Librepensadores

La ignorancia criminal

Puesto de carne en el mercado Darajani, en Stone Town (Zanzíbar).

Fernando Pérez Martínez

Llegó la estación en la que los frutos de la tierra están logrados, almacenados o todavía pendiendo de la mata. Una sociedad como la nuestra que acaba de dejar de ser campesina ya ha desconectado de los ritmos de la naturaleza. Aunque siga sometida a los mismos condicionantes que el resto de los seres vivos.

Así nos encontramos con paradojas, intereses enfrentados fruto de la duplicidad de la mutación a medias del animal hacia el humano. La base animal reclama alimentación y la tendencia humana responde con gastronomía. La bestia celular reclama nutrientes y la cosa humanoide la ceba ingiriendo fundamentalmente lo que está rico. No hay acuerdo.

El riñón del animal adulto es sacrificado en el altar del paladar humano mediante el cuchillo ritual de la leche. Del café con cantidades de leche que continúa mamando pese al destete, aumentando la toma con quesos, natas y otros lácteos.

La carne en sus diferentes presentaciones sigue diezmando a la población sensible a sus tóxicos.

Las delicias de las bebidas fermentadas, aniquilan a quienes ofrecen sus vísceras inermes a la seducción de los combinados, las cervezas abrevadas en cantidades letales de cañas, minis, litronas, los calimochos infantiles, los tintos de verano estacionales, las sangrías patrióticas… Las exquisitas volutas fumadas que rasgan suavemente nuestros alveolos envenenando los tejidos…

La bestia humanoide neoliberal reclamará este sacrificio en aras de la construcción de un mundo mostrenco en el que los estándares de satisfacción difundidos por la propaganda tienen un coste por fuego amigo que se traduce en incalculables infartos, obesidad, cáncer de todos los colores, malnutrición infantil, hábitos alimentarios tóxicos… todo ello para mantener en superávit la cuenta de empresas, familias que con su torpeza viven en la opulencia hipertrófica embozando las arterias, masacrando organismos, asfixiando los pulmones del resto de humanos.

¿Es posible que se instruya un macroproceso en el cual se exijan responsabilidades por envenenamiento, conspiración para el asesinato masivo, el asesinato en serie de la población, crímenes contra la humanidad, y otras pequeñeces; a quienes alevosamente, con pleno conocimiento del daño potencial e indiscriminado de sus actos, se han lucrado y se lucran desaprensivamente, poniendo todos los medios a su alcance para disimular u ocultar el daño de los productos que comercializan alcanzando su máxima difusión, por medio de mensajes engañosos y ocultando o silenciando la información que podría haber disminuido el número de víctimas del que sus empresas comerciales son responsables? ¿Veremos algún día a los cómplices que mediante insidiosas y persuasivas campañas publicitarias han sumido en la desgracia y en la impotencia a adolescentes que se han visto incapaces de acercarse al modelo imposible propuesto y glorificado desde los medios de seducción de masas y que han arrojado un saldo de dolor, frustración e infelicidad descomunal?

La difusión de la verdad científicamente demostrada queda en manos de aquellos que se lucran de su ocultamiento. La salud y el bienestar de la humanidad está en poder de criminales desaprensivos que han construido un sistema ramplón y primario en el que el sabor que aportan las grasas en lugar de modularse homeopáticamente educando los paladares a percibir el mínimo de grasa tóxica con el máximo placer de las papilas gustativas, se aplica con criterios de brocha gorda, con el complemento de la correspondiente inversión en la industria química o farmacéutica dedicada a paliar los daños secundarios a la ingesta masiva de grasas.

Tú, que tienes hijos o que te dispones a tenerlos, has de saber que tu complicidad para que esta sociedad tóxica alcance sus fines mórbido – económicos, es imprescindible. Puedes quitar importancia a tu responsabilidad, exculpándote de la cadena de producción de enfermedad y muerte, continuando tu colaboración con aquellos que ajenos a ti y los tuyos, se nutren de vuestra desgracia, pobreza y estupidez. En fin, sólo podrás alegar en tu descargo ignorancia. Ignorancia criminal. Los médicos llevan décadas repitiendo, sin la suficiente difusión por lo visto, lo que ahora, avalado por cientos de estudios, la OMS acaba de hacer público. Pronto se enterrarán sus palabras sepultadas bajo el interés de los poderosos grupos de presión de los productores de lácteos y carnes y derivados, que se niegan a reducir sus ventas, sus beneficios, a niveles no tóxicos.

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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