LIbrepensadores

Socialdemocracia... ¿dónde estabas?

Amador Ramos Martos

La socialdemocracia, en su juego perverso de aproximación al neoliberalismo, un coqueteo para ella excitante– el poder económico debe provocar una atracción erótica- fue difuminando su viejo mensaje que los aduladores neoliberales le hicieron creer caduco, para finalmente, seducida por aquellos, acabar hundida en sus contradicciones.

Contemporizar con los adversarios ideológicos como hizo Tony Blair con su “tercera vía”, solo trajo como consecuencia precariedad económica y laboral para muchos ciudadanos europeos dejando el proyecto común de la vieja Europa hecho unos zorros.

Tony Blair, iluminado gurú y gran profeta de la antinatural cópula ideológica, tras abandonar su cargo de primer ministro de Gran Bretaña, inició su rentable peregrinaje cantando y contando, a precio de oro, sus bondades en los círculos de poder que recurrieron a él como agua de mayo mientras él... hacía su agosto.

Como consecuencia del engendro blairianoblairiano, la socialdemocracia y Europa se fueron a la mierda (tengan cuidado con esta palabra multiuso y de múltiples significados según contextos pero que pueden llevar a algunos de sus usuarios ante los tribunales) mientras Blair, el “híbrido seductor ideológico” en absoluta concordancia con su mensaje... se hizo multimillonario. Un proceso en el que demostró una ejemplaridad ideológica y congruencia económica intachables.

La crisis desencadenada en 2007 (¡hace ya una década de aquello!, ¿se acuerdan del vídeo premonitorio en tono de humor The last laugh, que

​​clavó lo que luego está aconteciendo?) ha sido responsabilidad en gran parte de aquellos que debieran haberla previsto e impedido con medidas legislativas protectoras que acotaran a unos poderes financieros, que desmadrados ante la desregulación a la baja por parte del poder político, les permitió disfrutar de El Dorado económico a costa del hundimiento del sistema de bienestar europeo. Un modelo surgido del pacto entre ambos poderes tras la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial.

Probablemente, estamos sufriendo los efectos de una tercera guerra mundial económicatercera guerra mundial librada entre un entramado de poder financiero monolítico y ubicuo a nivel global -el modelo neocon, al que la politóloga Susan George en su libro El pensamiento secuestrado reconoce que en su evolución ha pasado de “red a galaxia”- y el poder político.

Un descomunal latifundio global de intereses económico-financieros que ha ido minando a un poder político minifundista, atomizado en sus intereses nacionalistas particulares, incapaz de hacerle frente de forma coordinada, y en parte, seducido –lo más grave- por aquél. De aquella moderna y audaz tercera vía blairiana... estos desmanes neoliberales y estas precariedades actuales.

No ha sido necesario en esta tercera guerra mundial económica el recurso a la fuerza militar explícita ni al uso de bombas atómicas, tampoco el conflicto ha sembrado el campo de batalla con 50 millones de cadáveres, pero no creo que nadie medianamente informado y crítico, ponga en duda que el estallido de la doble burbuja financiera e inmobiliaria en 2007dos burbujas atómicas económicasatómicas- volaron el equilibrio cada vez más precario entre un poder político debilitado y un poder financiero crecido.

El resultado del doble estallido: la quiebra de un sistema que creíamos puerilmente decente y bajo control político.

Consecuencia indirecta de este explosión económica, fue la implosión social y la aparición de una legión de parados, trabajadores frágiles y unas clases medias empobrecidas con la finalidad de seguir alimentando la codicia sin límites del modelo neocon originario de la crisis, vencedor indiscutible de esta guerra sin ríos de sangre, pero con consecuencias de una crueldad social implacable que ha limitado a ciudadanos y trabajadores, a la condición de zombis alienados en su precariedad, incertidumbre y necesidades. Reducidos simple y llanamente en un proceso de deshumanización y degradación de sus condiciones laborales a la categoría de parias excluídos de... ¿neo-esclavos?

