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La cara oscura de ‘Downton Abbey’

Downton Abbey

Abel Grau

A juzgar por la teleserie Downton Abbey, ser un criado en la Inglaterra de hace cien años no estaba tan mal. Era una profesión dura, pero digna. Los amos eran firmes, pero en el fondo paternales y magnánimos. Sin embargo, si uno lee los testimonios de aquella época, ese cuadro idealizado cambia considerablemente.

Uno de los testimonios de aquel mundo desaparecido es el de Margaret Powell, que trabajó de cocinera en varias casas de familias acomodadas durante los años veinte. En sus memorias, tituladas En el piso de abajo (que acaba de publicar en España la editorial Alba), Powell da fe de que la relación entre amos y criados estaba lejos de ser cordial. “Siempre les llamábamos 'ellos'”, escribe Powell. “'Ellos' eran el enemigo. 'Ellos' nos explotaban, y 'ellos' nos pagaban una miseria; y para 'ellos' los criados eran una raza aparte, un mal necesario”.

“Ellos”, los de arriba, les correspondían considerándolos poco más que parte del mobiliario. Los sometían a jornadas laborales extenuantes (de 5.30 a 22.00, seis días y medio a la semana), y a tareas inanes, como planchar los cordones de los zapatos y abrillantar las suelas. Para ellos, según el recuerdo de Powell, los criados eran seres deshumanizados, con las mismas emociones e inquietudes que un candelabro. “Los criados no eran gente de verdad con cabeza y sentimientos. Eran propiedades”.

La crítica ha elogiado que Powell huya del rencor e intente ser ecuánime. No tiene problemas en reconocer que algunas familias la trataron con amabilidad, y que ella se desvivió por corresponderles. Pero, según escribe Powell, familias así eran escasas. La mayoría se parecían bastante a los distantes clanes aristocráticos que ha retratado el cine en películas como Lo que queda del día y Gosford Park.

Margaret Powell, hija de un pintor profesional y una empleada del hogar, se crió junto a seis hermanos en un piso de alquiler. Cocinar para una familia numerosa le dio la experiencia para empezar a trabajar a los 15 años como ayudante de cocina, “lo más bajo de lo bajo”. Tras diez años de trabajo, consiguió casarse con un lechero. El matrimonio era la única salida legítima. Así escapó de aquella vida de servidumbre y pudo formar una familia. En 1968 publicó sus memorias y fueron un éxito. Escribió más relatos autobiográficos y novelas. Adquirió notoriedad. Hoy algunos le reprochan que no utilizara su posición para comprometerse en política con la reforma social.

Su testimonio inspiró la exitosa serie británica Arriba y abajo, y su sucesora, Downton AbbeyArriba y abajoDownton Abbey. Su creador, Julian Fellowes, ha reconocido que el testimonio de Powell ha sido una de sus inspiraciones. Precisamente gracias al éxito de la teleserie británica, estrenada en 2010, las memorias de Powell se han reeditado en Reino Unido y se han publicado en Estados Unidos. El New York Times ha escrito que las memorias de Powell “echan la última paletada de tierra sobre el mito de la devota servidumbre y su amor y respeto incondicional hacia la casa señorial”.

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