EXPOSICIÓN

El Prado enseña la puntilla

Vayan sacando los anteojos. En su próxima exposición, que se inaugura este martes 21 (y que se mantendrá hasta el 10 de noviembre), el museo del Prado ha desempolvado de su colección más de 280 de sus obras en pequeño formato. Bocetos, retratos, esculturas, pinturas de gabinete y relieves que comparten denominador: su riqueza formal y su atención por el detalle, por aquello que en apariencia es insignificante pero en realidad significa mucho.

Con el nombre de La Belleza Encerrada. De Fra angélico a Fortuny, la pinacoteca madrileña suma así nuevas razones para la visita, ya que también acoge en estas mismas fechas otras dos grandes muestras: El trazo español en el British Museum. Dibujos del Renacimiento a Goya, y Juan Fernández el Labrador. Naturalezas Muertas, ambas hasta el 16 de junio. Este sábado 18, Día internacional de los Museos, el Prado abrirá excepcionalmente la nueva exposición, de acceso gratuito como el resto del museo. 

Vista del jardín de la Villa Médici en Roma, de Diego de Velázquez, 1630.

Cedidas o dispersas en otras instituciones, esta es la primera vez que esta serie obras, que el museo ha limpiado y restaurado afanosamente, se muestra en conjunto. Las piezas –de las que la mitad no se ha podido ver con frecuencia en el Prado- quieren perfilar un recorrido inclusivo por el arte europeo desde la Edad Media hasta el siglo XIX, (aunque también se recogen piezas anteriores, hasta el siglo II), desde el punto de vista de autores que, ensombrecidos por los enormes nombres impresos en muchas de las cartelas del Prado, no han recibido toda la atención que, cree la pinacoteca, se merecen.

Entre los artistas, no obstante, también es posible detectar algún apellido sonado, como el de Goya, de quien se exhibe un autorretrato o el óleo La pradera de San isidro; el de Velázquez, representado con su Vista del jardín de Villa Médici, en Roma, cuadro precursor del impresionismo, o los de Fra Angelico y su sobrecogedora Anunciación y Mariano Fortuny y su Desnudo en la playa de Portici, que ponen la coletilla al título de la exposición.

La pradera de san Isidro, Francisco de Goya, 1788.

Las técnicas utilizadas son tan dispares como personales

y conformadoras de estilos propios, utilizando materiales que se mueven entre el mármol y el alabastro al bronce, la madera policromada o el óleo. Y los temas, también variados: mitología, imágenes de devoción, del cuerpo humano, de la naturaleza... 

Las obras se exponen a lo largo de 17 salas, estas también de pequeño formato, lo que confiere a la visita un carácter recogido e intimista. El recorrido, que se realiza en orden cronológico, arranca en los Países Bajos, Francia e Italia del siglo XIV y culmina en el naturalismo español del XIX, con ese Fortuny de la pincelada leve, casi ingrávida, el de la puntilla y la dulzura en el color.

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