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Pactos de gobierno: ¿a Rolex... o a setas?

Amador Ramos Martos

Tras la primera ronda de consultas de los partidos políticos con el “ciudadano Felipe” –como acertadamente afirma Garzón– para intentar formar gobierno, se van aclarando las posturas. El riesgo y dificultad de cada partido y de sus líderes para culminarlo con éxito es variable.

Conformar una mayoría de cambio como exige la mayoría de ciudadanos a sus representantes para dar un giro copernicano a la deriva neoliberal de los últimos cuatro años del Gobierno de Rajoy, es una demanda democrática de tan descomunal nitidez, que el que no quiera verla o entenderla está de entrada descalificado para intentar llevarla a buen puerto.

Ver al personaje Rajoy –tras la actitud absolutista mantenida por su Gobierno y el patio de monipodio en que la corrupción ha convertido al PP en la anterior legislatura– reclamando ahora consenso, acuerdo, diálogo, regeneración y patriótica responsabilidad al resto de partidos… “altura de miras” –concepto al que recurre a menudo– es una desfachatez rozando la desvergüenza política.

No puede invocar la recuperación de lo previamente esquilmado –recurriendo a su “paranoica” mayoría y exhibiendo un falso músculo democrático– quién antes laminó a base de decreto ley el Parlamento, la exquisita separación de poderes del estado y los derechos básicos y bienestar social de los ciudadanos, cumpliendo eso sí, disciplinado y solícito las órdenes de Bruselas, es decir, del Bundes Panzer Bank, de los mercados.

Creo que no merece la pena dedicarle a este autista segundón y falsario personaje ni un comentario más. Mariano Rajoy, un superviviente antediluviano de la vieja y amortizada política, es un zombi político, está acabado, está muerto (RIP).

Desde el otro lado del arco ideológico, Podemos tras su alumbramiento y en el normal proceso de adaptación al “realismo político”, va matizando su inicial y vituperada radicalidad. Sin renunciar a la esencia de su discurso renovador y ético, va puliendo aristas en asuntos qué solo crean de entrada desacuerdos con el PSOE, y que dificultan el demandado consenso para el cambio. Priorizar lo social respecto al problema territorial que hay que abordar también pero en plazos razonables y pactados, debe ser valga la redundancia… prioritario.

El tema catalán –y el vasco que al abrigo de la crisis desencadenada por el primero renace– que tanto chirría, hay que abordarlo sin aplazarlo en exceso, pero no sacrificando el acuerdo de Podemos con el PSOE en el tema mollar del cambio de rumbo político dando preferencia urgente a la adopción de medidas sociales tal como exigen los resultados de las urnas y que haga posible un gobierno más… socialdemócrata en el viejo sentido del término.

No hacerlo, sería una torpeza inexcusable por parte de este partido surgido desde la calle y conformado en torno a políticos que son además, expertos en ciencias políticas.

Lo he escrito en varias ocasiones: “Cualquier demócrata honesto y crítico debería reconocer el papel nuclear de Podemos en el cambio social y político que estamos viviendo”, y el que no quiera reconocerlo, política y democráticamente, es un analfabeto o un sectario.

Pero Podemos en mi opinión, no debe perderse en los bucles accesorios del laberinto en que anda metida desde hace tiempo la política española. Cataluña demanda otro acuerdo, pero son más los demandantes –no catalanes ni independentistas– de una recuperación del estado de bienestar que el PP ha degradado a extremos insospechados durante su legislatura

Degradación cuya responsabilidad única no lo olvidemos, corresponde al sistema neoliberal financiero y cuyo coste, por partida doble estamos pagando los ciudadanos.

El gran “consenso cualitativo” para el cambio de rumbo y de paradigma políticos demandado por los ciudadanos, solo puede venir en torno al PSOE del que he sido y soy expectante de lo que decida muy crítico, y de Podemos, que debe dar tiempo al primero en su etapa nada fácil de reciclaje y reubicación políticos.

Lograr la imprescindible masa crítica parlamentaria que favorezca un gobierno estable, si quieren llamarlo de progreso llámenlo así, pero que regenere desde una visión de izquierdas, ¡hay que decirlo sin complejos!, la degradada situación política y social española tras cuatro años de Gobierno del PP es la clave de bóveda imprescindible para la estabilidad del difícil proyecto.

Deberían de tenerlo -creo que lo van teniendo- muy en cuenta los dos más que plausibles protagonistas de nuestro futuro inmediato. No lograr el consenso tendría más riesgos por el plus de frustración entre los votantes mayoritarios demandantes y exigentes del cambio.

El papel más complicado en este escenario endiablado lo tiene Pedro Sánchez. La historia reciente del PSOE ha supuesto un lastre para cualquier intento de renovación del partido. Aguijoneado desde el resto de formaciones políticas y desde sectores del PSOE por su posicionamiento ante el tema catalán -auténtico nudo gordiano táctico y de desgaste entre partidos- por constituir una pieza fundamental en cualquier consenso, y sabedor de los riesgos que corre sea cual sea la decisión que adopte, Pedro Sánchez –que se resiste a ser manipulado por los cantos de sirena del resto de partidos– intenta reubicar al PSOE en el espacio socialdemócrata previamente abandonado por su excesiva tibieza, y reconstruir un discurso creíble y que no alarme en exceso a los mercados. ¡Un auténtico “encaje de bolillos político”!

Tarea harto complicada para el PSOE en la que se juega su credibilidad ante los ciudadanos y su supervivencia como partido. Pero la salida en lógica política a este dilema, solo la puede encontrar Pedro Sánchez hacia la izquierda, donde el lo sabe bien… le esperan con los brazos abiertos Podemos y… Pablo Iglesias, en minoría respecto al PSOE, pero en lo trascendente de momento, más congruente y con perfil más definido.

El que lo tiene crudo es Rivera en su intento de promocionar con urgencia y como sea, el tripartito imposible PSOE-PP-Ciutadans. Lastrado por su negación a cualquier pacto con Podemos determinado sobre todo por sus posiciones antagónicas en el problema de Cataluña y con un discurso mimético con el del PP que lo aleja del PSOE que busca alternativas al mismo, Rivera, enrocado en su anti nacionalismo, se equivoca de estrategia en el tema de Cataluña y más siendo como es catalán, con el riesgo añadido, de ver reducido su papel al de mera comparsa prescindible en caso de no cuajar el tripartito antinatural que pregona, cada vez menos viable y que lo dejaría situado contra las expectativas iniciales, en un clamoroso fuera de juego político.

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La vieja, monolítica y excluyente política del PP se resiste a desaparecer, los nuevos partidos y el PSOE con matices, parecen haber entendido el mensaje de los ciudadanos depositado en las urnas, pero contaminado todo de entrada por el “asunto catalán”, que es utilizado por todos, en un intento de desgastar al adversario y tratando de obtener más cuota de poder forzando pactos a la medida de cada partido.

Llegados a este punto los partidos pero sobre todo Ciudadanos, poliédrico en exceso y el PSOE indeciso por lo arriesgado de su situación haga lo que haga, deben decidir si en esta búsqueda de pactos, van a Rolex... o a setas.

Amador Ramos Martos es socio de infoLibre

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