Literatura

La unidad europea, contada para los jóvenes

Ingreso de Croacia en la UE en julio de 2012.

En apenas un lustro, España ha pasado de ser uno de los países más europeístas a convertirse en un euroescéptico. No hace falta ser un experto para deducir que la culpa radica en la brutal crisis económica y política que ha azotado el continente desde 2008. Pero la historia de la unidad europea viene de muy lejos y apunta siempre a un horizonte ambicioso. El editor y periodista Manuel Florentín acaba de publicar un libro, La unidad europea. Historia de un sueño (Anaya) La unidad europea. Historia de un sueño , donde repasa de forma muy divulgativa la historia de la construcción de un continente.

“Es un ensayo”, señala el autor, “pensado, sobre todo, para las jóvenes generaciones. El libro está planteado desde un enfoque crítico, pero estimulante. Porque la Unión Europea ni era la panacea para resolver todos los problemas ni ahora se ha convertido en un infierno. Bastaría con recordar que nunca en su historia el continente había vivido un periodo de 70 años sin guerras”.

Con abundancia de despieces y recuadros para facilitar su lectura, La unidad europea busca convertirse en un libro de referencia, un manual que debería acompañar las explicaciones sobre Europa en la enseñanza secundaria o en la Universidad. Ameno y bien escrito, el libro recoge un arco que va desde la Edad Media hasta un último capítulo donde el autor se plantea el futuro de la UE. Manuel Florentín ejerce, en la actualidad, su labor profesional como editor después de una larga trayectoria como periodista especializado en temas internacionales sobre los que ha escrito varios libros.

“He intentado en el libro", declara el autor, "contestar a la pregunta de qué tenemos en común los europeos. Está claro que partimos de una cultura greco-latina, primero, y cristiana, más tarde. Nuestra historia está salpicada de guerras y durante siglos tuvo que afrontar una amenaza común que era la expansión del Islam. Dicho esto, la idea de Europa, incluso con instituciones políticas comunes, arranca de Dante, de Erasmus o de Kant. Por eso, conviene subrayar que el sueño europeo parte de la Edad Media y que estamos viviendo el mejor periodo histórico de Europa. Por supuesto, hay que seguir avanzado en la construcción europea, que comenzó en los años cincuenta del siglo pasado, y en una mayor democracia en todos los terrenos. Pero es una construcción imparable, de respeto a los derechos humanos y a las libertades. La prueba concluyente es que ni siquiera la crisis ha frenado el deseo de ingreso de muchos países: Croacia, el último de ellos”.

En el recorrido por el siglo XX, el continente, tal como explica Florentín, pasa de ser una Europa francesa a una Europa alemana. De hecho, hasta 1989, año de la caída del muro de Berlín, la Francia del presidente Charles de Gaulle y de sus sucesores apuesta porque París capitanee Europa como la fórmula más idónea para que los galos mantengan su hegemonía política y económica. Pero, a partir de la reunificación alemana, a principios de los noventa, las cosas cambiaron. “Desde hace 20 años”, afirma Florentín, “Alemania lidera el continente por su peso demográfico y económico y porque la unificación alemana desplazó el eje de poder hacia el Este. En este sentido, la ampliación en 2004 en 10 países (ocho de ellos de Europa central y oriental) desequilibró la correlación de fuerzas en favor de Alemania. Ahora bien, muchos creemos que esa ampliación se abordó de forma precipitada y se complicó más tarde con el ingreso de Rumanía y Bulgaria en 2007”.

Federalismo se llama la alternativa que Florentín y otros muchos expertos ofrecen como salida para el futuro de la UE. En definitiva, se trata de un difícil equilibrio de poderes que conjugue el respeto por la soberanía de cada miembro con la unidad europea y las instituciones comunes. “El premier británico Winston Churchill ya aspiró a crear unos Estados Unidos de Europa”, comenta el escritor, “pero esta idea tropieza con muchas dificultades. Además, la Unión Europea perdió la década de los noventa mirándose el ombligo y aprobando un tratado tras otro que resultaban ser inoperantes. Ahora bien, hay que tener en cuenta que la diversidad cultural de Europa actúa como un factor de riqueza, pero también como un obstáculo, a diferencia de Estados Unidos de América que es un país con una cultura monolingüe en inglés. Quizá, dentro de unas décadas, el inglés también se consolide como lengua vehicular en Europa. En cualquier caso, en nuestro continente el reforzamiento del inglés nunca significará la desaparición del español, del alemán o de cualquier lengua europea, por minoritaria que sea”.

Tiene claro Manuel Florentín que la UE representa un proceso en marcha que nunca llegará al final. Como en todos los sueños, nunca terminan de convertirse en realidad. Por eso son sueños y utopías que movilizan a la gente en un camino interminable, pero en este caso positivo. “Puede que en Europa”, apostilla el autor de La unidad europea, “haga mucho frío ahora. Pero fuera de la UE todavía hace mucho más. La unidad europeaAhí tenemos a los países de la antigua Yugoslavia que están deseando entrar en el club europeo tras décadas de guerras y de conflictos”.

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