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Trump no sorprende ya

César Moya Villasante

Soy todo lo contrario a lo que representa Trump, pero comprendo lo ocurrido. La gente normal está harta de unos políticos que dejaron de existir hace muchos años, ya vendidos al único dios existente, el dinero. Una separación de dos sociedades distintas en las que la atacada también vota, y lo hace al primero que se presenta, aun diciendo sandeces. Porque se vota, no a favor, sino en contra de lo que hay hasta ahora. Pero no hay que temer. Trump hará alguna excentricidad al principio y luego se limitará a lo que le digan los lobbies del poder económico, que es lo que estamos haciendo en el mundo occidental hace muchos años. Desde que dejaron de ejercer los políticos.

Aquí, en España, seguramente el PP está encantado, aunque lo disimule como tanta gente, porque curiosamente Trump representa, como altísimo empresario, ese neoliberalismo que no se ha expresado con sinceridad hasta su llegada. O sea, xenófobo, machista y muchas cosas más que, en el fondo, es su verdadero sentimiento pero que lo disimula al estar en un proceso que se llama democracia, en donde puede imperar la justicia, el orden y el respeto a la dignidad de la persona. Pero eso sabemos que ahora no se está respetando, sobre todo la dignidad personal que cae con unos salarios que atentan contra todo. Y esto es lo que tenemos.

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Lo verdaderamente extraño es que todos los que han votado a Trump –para protestar contra lo que hay– votan al que representa lo peor de lo que ocurre, pero es que nadie asegura un mundo mejor, ni a la derecha ni a la izquierda porque el auténtico problema del mundo occidental es que los políticos no hacen su trabajo. En Europa lo vemos muy bien. Quien decide aquí, a excepción de Merkel o Draghi, son los hacedores del trabajo sucio que piden los lobbies, esa cosa extraña así llamada, que no son más grandes poderes fácticos de las finanzas que manejan la bolsa del mundo, las guerras y todo lo que se mueve, algo que empezó con Bush en aquel abrazo de las Azores por el que aquí nadie pidió perdón y hubo ciertos parlamentarios, muchos, que aplaudían la decisión. Ahí se perdió la política en favor del único valor existente: el dinero. Y murió la ética, la moral, la solidaridad o la dignidad del género humano. Es lo que hay.

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César Moya Villasante es socio de infoLibre

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