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¿Derecho de pernada consuetudinario democrático?

Amador Ramos Martos

El resultado depositado por los votantes en las urnas el 26J es legítimo e inamovible. Con algunas limitaciones, el sistema democrático articulado sobre el paradigma básico, que nadie cuerdo democráticamente se atreve a poner en duda, “un ciudadano/a un voto”, es el mejor de los sistemas de representación de la voluntad popular en el mundo civilizado.

La democracia sin embargo, y como la historia en ocasiones nos ha demostrado, no siempre garantiza que su ejercicio por el conjunto de los ciudadanos libres, impida el acceso al poder de formas anómalas o aberrantes del mismo con consecuencias no siempre beneficiosas para el cuerpo social e incluso en algunas situaciones históricas, catastróficas y que paradójicamente, pueden acabar sepultando derechos ciudadanos básicos, la legitimidad del proceso democrático y provocando violentamente el caos. (Hitler no deberíamos olvidarlo nunca, llegó al poder en un proceso democrático). 

Ahora bien, los receptores de la voluntad popular en un sistema parlamentario como el español, tienen la libertad buscando alianzas, de asociarse libremente mediante un acuerdo- compromiso pactado con el objetivo final del bien común ciudadano que siempre debiera ser protegido –no siempre es así- de espurios intereses partidistas y/o puestos al servicio de poderes minoritarios y en absoluto democráticos.

El fracaso del proceso para conformar gobierno tras el 20-D –que cada partido haga sus reflexiones y valore su responsabilidad en el mismo- nos ha conducido de nuevo tras el 26-J a un escenario similar –con cambios cuantitativos electorales que no siempre suponen mejora política en lo cualitativo- donde los argumentos esgrimidos por cada partido para legitimar su derecho a formar gobierno, van a ser variopintos –ojo a las hemerotecas de lo antes dicho y prometido- como variopintos son los pactos posibles entre partidos en su intento legítimo para lograrlo.

Que quede claro, el resultado del PP, aumentando hasta 137 el número de diputados en el Congreso –y su mayoría absoluta en el Senado–, son cuantitativamente legítimos, pero en mi opinión, más que desilusionante, el resultado electoral del PP me parece inquietante, muy inquietante, sobre todo, valorado desde el punto de vista cualitativo democrático del innegable libre derecho al voto de cada ciudadano. 

Y voy al grano. Repasando la historia de escándalos en los que el PP le guste o no y quiera o no reconocerlo, con algunos –demasiados en mi opinión- de sus antiguos o aún en activo: ministros, presidentes o consejeros autonómicos, diputados, alcaldes, concejales, militantes... hay suficientes evidencias de la existencia de una trama, de perfiles mafiosos, edificada en connivencia obscena con una panda de delincuentes -que con las puertas abiertas de par en par por los presuntos vigilantes del interés común - para saquear lo público en beneficio de ambos.

No creo que a estas alturas, a nadie decente y crítico, le queden dudas acerca de la legitimidad ética del PP para erigirse –como pretende- en referente político de nada y me gustaría añadir también que de nadie.

Pero los resultados electorales del 26J de forma paradójica y democráticamente desconcertante, han venido a darle al PP y a Rajoy una “palmadita en la espalda”. Sus votantes constituidos por una monolítica parroquia, en vez de recriminarle autocríticos sus corrupciones, no han dudado y es lo inquietante de forma sectaria y acrítica... premiarle con una renovada cosecha de votos.

Las hemerotecas, a las que habría que hacer un monumento, guardan los hechos acontecidos relatados y contrastados sobre evidencias mediáticas incontestables, así como el papel desempeñado por los protagonistas del expolio, muchos jurídicamente bajo sospecha, cuando no imputados a la espera de juicio... o como otros desde hace tiempo a la sombra y ya en la trena

Todos estaba reflejado en las hemerotecas, a disposición de los que consciente –sería lo grave- o inconscientemente –sería inexcusable- decidieron ignorarlas y volvieron a apuntalar otra vez y al alza, es lo inquietante, su ciega “fe política” en un partido el PP con Rajoy a su cabeza, trufado por la corrupción hasta la médula.

Cualitativamente, la calidad del voto de aquellos ciudadanos que exoneran con el mismo de responsabilidad política la falta de ética -por acción de algunos o por omisión cómplice de muchos otros- de sus representantes, será todo lo legal que se quiera pero degrada éticamente el voto, al votante y en cierta forma, deslegitima a ambos democráticamente.

La degradación de la calidad democrática consecuencia de la degradación ética de sus ciudadanos, por la tolerancia ante la corrupción política de sus “elegidos”, es uno de los factores de riesgo –quizás el más peligroso- que da acceso a formas malsanas o aberrantes de políticas altamente tóxicas y de dudosa legitimidad democrática.

Los resultados electorales del 26-J han venido a dejar en evidencia, al menos en mi percepción personal sobre el hecho, es que muchos ciudadanos –no la mayoría- han dado al PP argumentos políticos cuantitativos para seguir ejerciendo –lo hizo durante la anterior legislatura- su “derecho de pernada” (RAE 3. m. coloq. Ejercicio abusivo del poder o de la autoridad) que se ha instalado en nuestra cultura política y de forma amenazante para democracia como un “derecho consuetudinario” (RAE 1. m. introducido por la costumbre).

Lo que no significa ni implica, que el resto de no votantes del PP -sumando son mayoría absoluta - tengamos democráticamente la obligación de aceptarlo. Para contrarrestar o resistirse a esta anomalía democrática disponemos del legítimo derecho constitucional, parlamentario y democrático de tratar de buscar otras alternativas más representativas mediante pactos.

Entiendo que el panorama político no es muy alentador en este sentido pero flaco favor harían a nuestro país y a sus sufridos ciudadanos aquellos que se llenan la boca con el argumento del cambio, del progreso, de la regeneración... si luego, narcisistas, desconfiados y cínicos, son incapaces de llegar a un acuerdo que ponga límites al desafuero democrático que han supuesto estos cuatro años de gobierno del PP y que han desarbolado nuestro bienestar, nuestros derechos y nuestro futuro.

El PSOE con su problemático y jacobino comité federal y Ciudadanos con su dudoso ¿creíble? discurso progresista y regenerador –que mama de la teta ideológica del PP y de su desfasado españolismo- lastran la posibilidad de entendimiento con Unidos/Podemos más por motivos en la forma de entender el problema territorial español, que por otras diferencias –que las hay- en otros aspectos de sus respectivos discursos políticos.

Y finalizo con una frase de Bernard Shaw que viene como anillo al dedo en las actuales circunstancias postelectorales: “La democracia sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida por la elección hecha merced a una mayoría incompetente” .

Cómo ciudadano, les exijo –no les pido- a estos tres partidos que hagan juegos malabares políticos si es necesario... ¡que nos salven, coño, de otros cuatro años más de lo mismo!

Amador Ramos Martos es socio de infoLibre

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