Entrevista

Ginés Sánchez: “Lo normal es que las novelas como esta no ganen premios”

El escritor murciano Ginés Sánchez.

Solo dos novelas han servido al escritor Ginés Sánchez (Murcia, 1967) para consagrarse. Con la primera, Lobisón, se coronó como nuevo talento joven de la FNAC. Su siguiente incursión en la literatura, la recién publicada Los gatos pardos, le ha valido nada menos que el Premio Tusquets de novela. Con un ritmo trepidante, un lenguaje afilado y unos personajes de caminos tortuosos, el autor -que antes que autor fue abogado, y después muchas otros otras cosas, desde vendedor de cuadros a domicilio a responsable en un proyecto de protección de tortugas marinas en Costa Rica- se introduce en las esquinas sombrías de tres almas: las de una adolescente con ganas de fiesta y nuevas sensaciones y dos hombres, un guardaespaldas mexicano y el lúbrico y sospechoso vecino de la chica, que coinciden en una noche de San Juan. Situada en Murcia, la cuna del autor, la trama trenza y aprieta los destinos de unos seres humanos retorcidos y disolutos. Gente de apariencia normal con secretos guardados tras la carcasa. La novela sigue en una noche de San Juan a tres personajes cuyas historias acaban convergiendo. Parece claro que hay una cierta influencia cinematográfica en la manera en que está estructurado el relato. ¿Es esto así?

Se parece un poco a lo mejor a la estructura de Amores Perros. Cuando me dicen estas cosas del cine me quedo un poco en fuera de juego, porque al final es lo que decía Aute: todo en la vida es cine. Somos los libros que leemos, los amigos que tenemos y las películas que vemos. Todo termina por influirte. Si a alguien lo que yo haga le recuerda, como hay gente diciendo, a Tarantino, bienvenido sea: algo estaremos haciendo bien. Es obvio que recibes muchas influencias, que las influencias son todo y que al final tienen que reflejarse en lo que uno hace. Pero igual que puede haber referencias cinematográficas puede haber referencias de otras muchas cosas. Hay determinados momentos en que se ha pretendido no imitar, pero sí tomar claves de otros autores, como Cormac McCarthy de La carretera o de Rulfo a la hora de hacer descripciones. La referencia cinematográfica es quizá más obvia, porque está más al cabo de la calle, pero las otras también existen. Es un compendio de muchas cosas.

También hay influencia de su propia biografía: la historia transcurre en Murcia, un personaje (el vecino) se llama Ginés…

El hecho de que la historia pase en Murcia es algo que se pretendía por ciertos motivos. Primero porque he tenido cierto cansancio de abrir una novela y que transcurra en Madrid, Barcelona, París o Nueva York. Ya hay un momento en que dices: no, no tiene por qué ser ahí, vamos a irnos a otros sitios. Y luego también hay un punto de gandulería, por qué no decirlo: son paisajes que están ahí, que yo conozco y por tanto no tengo que buscarlos, salen de mí, y son sitios a los que yo puedo ir, solo tengo que coger el coche e ir para allí e impregnarme. Luego está el hecho de que en esta historia los personajes están un poco más para allá que para acá, entonces era una historia para que pasase en ciudades grandes. Pero si esa historia la pones en una ciudad grande, en Madrid o en Barcelona, siempre te va a dar la sensación de que, aunque haya pasado en la ciudad, ha pasado dos barrios más allá, porque la ciudad es muy grande. Si la pones en una ciudad pequeña la sensación ya no es la misma, es algo más cotidiano, como que el que está haciendo estas cosas puede ser el vecino de al lado, y eso genera un estremecimiento, que era un poco lo que se pretendía conseguir: esto no son cosas que pasan por ahí, sino que pasan cerca.

¿Y qué tiene de usted el personaje de Ginés?

