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Memoria electoral

Amador Ramos Martos

Con el pistoletazo de salida en la carrera hacia el 20-D, se inicia el proceso de seducción por parte de los políticos de la “masa” –para ellos, anónima– de votantes. La urna electoral, probablemente el elemento más transparente que tiene la política, la “redoma democrática” de la que emanará la expresión de la voluntad popular dentro de 2 semanas.

El voto debiera estar determinado fundamentalmente por el grado de concordancia entre la reflexiva convicción ideológica del votante y la del programa del partido objetivo de su voto. Otros factores como el miedo al cambio de lo considerado como seguro, la dudosa utilidad del voto a partidos minoritarios, la desilusión fruto del sentimiento de engaño de los electores por los elegidos o la simple dejadez de los que viven de espaldas a todo lo relacionado con lo público, son cruciales en un segmento de votantes nada desdeñable: el voto de los indecisos.

La convicción del votante sin embargo, en muchas ocasiones es fruto del sectarismo irreflexivo y acrítico, de la obcecación cuando no de la idolatría ciega. Este “voto cautivo” ideológico, característica de la derecha dura política y que le proporciona un sólido suelo electoral, contrasta con el más cimbreante “voto insumiso”, menos monolítico, más fluctuante y crítico, de los votantes ubicados en el espectro ideológico de la cada vez más anémica izquierda.

En el centro del espectro se sitúa la gran masa de indecisos; tibios amantes de lo seguro y enemigos de aventurerismos salvo en situaciones excepcionales y que intentan sobrevivir sin sobresaltos y plácidamente instalados en el templado e indefinido ideológicamente espacio del centro político.

Sobre esta población de votantes aún maleables -los únicos capaces de engordar la cuenta electoral de resultados- descargan sus estrategias los “gurús” demoscópicos de los partidos en liza. Los que han hecho de su voto una declaración de “fe religiosa política” se dan de antemano por descontados y eternamente seducidos.

La crisis brutal que nos asola, por fortuna, ha hecho añicos el viejo escenario electoral y devaluado a los arrogantes protagonistas del bipartidismo, alumbrando a su vez opciones impensables hace un año.

La crisis ha desnudado al sistema dejando en evidencia la obscena falsedad de sus paradigmas. Quebrado el dogma dominante, han surgido entre sus grietas paradigmas y formas distintas de hacer política, otros discursos y otros protagonistas políticos.

Cada partido, intenta vender a los aún manejables e inducibles electoralmente su propio “mito” político, utilizando para ello como arma de seducción, mensajes articulados en conceptos de alta densidad política; esas “perlas publicitarias políticas” que son los “eslóganes” expresamente diseñados por los gurús del partido, los creadores de espejismos con el único objetivo de atraer al indeciso electoral, el “voto espasmódico” de última hora de los dubitativos.

En este proceso de captación del cuerpo electoral vacilante, se recurre al siempre socorrido señuelo de “mirar al futuro” con renovadas promesas de eficacia y transparencia en la gestión, de decencia, de servicio a los ciudadanos, por parte de los candidatos.

Risueños, con aires de estadistas asequibles y miradas sesgadas de optimismo, desde carteles, vallas, megáfonos, pantallas de plasma, periódicos, emisoras de radio pero sobre todo desde la “viremia electoral” informativa desencadenada en la red de redes mediática que se reproduce exponencialmente sin límites, trataran de hacernos ver y oír una vez más, solo lo que a ellos, y no a nosotros, interesa.

Con un cínico “pelillos a la mar”, vuelven a demandar el voto de confianza a su programa de renovación simulada que nos conducirá eso sí, solo de su mano, a la seguridad y bondad del sempiterno “nuevo oasis” del futuro prometido y nunca alcanzado.

Se recurre al pasado lo justo para entonar autoalabanzas acerca del valor tranquilizador para el votante, de la experiencia de lo seguro, pero disfrazando, ignorando u ocultando sin complejos: la corrupción, los fracasos, mentiras, errores, promesas… todo lo previamente prometido en el ardor electoral precedente y luego incumplido durante la legislatura.

Sembrando eso sí, inquietud cuando no miedo con alusiones intimidatorias que descalifican cualquier atisbo de renovación, con ataques despiadados a los nuevos partidos emergentes y a la falta de experiencia de sus líderes recién alumbrados política y socialmente y que ponen en riesgo –lo más temido por ellos-, el monopolio electoral de su hasta hoy exclusivo universo político.

Todo lo anterior viene a cuento de un dato: el 41,6% de votantes del 20-D no tiene al parecer su voto decidido, esta cifra tan abultada de indecisos –un festín potencial para los cazadores del voto vacilante– de ser real, más que preocuparnos, en mi opinión debiera ilusionarnos.

No todo está sentenciado, votado… ni decidido ciudadanos.

Finalizo con una serie de cuestiones para refrescar la memoria crítica de los indecisos e imprescindible en estos momentos ante el reto electoral “cuchillo en boca” que se avecina:

- ¿Quiénes fueron en origen los causantes por acción colaboracionismo u omisión de la crisis que nos asola?

- ¿De qué parte se posicionaron ante ella nuestros políticos?

- ¿Quiénes han pagado –en el sentido literal de la palabra- la crisis?

- ¿Quiénes han sufrido sus catastróficas consecuencias sociales y económicas?

- ¿Quiénes se han beneficiado obscena e insolidariamente de ella?

– ¿Quiénes han limitado el derecho a reivindicar nuestra dignidad pisoteada promulgando leyes preventivas para amordazarnos?

- ¿Dónde estuvo y está el dique de contención ante los desmanes del neoliberalismo que siempre fue la izquierda socialdemócrata garante de una desigualdad social razonable ?

- ¿Dónde está el estado protector del contrato social para evitar los desequilibrios entre los diferentes grupos y estamentos sociales?

– ¿Cómo pueden demandar ahora nuestra confianza y nuestro voto los políticos de los mercados y los mercaderes que nos abandonaron a nuestra suerte?

– ¿Cómo podemos confiar la gestión de nuestro futuro a partidos corroídos por la corrupción con el silencio cómplice de sus militantes y sobre todo de sus dirigentes?

– ¿Cómo pueden utilizar el argumento de la inexperiencia de los nuevos partidos y políticos emergentes para sacarnos de la crisis, quienes con su larga trayectoria política y “eficaz experiencia” nos han conducido directamente a ella?

– ¿No te has sentido engañado alguna vez al comprobar el valor y el resultado de tu voto libre secuestrado por partidos maniatados por los verdaderos poderes?

– ¿Te has arrepentido en alguna ocasión del partido al que votaste en las últimas elecciones?

– ¿Dónde estaríamos ahora si aquellos menospreciados y ridiculizados “perros-yayos-flautas” de Sol no hubieran entonado sus gritos de digna rebeldía el 15M?

– ¿Tienes memoria votante indeciso?

Si la tienes: reflexiona, vota en conciencia, libremente y sin miedo. Si no la tienes o no quieres recordar, vota cautivo y ciego si quieres, pero luego… no te lamentes.

Amador Ramos Martos es socio de infoLibre

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