Elecciones 20-D

Ciudadanos secuestra ‘La London’

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, y el economista Luis Garicano.

Andy Robinson (Ctxt)

Citar tu pasado en 'La London' jamás falla si quieres progresar en España. Yo lo he hecho en numerosas ocasiones haciendo alarde de mi modesta BSc Economics (Sociología) de 1984, sin mencionar aquella vez que intentamos encerrar al director Ralph Dahrendorf en su despacho en una protesta contra las subidas de los alquileres en las residencias estudiantiles. Y Albert Rivera sabe muy bien que, con el hastío que se siente en España respecto a todos esos tertulianos a sueldo de un grupo empresarial u otro, contar con los servicios de un catedrático de pedigrí anglosajón de la LSE como Luis Garicano vale mucho. “Nuestros asesores (…) dan clases en Nueva York o en Londres y ellos (el PP) tienen a Floriano”, dijo Rivera en Televisión Española mientras defendía el plan de Ciudadanos de bajar el impuesto a las rentas mas altas del 46% al 43% (dos meses antes quería bajarlo al 40%), desregular aún más el mercado de trabajo español, y oponerse a subidas del salario mínimo.

Cada vez que se cita a Garicano en los medios, se le identifica como economista de la London School of Economics, merecedor de admiración instantánea. Sirve para el lector español y el internacional también, ya que Garicano abonó el terreno para la segunda revolución neoliberal en España al convertirse en 2010 y 2011 en el experto más citado de diarios como The Wall Street Journal y el Financial Times, cuyos periodistas aprovechaban el excelente inglés del economista español para ahorrarse buscar la traducción de frases como “bloated welfare state” o “rigid labour market”.

Lo cierto es que jamás desde la era de Sidney y Beatrice Webb se había hecho un uso tan politizado de la LSE como el de Ciudadanos. Los Webb –para quienes no tienen a mano Wikipedia–, fundaron la LSE en 1895, un centro de estudios de las entonces subversivas ciencias sociales. 'La London' sería un complemento del otro proyecto de la pareja de socialistas Fabian: crear un partido político que representaría al movimiento trabajador y los nuevos sindicatos de masa. El resultado seria el Partido Laborista, cuyos gobiernos establecerían después de la Segunda Guerra Mundial un sistema progresivo de impuestos para redistribuir la renta, un Estado del bienestar que incluía hasta aquellas gafas de pasta de la National Health Service, la nacionalización de las empresas estratégicas, y la creación de un sistema de convenios colectivos para evitar la competencia salarial destructiva y deflacionista. Beatrice Webb, por cierto, acuñó el termino “collective bargaining” (negociación colectiva).

Para Ciudadanos, el uso de las siglas prestigiosas de 'La London' tiene otro objetivo. Dan un barniz de pragmatismo anglosajón a su programa de desregulación laboral y recortes de impuestos para las rentas altas, un maquillaje tan eficaz como los reflejos de ojo photoshop en los retratos tamaño edificio de Rivera en Atocha. Para convencer a aquellos jóvenes españoles hartos de su mediocre élite, funciona de maravilla si cuentas con asesores de universidades anglosajonas, que hablen inglés y no lleven gomina en el pelo. Es la fórmula perfecta para que nadie se dé cuenta de que lo que propones es exactamente lo mismo que lo que proponen los mediocres que no hablan inglés y llevan gomina en el pelo.

Rivera (o sea, Garicano) considera que los recortes de los impuestos sobre las rentas mas altas, y la desregulación del mercado de trabajo, y el desmantelamiento de los convenios colectivos, es una manera de mejorar los incentivos económicos. Incentivos, es la palabra predilecta de Garicano. Según él mismo comentó en The Guardian, los incentivos distorsionados fue su respuesta a Isabel II de Inglaterra en noviembre del 2008, cuando la reina le preguntó durante una vista a la LSE, en referencia a la megacrisis del capitalismo financiero: “¿Cómo puede ser que nadie se diera cuenta del peligro?”. "It is all a question of incentives, Your majesty”, respondería Garicano.

Por todo esto, me gustaría aprovechar esta oportunidad para ofrecer otras ideas de la London School of Economics a los jóvenes españoles seducidos por Ciudadanos y sus asesores de Londres y Nueva York. Son las de Anthony B. Atkinson, de 71 años, Centennial Professor de la LSE y estrecho colaborador de Thomas Piketty, cuyo nuevo libro, Inequality what can be done?, propone medidas para combatir la plaga del siglo XXI, la desigualdad.

Tuve una larga conversación el lunes con Atkinson –fellow también del Nuffield College de la Universidad de Oxford– y le pregunté qué le parecía la propuesta de un partido español de reducir el tipo máximo del IRPF pese a la subida disparada de desigualdad en España. Respondió preguntándome: “¿Cuánto es el tipo máximo en estos momentos?”. “El 45%”, respondí. “Pues eso es muy poco, ¿no te parece?”, dijo. “Antes teníamos tipos máximos del 83%, que quizás era un poco alto; yo propondría un 65%”.

Atkinson apoya también subidas del impuesto sobre sociedades que Ciudadanos quiere bajar del 30% al 20%. Defiende un impuesto del 100% sobre la mayor parte de las herencias y cita al gran filósofo liberal John Stuart Mill, que promovió el impuesto de sucesiones para defender el principio liberal de la igualdad de oportunidades para quienes no tienen padres ricos. Ciudadanos y Garicano, el hombre más citado en los medios como el “economista liberal de la London School of Economics” defienden la exención de la primera vivienda, de la empresa familiar y de un millón de euros por hijo en el impuesto de sucesiones.

Otras medidas que Atkinson propone para corregir la salvaje desigualdad que caracteriza nuestros tiempos son subidas del salario mínimo, más poder para los sindicatos en los consejos empresariales, mayor énfasis en convenios colectivos. Beatrice Webb habría estado de acuerdo. “Ya sabes lo que dicen: que los elevados impuestos marginales desincentivan la actividad económica”, le dije al viejo Tony. Y él respondió: “That’s nonsense. No hay ninguna regla fija respecto al nivel de impuestos que optimizan los incentivos; podría ser el 22%, podría ser el 75%; depende de muchas cosas”.

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Luego, añadió algo que no se entendería ni en inglés ni en español en el despacho de Garicano de la LSE. “Para mí lo importante es la cuestión de la justicia, no los incentivos”.

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