Si yo fuese como él ya estaría en la cárcel (se ríe). Es un personaje que pensé hace mucho tiempo, lo llevo desde hace mucho tiempo en la cabeza, y al principio lo pensé, supongo que con un punto gamberro, pues que se llamaba Ginés. Luego hay un momento en que los personajes crecen y ya no puedes cambiarles el nombre, porque el nombre va con el carácter. El editor, a posteriori, cuando ya estábamos para publicar, me decía: 'Es que llamarlo Ginés… La gente va a pensar…'. Pero yo le decía que no podía cambiarle el nombre, porque eso me genera un vacío muy grande. Es una pequeña gamberrada en el fondo, no es más.

Hablaba del estremecimiento que puede provocar pensar que algo está pasando al lado, y lo que lo que cuenta la historia es algo muy duro...

La novela se llama Los Gatos Pardos porque lo que se pretende decir es eso. De noche todos los gatos son pardos, dice el refrán. Pues sí, los gatos genéricos son pardos, pero si nos acercásemos a cada gato en concreto y lo viésemos, no lo sería prácticamente ninguno. Eso es lo que sucede aquí: todos son personas muy normales, muy cotidianas, hasta que de repente te acercas mucho mucho a ellos y salen del foco, entonces te encuentras una cosa totalmente distinta. También es cierto que son personajes muy peculiares, pero con lo que se está jugando es con eso: quién es persona que vive en mi ciudad, quién es la persona con la que me cruzo por la calle. Puede ser una persona normal, pero puede no serlo.

En la historia hay unos personajes mexicanos, miembros de la mafia. ¿De dónde surge esa historia? Y sobre todo, el haber escrito en mexicano, ¿cómo se lo planteó? ¿Cómo un reto?mexicano

Si te fijas, te das cuenta de que existen una serie de negocios turbios, pero yo en ningún momento digo qué tipo de negocios son, eso no aparece en ningún momento. Hay un momento en que te planteas que a lo mejor deberías explicar a lo que se dedica Don Jorge, pero luego llega un momento que dices: no, no lo voy a explicar. La palabra mafia es una palabra que has usado tú.

Pero queda claro que son criminales...

Eso es una conclusión que tú has obtenido, pero yo no lo he dicho. No se sabe lo que hacen. Todo eso queda turbio, enfangado. Entendía que era mejor dejarlo así. Hay negocios, pero sinceramente yo no sé a qué se dedica Don Jorge. En cuanto al habla de los latinos, es muy gracioso, muy particular, y tiene un efecto sobre el lenguaje muy agradable, una consistencia, una sonoridad. Yo tengo muchos amigos mexicanos, y oyéndolos hablar a ellos, su manera de contestar los teléfonos, de dirigirse los unos a los otros, las cosas que dan por supuesto en las conversaciones… siempre me ha encantado. Entonces, había que tratar de hacerlo lo mejor que se pudiera, así que hubo que sentarse a leer muchos libros, a coger muchos apuntes, a ver muchas películas… y luego se ha obtenido un relativo éxito. Pero fue muy divertido. Además, luego se te queda el deje para muchas cosas.

Y ganar el premio Tusquets casi recién comenzado en la labor de escritor, ¿qué supone?

No era una cosa que se esperase. Presenté la novela al concurso casi de extranjis, sin decírselo a nadie de la editorial, y un poco sinceramente por echar unas risas, porque lo normal es que las novelas como esta no ganen premios. Y las novelas que cuentan cosas como esta novela, las que están escritas como está escrita esta novela. Si te acuerdas, en los Oscar del 94 estaban por un lado Forrest Gump y por el otro Pulp Fiction. ¿Quién ganó los Oscar? Forrest Gump. ¿Por qué? Porque Forrest Gump es muy amable, muy dulce, al final es como un baño de agua caliente al espectador, mientras que Pulp Fiction es todo lo contrario, es una bofetada. Esto se parece mucho a esa bofetada. Hay un momento en que dices: cuando esto llegue al jurado, ¿qué va a pasar con el jurado? Sinceramente, creía que no iban a ser tan valientes. Primero, porque podía haber novelas mucho mejores, que seguro que las había, y después el hecho de vincular esta editorial con esta cosa, que es tan distinta. En cuanto a lo que suponga, es un poco pronto, seguramente.