La crisis, digan lo que digan los gurús protagonistas del desastre reconvertidos ahora en nuestros salvadores, no ha cesado. El PIB (la riqueza creada por un país) –la cifra mágica que mide su crecimiento, el becerro de oro invocado por los ministros de economía para justificar sus atrocidades- parece que va trimestre a trimestre y décima a décima levantando cabeza, pero en paralelo, no baja el número de parados de larga duración y sigue aumentando el número de subempleados con salarios que no garantizan alejarse del riesgo de exclusión social o salir a los que ya la sufren, de la pobreza.

Un escenario que alimenta una desigualdad social desenfrenada que aborta -la pobreza es una forma socio-económica de aborto- el futuro y el desarrollo de muchos seres humanos, sin que este hecho, escandalice a tantos “neocon” farisaicamente escandalizados por la única versión de interrupción del proceso de desarrollo humano motivo para ellos de escándalo.

Patrocinar esta desigualdad con un discurso perverso y antihumano, es lo más obsceno de la moral “neocon” y que nadie honesto y civilizado debiera justificar éticamente. Este creciente desequilibrio fruto de un injusto reparto de la riqueza, es lo que todos los responsables económicos de la crisis callan de forma indecente y cínica.

En este contexto de fractura social y económica, el crecimiento del parámetro estrella, el PIB, no garantiza que sus beneficios se repartan homogéneamente entre la población como deja en evidencia otro parámetro, el GINI (que mide la desigualdad en la distribución de la renta nacional entra la población) y al que no suelen recurrir en sus declaraciones públicas nuestros sesudos y engolados ministros de economía -incluido nuestro ministro de Guindos- simplemente porque no les interesa contar una verdad que desmonta y distorsiona el tinglado argumental que pregonan subido –en el caso de nuestro ministro- al árbol coincidente con su nombre.

De Guindos, encaramado en su árbol, sigue ufano, predicando su postverdad: la recuperación por la senda del crecimiento del PIB, pero ignorando a sabiendas que como indica el molesto GINI no es luego justamente repartido. El ministro empecinado en su PIB, sin caerse de su guindo, sigue ocultando a sabiendas lo que no quiere reconocer, pero que es evidente para muchos el vergonzante GINI.

El PIB crece arañando decimales, pero las rentas financieras y las del trabajo siguen divergiendo. Las primeras, superada la crisis que los ciudadanos hemos pagado a escote a los poderes financieros que la causaron, siguen escalando en el gráfico. Por el contrario, las segundas, las rentas del trabajo, de las que depende salir de la precariedad cuando no de la pobreza y mejorar las indignas condiciones laborales y salariales de los sufridores de una crisis no provocada por los trabajadores, siguen hundiéndose y alejándose de las financieras en el fondo del mismo.

Plusvalía llamaba a este injusto reparto de la riqueza el marxismo, enterrado prematuramente por la versión postmoderna de la socialdemocracia y que habrá que reinterpretar en una versión adaptada a los nuevos tiempos. Las “élites extractivas” financieras, guste o no el concepto, están dándose un festín económico –obteniendo plusvalías salvajes, no las razonables de un capitalismo productivo y social- a costa de los sufridores de la crisis, víctimas de los daños colaterales originados por sus políticas económicas.

Este saqueo fue el que la socialdemocracia a nivel global –confiada y debilitada en exceso ante la invasión subrepticia del poder político y de los poderes del estado por la “galaxia neoliberal” en palabras de Susan George- no supo o no quiso ver, evitar y tampoco paliar. Al contrario, colaboró a pies juntillas en la aplicación de las medidas antisociales -equivocadas según la opinión de muchos economistas de prestigio- marcadas desde la Troika y que recortaron y siguen recortando nuestros derechos sociales y laborales, para dar oxigeno financiero a los responsables de la crisis.

Mientras la socialdemocracia coqueteaba con el liberalismo, el sistema social del estado de bienestar, el pacto social que hubiera debido ser intocable excepto para mejorarlo, se desmoronaba ante sus ojos, pero no pudo o no quiso verlo, estando como estaba, ensimismada en su modelo de transición ideológica por la “tercera vía” una vía muerta... mirando hacia otro lado.

Mientras el contrato social se diluía y con él la posibilidad de un futuro más equitativo y más justo, socialdemocracia, ¿dónde estabas?

Amador Ramos Martos es socio de infoLibre

Más sobre este tema
stats