Librepensadores

El sindicalismo degradado

Fernando Pérez Martínez

En estos años de plomo para la clase trabajadora resulta llamativa la dulzura con la que el sindicalismo post 1988, por fijar un margen temporal, interpreta una realidad laboral que lleva pintando en bastos desde entonces.

A continuación de la primera huelga general que se planteó a un gobierno socialista, tras la recuperación de las libertades democráticas, la coyuntura tecnológica y financiera han procurado un espejismo, primero la conocida burbuja especulativa del ladrillo, que con la expansión inmobiliaria hizo creer en una falsa estabilidad de crecimiento económico indefinido y abundancia de puestos de trabajo de mayor o menor o ninguna cualificación, después, sin la presión del otro lado del Telón de Acero, el capitalismo no necesitó maquillar su ambición criminal y se tiró a fondo.

La respuesta sindical se centraba en reclamar testimonialmente puestos de trabajo estables y de calidad. Durante los años 80 el sindicalismo buscó su sitio como sindicato de servicios. Los obreros tenían dinero y el destajo de la construcción y empresas conexas daba para ir a Cancún de vacaciones. Así que el sindicalismo se metió en fangales de promoción de cooperativas de viviendas no al alcance de cualquier trabajador, pagando un precio muy alto en credibilidad.

Cuando la trampa empezó a petar en EEUU, las financieras españolas que como corderillos desavisados, habían puesto los caudales que sus clientes les confiaron en la cesta que Standard & Poor's y similares, calificaban como solvente de la muerte, los sindicatos reclamaron a los gobiernos nacionales lo que era competencia de empresas multinacionales y responsabilidad del capitalismo especulador con sede en Wall Street, la City londinense, el Deutsche Bank Twin Towers Frankfurt (Germany) y otros actores, con la inestimable ayuda de nuestros grandes estadistas encaramados a los asientos del Consejo de Ministros y dueños del BOE, desde el que bendijeron cuanto atropello a las leyes se produjo y estimaron pertinente. Gobernantes bobalicones capaces de saber a qué pueblo, a qué nación hay que sacrificar por la supervivencia del sistema y no dudaron en favorecer ilegalidades, que en estos días se juzgan en los tribunales españoles que aparentemente se esmeran con sus sentencias en dotar a los delincuentes de un aura de respetabilidad.

Los sindicatos enfangados en vergonzosas operaciones de financiación ilegal, en el mejor de los casos, no pudieron responder por boca de sus más cualificados representantes. Al parecer tenían bastante con tragar el resultado de sus corruptelas a todos los niveles, como para poder decir, con alguna autoridad, esta boca es mía.

Los tiempos en que a la clase trabajadora le llueven palos por todas partes llevándola a escenarios desconocidos en Europa Occidental desde hace cien y doscientos años, han encontrado a los dirigentes sindicales con los calzones a media pierna y las manos untadas de cuanto había en el bote que el sistema capitalista puso a su disposición.

No menciono nombres que están en la cabeza de los trabajadores conscientes. No promoveré el hooliganismo antisindicalhooliganismo, pero si diré a quienes estén a punto de tirar la toalla pensando que la solución pasa por borrarse de la cuota que se paga al sindicato de cada cual, que los sindicatos deben ser recuperados por los trabajadores, sacando con pacífica contundencia a los puercos impostores que han consentido cuando no propiciado esta situación.

La Unión Internacional de Sindicatos está por hacer. Nos va en ello el futuro. El ataque a los derechos de los trabajadores no se defiende desde trincheras nacionales, sino coordinadamente con los trabajadores de los países cuyos gobiernos, igual que el de España, se manifiestan incompetentes y corrompidos por el capitalismo salvaje, que bajo disfraz liberal, no necesita leyes para tomar lo que ambiciona sin cortapisa desde los tiempos previos a la revolución bolchevique.

Próxima estación: TTIP y similares. Y, nosotros, esperando que la primavera llegue y lo arregle todo. __________________

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

Más sobre este tema
stats