La portada de mañana
Ver
Sánchez medita su dimisión y abre un debate sobre la campaña de acoso político, mediático y judicial

30 AÑOS SIN JULIO CORTÁZAR

'Rayuela': de la Tierra al Cielo

Portada de Rayuela.

EVA ORÚE

En 1951, poco antes de embarcarse en la escritura de Rayuela, Julio Cortázar envió una carta a Fredi Guthmann: "No quiero escribir, no quiero estudiar; quiero, simplemente, ser de verdad; aunque ello me lleve a descubrir que no soy nada".

En 1962, cuando ya vislumbraba el final de la tarea, Cortázar firmó otra misiva, esta para el poeta estadounidense Paul Blackburn, traductor de alguno de sus cuentos: "Si te interesa saber lo que pienso de este libro, te diré con mi habitual modestia que será una especie de bomba atómica en el escenario de la literatura latinoamericana".

La explosión se produjo el 28 de junio de 1963, día en el que la novela salió de la imprenta. “Si no hay una voluntad de lenguaje en una novela en América Latina, para mí esa novela no existe —diría años más tarde Carlos Fuentes—. Yo creo que la hay en Cortázar, que para mí es casi un Bolívar de la literatura latinoamericana. Es un hombre que nos ha liberado, que nos ha dicho que se puede hacer todo”.

Este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros

“¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico".

Así comienza la novela. Mejor dicho, esas son las primeras palabras del primer capítulo, que no es, al menos no necesariamente, el que debemos leer en primer lugar.

“A su manera —advierte el autor— este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros.”

El primero, el convencional, el que se lee “en la forma corriente”, termina en el capítulo 56, “al pie del cual hay tres vistosas estrellitas que equivalen a la palabra Fin”. Así se nos explica en el Tablero de Dirección donde también recibimos instrucciones para la otra lectura: Rayuela también “se deja leer empezando por el capítulo 73 y siguiendo luego en el orden que se indica al pie de cada capítulo”. Y en entonces, Rayuela empieza así:

“Sí, pero quién nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette, saliendo de los portales carcomidos, de los parvos zaguanes, del fuego sin imagen que lame las piedras y acecha en los vanos de las puertas, cómo haremos para lavarnos de su quemadura dulce que prosigue, que se aposenta para durar aliada al tiempo y al recuerdo, a las sustancias pegajosas que nos retienen de este lado, y que nos arderá dulcemente hasta calcinarnos".

“Cortázar buscó a lo largo de su obra cambiar el papel del lector —escribió el crítico Julio Ortega en Retrato de Julio Cortázar con Musas al fondo—. Imaginó un lector que abría la página e ingresaba al paisaje de la simpatía, esa gracia irónica que la poesía requiere para ser compartida. Imaginó con alegría un lector cómplice, capaz de humor y juego.”

Pasados los años, se diría que esos tres (complicidad, humor, juego) son los pilares del (permítanme llamarlo así) consenso básico formado en torno a la obra, y en él se encuentran, entre otros, dos lectores de generaciones bien distintas que, con el tiempo devinieron escritores.

Rayuela introdujo la posibilidad de considerar que la literatura fuera también materia lúdica a la que podía jugarse sin por eso tener mala conciencia política o cultural —asegura Constantino Bértolo, escritor y editor de Caballo de Troya—. En ese sentido fue vivida como una liberación. Lo malo es que de paso introdujo en los escritores españoles del momento la tentación de ser brillante, que, cabe sospechar, es una de las formas de ocultar la falta de inteligencia.”

“Es evidente —apunta Alberto Olmos— que la gran y juguetona novela de Cortázar introdujo en la alta literatura en castellano una variante que se echaba en falta: el humor, la frivolidad bien entendida, la narración como juego. Aunque a día de hoy —más por mi edad que por la propia novela—, Rayuela se me hace un tanto demasiado juvenil, es innegable su valor como lectura iniciática —pienso en los lectores universitarios— y como referente de todo escritor que aspire a obras ambiciosas y totales”.

Un entusiasmo más compacto muestra Juana Salabert: “Supuso un auténtico revulsivo tanto por sus estructuras de riesgo, que tanto tienen de jam session jazzística, como por algunos de sus personajes más inolvidables, en especial la maravillosa Maga. A mi juicio, el trágico capítulo dedicado al bebé Rocamadour es uno de los hitos literarios de la modernidad”.

Eso dice, y añade una apreciación que es también compartida por muchos: “En cierta medida, Rayuela sería algo así como el Ulises de las literaturas hispánicas; un libro puente entre orillas y tradiciones, donde París y Buenos Aires encarnan el cosmopolitismo de la segunda mitad del siglo XX”.

Cortázar: el revivalrevival

El 50 aniversario de Rayuela abre un periodo en el que el argentino Cortázar, nacido en Bruselas en 1914 y fallecido en París en 1984, estará muy presente: el 12 de febrero de 2014 conmemoraremos los 30 años de su muerte, y el 26 de agosto, el centenario de su nacimiento.

Una perspectiva que inquieta a Laura Freixas: “Con todo mi cariño, admiración y respeto por Cortázar y el resto de lo que se conoce como 'boom latinoamericano', debo decir que hoy, a mis 54 años, con mi experiencia del mundo en general y del mundo de la cultura en particular, lo que yo veo sobre todo en la celebración del aniversario de Rayuela es la eficacia con la que tapa otros aniversarios posibles.

Julio Cortázar, “más que un Jekyll y Mr. Hyde” en la biografía de Miguel Dalmau

Julio Cortázar, “más que un Jekyll y Mr. Hyde” en la biografía de Miguel Dalmau

Por ejemplo, el de una novela sensacional, pero que incluso yo, con mi interés por la obra de las escritoras, he tardado decenios en descubrir, porque no figura en la historia oficial: Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro, publicada también en 1963. No es sólo Garro la que está desaparecida, son todas las escritoras que deberían considerarse parte del boom pero han sido víctimas de la conspiración del silencio: la chilena María Luisa Bombal, la uruguaya Cristina Peri Rossi, la brasileña Clarice Lispector, la mexicana Rosario Castellanos... Aprovecho, pues, el cincuentenario de Rayuela para reivindicar la parte olvidada del boom, que ya sería hora de recuperar”.

Hágase, pues. Y entretanto, sigamos dándole a (la) Rayuela, ya saben:

“Se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato, y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrita al Cielo (…) lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro Cielo al que también hay que aprender a llegar”.

Más sobre este tema
stats