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Torrevieja, un suicidio programado

Jesús Moncho

El inefable expresidente Camps, un día de visita oficial, proclamó Torrevieja como “capital y referencia del aumento constante de demografía y prosperidad de la Comunidad Valenciana”. Ya resulta sumamente desasosegante que una persona como Camps te etiquete y te valore. Una población tradicionalmente dedicada a la agricultura, a la pesca y la actividad extractiva de la sal, con unos 9.000 habitantes en los años 60, y 20 km de costa, de repente descubre la receta mágica: el desarrollo turístico e inmobiliario destapado en los 60-70. Pero todo en medio de una gran confusión, que se plasmaba en el sometimiento de la actividad turística a la implementación constructiva y a la instrumentalización inmobiliaria, llevadas a cabo por prohombres locales tanto del empresariado como de la política. Uno de sus cabecillas, el exalcalde Hernández Mateo hoy en prisión, sacó una plusvalía de casi unos 1.000 millones de pesetas por la compra-venta de una parcela a la misma constructora (promotora Edén del Mar) que trabajaba con el Ayuntamiento. La especulación y construcción del suelo era la bandera. Las consecuencias: la carencia de previsión y planificación, no sólo turística sino también urbanística, que implica una masificación del territorio sin las debidas infraestructuras, equipamientos y servicios, con fuerte impacto medioambiental. Ante el espectáculo, un técnico municipal ya se atrevía a decir “la masificación urbanística y de baja calidad (barata) es perjudicial y nos pasará factura en el futuro”.

Hoy sólo queda un 8% del término municipal (de un total de 30 km2) sin edificar. La tercera parte del término es la laguna natural, protegida como Parque Natural. 75.000 viviendas, el 78% del parque inmobiliario de Torrevieja, son segundas residencias. El 30'4% de la ocupación laboral pertenece al sector de la construcción y el negocio inmobiliario. ¿Qué haremos ahora? Hemos agotado el bien más preciado, el suelo, que mantenía el furor y la lógica del sistema torrevejense. El suelo es un bien limitado que se agota y no tiene reposición. ¿Dónde construimos ahora? ¿En qué se ocupará la gente?

Si los ingresos municipales disminuyen progresivamente (hasta agotarse casi del todo), mientras los gastos de mantenimiento y prestación de servicios son cada vez más grandes, ¿por dónde se saldrá? La deuda por habitante es de 1.105 E, cuando la media del País Valenciano está en 361 E. Y, en cuanto a servicios, la media de camas hospitalarias por habitante en España es 1 por 255 habitantes, en Torrevieja es 1 por 700 habitantes. ¿Qué camino seguir?

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La perspicacia municipal (que no racionalidad) decidió que el desarrollo extensivo horizontal (adosados) ya no era rentable, ahora intentarían la construcción en vertical, en altura, más densa todavía. Hasta 15 plantas. Peor el remedio que la enfermedad. A finales de 2011, incluso la Consejería tumba el proyecto de un macrohotel por no respetar los porcentajes máximos de ocupación (20% de la parcela) y no ceder el 80% restante para usos públicos, al mismo tiempo que no se dan los índices generales necesarios de Suelo Dotacional y Edificabilidad Bruta. La localidad no tiene un proyecto de ciudad, más allá de la simple dispersión y hacinamiento de edificios. Proyecta no muy buena imagen. Tanto es así que los touroperadores la han excluido de sus destinos turísticos. Recordemos que la tasa de delitos en la ciudad está en 16 puntos, mientras en España en 4'5.

¿Qué queda ya? Camps, Rambla, Such, Milagrosa, Pedrosa, Blasco, Ripoll... están todos imputados, y no pueden dar sus soluciones mágicas... La pregunta es: ¿quién pagará todo este disparate?

Jesús Moncho es socio de infoLibre

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