en uno y otro sentido,sin perder la dirección del cambio que propugna. La capacidad está sobre todo en comprender que, más que sus propias ideas, son la opinión y los hechos de la ciudadanía (incluidos por supuesto el clave del voto) el factor más influyente en la transformación de la realidad; también en la evolución de la identidad y de la fuerza de cada partido. Por eso hay preguntas que se hacen a los líderes sobre con quien pactarán que, aunque no sean prematuras, las respuestas sí lo son: la verosimilitud y la razón de los pactos la tienen que hacer antes los votos de los ciudadanos.

Creo que mucha gente ve a un PSOE en el Gobierno de España, como un buen remedio para el mal que nos gobierna hoy. Entre otras cosas por su capacidad -que se hará imprescindible- de pactar más allá y más acá de Podemos. También porque su SG (que tiene la fuerza de haber sido elegido por votación de los doscientos mil afiliados del PSOE y que ha mantenido unido al partido tras su candidatura; recuerdo que el único precedente de tal elección, en los otros tiempos de la segunda República dio como resultado la división radical del partido) ha asumido riesgos y no espera, como hizo Rajoy en 2011, que le caiga la presidencia como fruto maduro de la alternancia.

¿Guerra de leyes en Cataluña?

Considero positivo que Podemos se consolide como fuerza política democrática y que a la efervescencia participativa no suceda el viejo pasotismo. Y creo que puede hacerlo porque en España (incluidas Galicia,Cataluña y el País Vasco) las circunstancias han abierto espacios amplios para partidos que expresen un republicanismo cívico,cuyo marco de referencia teórica e ideológica está por construir.

Personalmente apuesto por lo que creo, con razones que someto a otras mejor fundadas.

José Sanromá Aldea es socio de infoLibre

Más sobre este tema
stats