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Caso Nóos

Mallorca Shore

Mallorca Shore

Gerardo Tecé (Ctxt)

La misma semana en la que la cadena privada Telecinco empezaba el Gran Hermano VIP del Pequeño Nicolás y la concejala de Chicago, desde lo público se contraprogramaba con misma temática y por todo lo alto, metiendo en la parrilla El Juicio de la Infanta, también conocido como Mallorca Shore. Un reality, realísimo, en el que un grupo de insignes pillos de éxito (realeza, presidentes autonómicos, secretarios generales, tenientes de alcalde o consejeros delegados) se enfrenta a tres magistradas que, tras tomar declaración durante seis meses a los insignes y a más de trescientos testigos (muchos de ellos tan VIPS como el Pequeño Nicolás) tendrán que decidir sobre el futuro de los participantes de la trama Nóos.

Las previas del juicio ya prometían lo que siempre nos acaba dando este país: espectáculo. Y cuando llegó la hora de la verdad España no falló. “Ahí baja del coche tintado Cristina, la hermana del actual rey Felipe e hija del rey anterior Juan Carlos, acompañada por su marido Iñaki para sentarse ambos en el banquillo de los acusados por varios delitos monetarios. Es la primera vez que un miembro de la realeza española se sienta ante un juez…”, comentaban los noticieros de medio mundo, poniendo la marca España y su inagotable show business en el lugar que merecen.

Empezó el juicio con cara de 14 de abril y la infanta no movió un músculo de su cara

durante las 13 horas que duró la sesión, como si ella ya no fuera aquella de otro tiempo, sino el muñeco de cera de museo de quien un día fue. Con todos los protocolos en desuso la infanta de cera presenció en tercera fila del palco de autoridades imputadas la lucha encarnizada del fiscal, los abogados del Estado y un somnoliento padre de la Constitución por su defensa.

El capítulo primero de Mallorca Shore tuvo su epicentro en lo que judicialmente se llama cuestiones previas o, dicho de otra forma más comprensible, aún estamos a tiempo de salvarla. La estrategia de la defensa capitaneada por el fiscal (habitualmente juega de delantero, pero el partido requería de esfuerzos especiales y la patria lo situó en defensa) pasaba por aplicarle a la infanta una doctrina, asunto que, aunque suene a doloroso castigo con agujas (vamos a aplicarle a la imputada una doctrina), no era otra cosa que llevarla de la mano por la senda que conduce directamente al campo de rositas descubierto tiempo atrás por el insigne exbanquero y descubridor Don Emilio Botín.

Capitaneando el equipo de defensas de la infanta, el fiscal salía al corte, como sale al corte el portugués Pepe en los córneres contra la portería propia, con contundencia, despejando de cabeza cualquier balón que pudiera llevar más disgustos a una casa duramente golpeada por la falta de disimulo en el trátame bien al yerno. La estrategia que tendría que dejar en fuera de juego al equipo acusador pasaba por, tomen papel y boli, demostrar que Hacienda no somos nadie. Para forzar el fuera de juego, la línea defensiva daba un paso coordinado al frente cuando el atacante llegaba con el argumento de que había víctimas de la actuación de su alteza real, por lo que debía ser juzgada y, ante la señal del capitán del equipo, todos daban un paso al frente y la abogada del Estado especificaba: Hacienda somos todos es como lo de la chispa de la vida, un eslogan, no le busquen cuarenta y seis millones de pies al gato.

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Todos somos iguales ante la justicia e inocentes hasta que se demuestre lo contrario, y a no ser que esto también sea un spot de la agencia de publicidad que hace los anuncios de CocaCola, la participación de la infanta en Mallorca Shore acabará cuando y como el jurado del programa decida. Las primeras impresiones son que la concursante cuenta con fuertes apoyos dispuestos a mandar desde casa su SMS para que salga indemne del susto. Y si no es así y la cosa se sigue torciendo como el gesto de cera, siempre quedarán alternativas.

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