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Iglesias, el tiro por la culata de la Conferencia Episcopal

Fernando Pérez Martínez

Corrían los años del bipartidismo. Zapatero humillaba en las urnas a la algarada conservadora, liquidaba el asunto del terrorismo de la ETA, ofrecía talante conciliador y no asfixiaba las redacciones de los informativos de los medios de comunicación públicos con punzantes exigencias parciales.

Llegó la estafa internacional que nadie supo llamar por su nombre, prefiriendo bautizarla como a las catástrofes naturales, con un nombre distorsionador: “crisis” la llamaron y se procedió a regalar nuestro dinero, el de todos los españoles a los babosos dilapidadores del dinero público para financiar tropelías privadas y favores políticos perpetrados con pólvora ajena.

Era el momento de descabalgar a Rodríguez Zapatero que metía el resuello en el cuerpo de la carcunda, temiéndose la edición de otras cuatro legislaturas bajo el síndrome Felipe González, versión Zapatero.

Sacaron toda la artillería para cargarse la amenaza que aflojaba el vientre tiñendo de sombras brunas la íntima lencería de las aguerridas huestes conservadoras. La Iglesia Católica echó el resto desde sus medios audiovisuales, ahora o nunca, y su aportación no fue pequeña. Taimada, sutil. Destinada a fraccionar más a la izquierda. Capaz de dividir el voto socialista, reduciendo el techo alcanzado por los socialistas a la mitad, condenando a la irrelevancia electoral para muchas legislaturas a las candidaturas de los rojos. Pero algo salió mal.

La operación consistió en elegir en el mercadillo de líderes izquierdosos que propició el 15-M un personaje capaz de arrebatar a la parroquia del PSOE un porcentaje de votos que redujese sensiblemente su músculo electoral en cantidad superior a la sangría con que la corrupción y sus pompas reducía la previsión en las urnas que iba a afectar al PP.

Con limpiarle al PSOE entre un 15 y un 20% del voto joven y urbano, sería suficiente para garantizar la reelección de “Mariano el hombre sin discurso que derrotó a Zapatero”.

Así que desde la cabeza de puente que tiene la derecha católica en el espectro televisivo de izquierdas, se decidió promocionar a un joven político universitario con tirón mediático, discurso radical y carisma de acampado en la Puerta del Sol del 15M, piercing y coleta.

En horario de máxima audiencia se le dieron minutos para que hiciese guantes con los pesos pesados de la caspa televisiva, contestando con desparpajo y un discurso nuevo por clásico que descolocaba a los líderes mediáticos de la derecha incontestada. Se pudo elegir a otras estrellas en ascenso de la acción popular, como Ada Colau que por aquellos años ganaba puntos expresando la conclusión a que había llegado la anónima progresía respecto a la indecencia criminal que exhibían los bancos desahuciadores con el apoyo de la fuerza pública.  

Los gurús de la ciencia electoral de la Iglesia católica y de derechas debieron considerar menos letal, de espectro más limitado, a Iglesias. El nombrecito también tenía tirón mediático, así que Pablo María Iglesias Turrión, pasó a ser bajo la luz de los focos de las tertulias políticas de La Sexta, Pablo Iglesias, el azote dialéctico, del periodismo deportivo reconvertido en crónica parlamentaria y de los resudados espectros de la prensa monárquica especializada en vitorear al candidato de la banca. Pablo Iglesias sería la expresión política que el 15M hizo surgir cuajado en un discurso, que arrebataría al PSOE el pico electoral que asegurase al PP la victoria.

Luego vinieron oleadas de chapapote corrupto que tiznó al PP, sentando en los banquillos de cuantos tribunales de justicia se vieron aludidos por tanta actividad financiadora de la máquina electoral del partido de Mariano y sus antecesores. El ánimo de lucro por lo civil o por lo criminal, de tanto líder del partido a niveles máximos, alcaldes, consejeros, senadores, ministros, vicepresidentes, presidentes…, erosionó la imagen de eficientes gestores de la cosa pública, dejando al descubierto las tramas diseñadas para esquilmar el estado del bienestar en beneficio del partido y de los particulares que lo financiaron interesadamente.

El éxito limitado que se auguraba al partido de Iglesias, para roer el voto socialista se les fue de las manos. Hubo que improvisar un Podemos de derechas y así se determinó la merdé que en la actualidad tenemos en los telediarios.

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Nunca olvidaremos lo cerca que estuvimos de disfrutar los resultados de la acción política de la derecha, cuando el tiro de la operación Iglesias, les salió por la culata.

Lo mejor es que esto aún no ha terminado, todavía podemos deleitarnos con la segunda parte, que todavía está por escribir. ”Cuando la derecha católica conspiró para hundir al PSOE en favor del PP y consiguió el triunfo de un gobierno de izquierda renovada". 

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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