Librepensadores

Y ahora ¿qué hacemos?

Javier González Sabín

Vivimos uno de esos momentos, que siempre parecen eternos, en los que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Gramsci decía, y no se equivocaba, que es en ese claroscuro donde nacen los monstruos. Desde mediados de siglo XX, ya han nacido unos cuantos. ¿Pero qué hacemos ahora, en esta Europa, estancada por lo viejo y amenazada por los monstruos, que ya no garantiza el futuro de nadie?

El mundo actual se ha construido con herramientas globalizadoras. Instrumentos, sobre todo tecnología, que permiten la proyección del sistema a escala mundial. Y más aún desde la caída del muro, que ha disuelto la separación del mundo en dos grandes bloques. Nos parecemos en algo al mundo clásico, a esa disputa por el dominio global entre Roma y Cartago que se disuelve con el triunfo romano. Pero la cosa va mucho más rápida, tanto que a veces nos despistamos, paramos a entendernos a nosotros mismos, y no vemos que todo cambia.

Nos hablan mucho de globalización, tanto que hasta parece nuevo. Me parecen bien las teorías a favor del concepto, quizás no tanto sus detractoras. Pero cada vez me interesan menos, porque el problema no está en globalizar, sino en qué se globaliza. ¡Claro que lo global es positivo, incluso necesario, y que unidos seremos más fuertes, y que el progreso sueña un mundo sin fronteras! Pero déjense de utopías: ¿Qué ha globalizado la Unión Europea desde los 80? Simplemente las políticas neoliberales, simplemente el mercado. Y con el fracaso del neoliberalismo (crisis de 2008), está llegando el fracaso de la UE, el de la globalización de un mercado sin regular.

Me sorprende que pese al fracaso, los neoliberales ganen elecciones en algunos países de Europa. En España, en Reino Unido, en Alemania…convencen con una especie de proclama de “o yo o el caos”, pero desde el caos. Es curioso. Ganan llamando a la resistencia de lo que han destruido. Aunque ya no ilusionan: el neoliberalismo es lo viejo, y acabará de morir.

Veo con más preocupación el auge de los nacionalismos. Siempre suelo decir que la gran paradoja de la humanidad es que la causa de sus mayores tragedias son dos cosas imaginarias: las fronteras y dios; la religión y el nacionalismo. ¡Claro que me preocupa el fenómeno Trump en Estados Unidos! Pero me preocupa más que quienes lo comparaban con Hitler hoy asumen la misma política que Francia y Reino Unido en la década de 1930: permisibilidad y apaciguamiento. ¡No hagamos nada y esperemos a que se calme! ¿Les suena? Ahora que Trump ha ganado, ya no es el fascista aliado con lo más oscuro de Estados Unidos. No, ahora es un populista, algo teatrero, al que le gusta montar bulla. Ni tampoco es ese desquiciado metido a político que promete barbaridades…tampoco, ahora es un presidente con poca experiencia al que no le van a dejar hacer nada. ¡Hasta que va, y lo hace! Y lo volveremos a lamentar. A veces, pienso que el ser humano se intenta convencer tanto de que hay algo bueno en lo malo que, cuando no lo hay, lo achaca a su propia ignorancia y acaba por someterse.

Pero hay quien dice que lo de Trump no es tan malo, que va a poner fin al neoliberalismo americano y esas cosas que suenan a revolución. ¿De verdad alguien se cree que un magnate del 1% transformará la economía de libre mercado? ¿O acaso no han visto que los grandes ejes del mercado (industria de armas y fármacos) se van a potenciar con su política económica?

Por primera vez en la historia, un presidente americano y uno ruso tienen afinidad política. Y es comprensible: el nuevo eje Moscú-Washington (y miren que se me hace raro decirlo) va a influir en Europa para sumar aliados. Nacionalismos aliados. Le Pen en Francia, Wilders en Holanda, Haider en Austria, etc. ¿Nos vamos a quedar de brazos cruzados como europeos? Ya lo hicimos una vez, y nos salió bastante caro.

La Europa del futuro será una Europa enfrentada, por mucho que nos pese. Se enfrentarán los neofascismos, contrarios a la unidad, con otra línea de pensamiento. ¿Cuál será esa línea? Dependerá de nuestra acción, o de nuestra inacción. Si no hacemos nada, será el neoliberalismo, que, viejo y fracasado, no podrá enfrentar desde el caos la demagogia del nacionalismo. Será una batalla entre lo malo y lo peor, algo parecido a lo que hemos visto en Estados Unidos.

Europa no debe seguir basando su desarrollo en una política de inversión privada y que fomente, únicamente la globalización del mercado. ¡Hay que crecer desde la unidad política y un ámbito público común! Necesitamos una alternativa a la crisis neoliberal, a la vez que al fascismo. En España, Grecia o Portugal la hemos construido, pero todavía no es suficiente. Necesitamos que sea global, que haga de la globalización una herramienta para expandir las políticas sociales y los Derechos Humanos a escala mundial. No es una utopía, es una respuesta: ante un mercado internacional, necesitamos un poder público también internacional, incluso más fuerte que el primero.

Necesitamos no más Europa, sino una Europa más democrática, más pública. Una Unión que no sea un instrumento de las políticas neoliberales, que se vuelque en defender la cohesión social, la unidad política y la defensa del bienestar común. Y no lo digo solo por la felicidad de millones de ciudadanos, sino porque una Europa socialmente cohesionada y con unidad democrática, es capaz de transformarse en una potencia que no dependa de las políticas estadounidenses y rusas.

Tenemos que recuperar el espíritu democrático de las instituciones europeas. ¿Acaso hay que dejar su potencial en manos de la Merkel y el libre mercado? Construyamos nuevos mecanismos que defiendan lo público frente a libre circulación de capitales. ¡Exijámoslo desde el Parlamento Europeo; desde gobiernos que apuesten por esta tercera vía! Hay que cambiar Europa, hacerla más fuerte desde el progreso y la defensa de los Derechos Humanos. ¡Dejemos de ser ese experimento raro del que se han aprovechado un puñado de empresarios y banqueros!

  Javier González Sabín es socio de infoLibre

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