Librepensadores

Las listas poco listas

Antoni Cisteró

Que Caín era gilipollas lo demuestra el hecho que se lanzó irreflexivamente a eliminar la única fuerza motriz que podía ayudarle en las tareas del campo, dado el avanzado estado senil de sus progenitores. ¿Había alternativa? Pues claro, siempre hay otra salida, no siempre la más usada es la idónea. Los dos hermanos podían entrar en el paraíso, camelando al ángel flamígero si era preciso, controlarlo, cargarse a la serpiente y mantener bajo control al autodenominado Todopoderoso. Pero no lo hizo, se equivocó al identificar al verdadero causante de sus males.

Tal práctica es la habitualmente utilizada por nuestros partidos políticos, cuando los retortijones electorales les aprietan. A la caza del voto, apuntan siempre al más cercano: PSOE a Podemos; Podemos al PSOE y IU; IU a Podemos, y en medio, izquierdas con varios adjetivos: a la búsqueda de un escuálido escaño: recortados, comunales, verdes, rojos o negros; partidos partidos (los más), partidos enteros (los menos); frentes y uniones; ahoras y despueses, y tutti quanti a la caza de un escuálido escaño. Y lo hacen con malas artes y peor leche. Y tanto rifirrafe es sólo entre minorías muy focalizadas, ultra ventiladas, y que a pesar de ello huelen a moho. Pero olvidan que su paraíso reside en aquellos que no han tomado aún partido, en el ciudadano alejado a años luz de sus discusiones monotemáticas; en aquellos que centran su preocupación en poder cobijarse, poder trabajar, poder ser curados, poder dar una comida caliente a su hijo. Para la mayoría de éstos, su pregunta no es “¿qué puesto ocupa aquel candidato cuyo nombre me suena?”, o “¿cuál es el peso relativo de ésta o aquella formación en una coalición?”, sino si querrán y tendrán suficiente fuerza para arreglarle la vivienda, el curro, la sanidad o la educación. Nada más, y nada menos.

Cuando se acercan elecciones, el ciudadano/a de a pie mira hacia el mundo político y, habiendo sido carne de cañón durante años, intenta escabullirse de dogmas, girándose inicialmente hacia la izquierda a la búsqueda de resultados que le alivien el día a día. ¿Y que ve?: rumores, empujones, pullas sobre mengano o zutano, y casi nada sobre lo que a él le preocupa. No en vano, constatamos que el verdadero desolladero está en las listas, sus puestos o incluso en sus nombres. Sólo después, y por obligación, los supervivientes se verán forzados a presentar un programa (me pregunto: ¿cómo puede un candidato acceder a que se le incluya en una lista, sin conocer lo que deberá defender?). Programa inútil la mayoría de las veces, ya que si se alcanza el poder se incumplirá sin pestañear (¿es preciso citar ejemplos?), y si se queda relegado a la oposición, será simplemente un argumento para ir tirando de la rifa parlamentaria.

“¿Y, mientras tanto, quién me rescata?”, dice una imagen muy ilustrativa. Nadie; quién pregunta o suplica, no cuenta. Ninguna formación ha pensado que es él o ella quién podría haber dado el voto decisivo; que son millones y millones de desfavorecidos, de despreciados, de ninguneados, sin tiempo ni ganas de participar en luchas fratricidas. Millones ya saturados de problemas cotidianos, como para ni tan siquiera plantearse, con todo derecho, el esfuerzo en entender el laberinto político. Millones que, desde la loma del escepticismo, contemplan como Caín sigue labrando sólo, de sol a sol, un sol de justicia autoproclamada divina, con la ayuda de algún asno que por no tener no tiene ni quijada. No saldrá de ellos el bajar a ayudarle.

A pesar de ello, si miraran los programas, verían que la mayoría de planteamientos de todo el abanico de izquierdas coinciden en gran manera con sus preocupaciones, y que incluso a veces los programas parecen fruto de un cortar-pegar. Y uno piensa, y les dice: si esto, al igual que yo, es lo que queréis, ¿qué habéis hecho al respecto más allá de anotarlo para unos comicios? Y la pregunta del millón: ¿juntos no sería más fácil? (atención: hablo de la lucha reivindicativa, no de una lista y ni tan sólo un programa). Desgraciadamente, la respuesta a la primera pregunta es: “bien poco, no teníamos tiempo, estábamos ocupados en atacar a nuestros semejantes y a defendernos de ellos”, Y para la segunda, se vuelve a los rumores, empujones y pullas, base de la primera. Más de lo mismo. Y mientras tanto, el todopoderoso afianza su fuerza y la serpiente se va tragando las pocas migajas que nos quedan.

El camaleonismo político de la izquierda

Conclusión: la estulticia permanece. Así que, a la vuelta de las elecciones del 20-D, deberemos seguir insistiendo en que el trabajo conjunto y a diario, es el único camino hacia una futura confluencia digna de tal nombre; una confluencia que permitirá a los cainitas derrotados subir a la colina de la reivindicación y empezar a empujar al unísono con los miles de colectivos sociales que, desde hace décadas, se están rompiendo los cuernos en beneficio del conjunto de la sociedad. Les están esperando.

La web independiente Reivindica analiza las similitudes de los programas de izquierdas, tanto en lo que se refiere a partidos como a colectivos sociales, ofreciendo además información relativa al conjunto de las reivindicaciones que realmente preocupan al votante. En breve aparecerá la comparativa de planteamientos para el 20-D. Un modesto pero necesario instrumento para la confluencia, de producirse algún día.

Antoni Cisteró es socio de infoLibre y autor de Confluyendo - ¿De qué hablamos cuando hablamos de confluencia?

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