Entrevista

Calixto Bieito: “Soy un hombre de hoy: no puedo ser sino moderno”

El director de teatro Calixto Bieito.

Lo suyo no tendría espacio claro en el apartado de fuga de cerebros, pero lo cierto es que hace ya casi dos meses, desde el 1 de junio, el director teatral Calixto Bieito reside oficialmente en pleno corazón de Europa, en la suiza Basilea. Poco antes aceptaba el puesto de artista en residencia que le ofrecía el teatro de aquella ciudad a orillas del Rin. No era esta una decisión apresurada, una emigración abrupta. El burgalés de nacimiento, hijo de gallego y andaluza y catalán de adopción, llevaba colaborando con aquella institución -cuyo predecesor en el puesto fue el tan mítico como polémico Herbert Wernicke- desde hacía ya siete años. Mucho antes, hará dos décadas, inició su exhaustivo periplo por Europa, con puntuales aunque crecientes incursiones en las Américas, que le ha llevado a ostentar el recurrente apelativo de “uno de nuestros artistas más internacionales”.

Incansable creador y renovador, precedido por su fama de transgresor, Bieto (Miranda de Ebro, 1963), el que ha sido las dos últimas temporadas director del Festival de las Artes de Castilla y León y lo es desde 1999 del Teatro Romea de Barcelona, galardonado entre otros varios premios con el de la Cultura Europea de 2009, firmante de decenas de montajes de óperas y textos teatrales, principalmente clásicos, asegura no verse en el espejo como reflejo de la provocación. “Me pidieron escribir un libro sobre el tema”, cuenta al teléfono desde Múnich, donde se representaba este viernes su particular versión de Boris Godunov. “Empecé, pero no me salía nada. No sabía cómo describirlo, porque no me siento así”.

De lo que sí es sabedor es de aquello que ha contribuido a modelar la visión desde la que afronta su vasta tarea que, más que ocupado, se intuye debe mantenerle en un ritmo frenético, con numerosos montajes entre manos esparcidos a lo largo y ancho de Europa: desde su Boris Godunov al Die Soldaten de Zimmermann que llevará próximamente a Zúrich, una futura instalación basada en el De rerum naturae de Lucrecio “que tendrá cantantes y no sé qué más exactamente”, Fidelio en Londres, Los cuentos de Hoffmann en Oslo… “Son muchas cosas, te voy a aburrír”, advertía ya antes de la enumeración, que incluye también alguna pieza en España, como su Pepita Jiménez, de Albéniz, que llegará en los próximos meses a Oviedo tras haber pasado por Madrid. “Lo que te influye son las referencias culturales relacionadas con tu vida”, apunta. “Por ejemplo, las películas de Buñuel que veía de pequeño: no las entendía, pero me quedaba impactado, tocado. Al final te das cuenta de que lo que te mueve, de manera consciente o inconsciente, son tus experiencias de infancia y adolescencia”.

De orígenes “humildes”, la música, tan fundamental, tan significativa y tan envolvente en sus montajes, incluso los no operísticos, germinó en él desde la cuna, a través de una madre cantante de coro, un hermano músico, y un padre amante de la ópera italiana y la zarzuela. “Incluso mi madre quería que estudiara música”, recuerda. Llegada la etapa universitaria, él se decantó, además de por la interpretación y dirección de escena, por la Filología hispánica y la Historia del arte. Una pasión, esta última, que reconoce como un motor de inspiración más poderoso aún que el propio teatro. “Soy una persona muy curiosa”, asegura. “Me nutro de la pintura, la fotografía, el cine, las acciones, las instalaciones…”. 

Basilea, una de las capitales culturales del mundo, donde cada año se celebra una de las más ínclitas y concurridas ferias de la plástica, Art Basel, constituye para él un marco ideal para desarrollar su labor. “Incluso he creado proyectos para otros sitios desde allí”, señala. “Es una ciudad pequeña, que me gusta, me inspira”. Reclamado también desde Berlín, fueron estas razones de peso decisivo para decidirse por Suiza una vez llegada la hora de hacer unas maletas que, en realidad, nunca ha dejado de tener bien dispuestas a mano, siempre “yendo y viniendo”.

Calixto Bieito: leer para viajar a otros mundos

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Incansable lector –ahora mismo relee, y recomienda, Qué es el arte, de Arthur C. Danto-, el director explica que afronta su muy personal proceso creativo desde una perspectiva “o muy sencilla, o muy complicada, depende de cómo lo veas”. “Siempre intento ser muy esencialista, parto mucho de lo que puedo entender de la obra misma. Realizo un trabajo exhaustivo sobre los orígenes, el contexto, cómo se creó la obra. No puedo hacer una música o un texto que no me guste. Primero hago un trabajo muy académico para pasar a uno estético”. Ya toque piezas de hoy o de ayer, siempre lo hace desde sus raíces, moldeándolas en torno a su propio ser: “Soy un hombre de hoy, así que no puedo ser sino moderno”.

Instalarse en Basilea, para él, no significa darle el portazo a España. Quiere simplemente aprovechar unas “facilidades” con las que aquí sería complicado hasta soñar. "No te imaginas la de artistas, bailarines... que hay en el extranjero", cuenta desde la propia experiencia, aunque insiste en que en ningún caso se va porque le echen, sino porque así se ha fraguado su carrera. “Ahora voy a España muy poco, pero nunca he tenido la idea de que me trataran mal. Es que allí no se puede hacer más, porque nunca se ha sembrado”, se lamenta, para reconocer que la coyuntura ya es histórica, casi una tradición. “Albéniz ya hizo Pepita Jiménez en Londres, por eso es en inglés: no es algo nuevo”. 

Sin siembra y con la exigua cosecha prácticamente machacada por la crisis, Bieito cree que el mejor abono para un país del que se dice "bastante desconectado" sería el de la educación. “Es un problema fundamental”, asegura. “Los mejores países que conozco son los que tienen mejor educación. Soy un enamorado de Noruega, me gusta mucho el sistema que tienen, y cómo tratan por ejemplo temas como la violencia, cómo han podido superar todo eso (el atentado perpetrado en julio de 2011 por Anders Breivik, que se saldó con 77 víctimas), cómo han tratado el tema. En España creo que hay una falta de reconciliación, las cosas no se debaten. La gente aún vive con miedo a expresarse, aunque quizá ahora con las redes la gente quiere enterarse de más”.

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