Librepensadores

Decidido, me voy de esta Unión Europea

Fachada del Tribunal de Justicia de la Unión Europea

Ángel Dorado

Desde hace muchos años, allá en la juventud, fui partidario de la unión de los pueblos y países europeos en un Estado federal. Así pues, cuando en 1993 se constituyó la Unión Europea por medio del Tratado de Maastricht (Países Bajos) fui uno de los muchos, supongo, que lo contemplé con esperanza para alcanzar el sueño de la Europa sin fronteras. Hoy me siento engañado, decepcionado.

En Europa, antes de Maastricht, se creó un espacio de libertad, seguridad, justicia y solidaridad entre los Estados miembros y entre la ciudadanía europea, además del respeto a los derechos fundamentales de las personas. Por otra parte, la Comunidad Económica Europea, luego Unión Europea (UE), tenía como objeto fortalecer las economías de sus miembros para asegurar la convergencia y para promover el progreso económico. Hoy, eso es un descomunal engaño, puesto que Maastricht impuso el mercado mundial como el único mecanismo de control del déficit.

A ese respecto, Julio Anguita en su día avisó, entre otros, de que la Unión Europea podía correr el peligro de que en lugar de ser un espacio de los pueblos fuese uno dominado por los mercaderes. Yo al menos no le hice caso. Me equivoqué.

Así pues, la euforia europeísta obnubiló a muchos, como mínimo a mí, y aceptamos sin más las bondades de una moneda única, sometida tan solo a criterios monetaristas que no contemplaban para nada el diferente mapa económico de la Europa que se creaba. Es conveniente recordar que la UE surgió de unas élites empresariales y financieras que necesitaban disponer de un mercado común para el que era necesaria una moneda única, el euro.

El problema de Europa se hará crónico si no cambia sus maneras de actuar para reformar la eurozona y rechazar la austeridad. Esta locura económica no puede continuar por siempre. La economía europea es muy ventajosa para las grandes empresas, puesto que son ellas las que se benefician de la supresión de las fronteras internas y de la ausencia de controles, especialmente en el caso del sector financiero. Hoy unos pocos tecnócratas imponen en Europa su filosofía neoliberal. El mundo del dinero español y del resto de Europa llama inestabilidad al riesgo de que no se consiga un gobierno a su servicio, y no al hecho de que aumenten las diferencias sociales y económicas, en definitiva, la precariedad y la pobreza.

Así pues, tengo la triste sensación de que Europa no existe ni como entidad política ni económica, no hay un poder político que conecte sus estados, eso sí, existe, como se dijo, la Europa de los mercaderes financieros sin control.

Cada vez se hace más evidente la encrucijada en la que está Europa, dada sus carencias, no solo en cuanto a la unión monetaria, sino en lo referente a la unión fiscal, económica y social, con lo cual cada uno de los países que forman la UE busca sus intereses propios, mientras que las políticas solidarias no se ven en el horizonte.

En definitiva, creo que no vale la pena pensar en esta Europa si el ciudadano medio no la percibe, si millones de personas no creen que la UE pueda ayudar a mejorar su nivel de vida.

La puntilla a esta Europa: la tragedia de los refugiados.

La UE se enfrenta a la demanda migratoria de los inmigrantes económicos y los solicitantes de asilo. Los primeros intentan escapar de la miseria en países pobres no comunitarios; los segundos huyen de guerras civiles (la mayoría sirios). En cualquier caso, ambas tragedias son difíciles de diferenciar.

Es cierta, la enorme complejidad del fenómeno migratorio para darle una solución simple, pero ello no justifica en ningún caso que la UE esté siendo incapaz de reaccionar colectivamente, mostrando por ello una indecente pasividad.

Así pues, si Europa no actúa con respeto a sus principios fundacionales recogidos en su Carta de Derechos Fundamentales, si se olvida del sufrimiento de los millones de personas por las guerras que asolaron su territorio durante el siglo XX, estará diciendo con rotundidad que no es la Europa solidaria con la que soñaron sus padres fundadores.

Con el restablecimiento de las fronteras en al menos nueve países para limitar el flujo de migrantes se ha suspendido el Espacio Schengen (1995) por el que se garantizaba la libre circulación de personas sin visado en el interior de la UE. Además, varios de esos países despojan a los refugiados de sus bienes tal como el régimen nazi hizo con los judíos. Hoy, por tanto, esta Europa es una unión hostil y mentirosa, una pesadilla que me avergüenza de ser europeo.

Tengamos muy presente que de los 160.000 refugiados que íbamos a acoger en la UE, sólo 500 han podido legalizar su situación. A España han llegado 18 de los más de 15.000 que iban a venir. Otro dato, en 2015, 5.933 personas murieron en el mar buscando una vida mejor, el 30% eran menores. Y qué decir de los 10.000 menores que han desaparecido parece ser que secuestrados por mafias que trafican con personas.

Cuando no es una urgencia política el respeto a la vida humana, así como tampoco la solidaridad con los refugiados, cuyo sufrimiento es insoportable, Europa está mostrando su cara más siniestra.

El actual proyecto de la UE tiene una enfermedad política, debido, en mi opinión, a que está laminando los valores de equipo y solidaridad, lo cual provoca el aumento de la xenofobia y el racismo y, como consecuencia, el crecimiento de la extrema derecha, el fascismo y el nazismo. En definitiva, la UE no es más que un proyecto económico de una élite, que únicamente responde a los intereses del capital financiero.

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Hoy es difícil pensar que sea posible otra Europa, puesto que cada vez se ha hecho más compleja su evolución. Así pues, por lo expuesto, y aunque sea un brindis al sol, he decidido irme intelectual y políticamente de esta UE. No obstante, desearía regresar lo antes posible, pero me temo que no corren buenos tiempos para que Europa pueda recuperarse de todo lo que hemos retrocedido en los últimos años.

Lo dicho, de momento esta Europa no me merece, así que me voy.

Ángel Dorado es socio de infoLibre

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