¿Le preocupa morir de éxito demasiado pronto?

No, espero que no (se ríe). Me refiero a que las cosas supuestamente cuestan trabajo, y en todas las cosas de la vida hay que ir dando pasos para llegar a determinados sitios. Entonces, aquí la sensación que da es que hemos saltado varios escalones de golpe. En ese sentido a lo mejor es un poco precipitado, y eso implica una responsabilidad de cara a seguir trabajando. Ahora, obviamente hay que dar un nivel extra, y eso implica un reto, pero ahí estamos.

¿Cómo dio el paso de abogado a escritor?

Eso tiene un proceso largo. Era abogado y está bien, porque se gana dinero y esas cosas. Pero llega un momento en que te planteas si realmente quieres seguir así toda la vida, y hay un momento en que te das cuenta de que no quieres seguir así. Un día, simplemente, cuelgas los trastos y te dedicas a otras cosas. Es ahí cuando estuve dando vueltas, y más vueltas y más vueltas, y mientras las daba, como para escribir solo hace falta un bolígrafo y un papel, pues ya vas contando cosas, y aprendiendo. Al final resulta que de verdad más o menos aprendes, entiendes lo que estás haciendo, y a partir de ahí tienes la suerte de que alguien te haga caso, que bastante es. Lo de la abogacía fue simplemente decir: no me veo con 50 años y haciendo esto cada día. No quiero esta vida, y como no la quiero, pues vamos a hacer algo totalmente diferente. 

¿Y sí que se ve con 50 años siendo escritor?

De momento sí. Pero ya veremos dentro de unos pocos lo que pasa. La cabeza está muy mal y nunca se sabe por dónde se va a ir la siguiente vez. Pero de momento sí, porque quedan fuerzas, e historias y ganas para estar todavía un tiempo. Pero nadie sabe, y eso es bonito también.

Participó en el último número de tintaLibre, dedicado a los narradores de la crisis, con un artículo sobre los españoles que se ven obligados a emigrar. ¿Es necesario como escritor o artista posicionarse ante la crisis?

Puedes posicionarte de muchas maneras y donde quieras. Creo que la novela siempre ha cumplido en cierto sentido la función de denunciar y de explicar la sociedad. Pero también hay novelas para todos los gustos y hay todos los estilos. Obviamente la novela no es lo que era hace 150 años, no puede tener el mismo papel educador ni el mismo papel de entretenimiento, si quieres, que tenía, porque ahora existe mucha competencia para ella. Pero siempre será un refugio para gente que esté buscando determinadas maneras de pensar. Al final un escritor es una persona que está pensando, que está viendo muchas cosas. Al final uno escribe para sacar demonios, y si al final las injusticias se le convierten en un demonio, en una termita que le está comiendo por dentro, tiene que convertirlo en algo. Sobre la responsabilidad del artista en sí creo que es mitad y mitad. Una mitad es que el artista se pueda sentir responsable, pero hay otra que es que el propio artista lo es porque tiene que expulsar cosas. Es transformar los miedos, los demonios, las ansiedades en otras cosas. Y ahí, cada uno tiene los suyos. Si la situación social en este caso es una cosa que te está comiendo, tú al final tienes la necesidad de transformarlo en algo, en una especie de catarsis o ritual, para descargarte de responsabilidad o de sufrimiento. Es mitad y mitad.

La historia que cuenta en tintaLibre, sobre un español que vende cuadros puerta por puerta en Dublín, también es autobiográfica.

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Lee las primeras páginas de 'Los gatos pardos' (PDF)

Se mezclan cosas, porque siempre es así, pero sí es bastante autobiográfica. Es de cuando yo estaba en Dublín vendiendo cuadros puerta a puerta, que como trabajo es… (Suspira). Pero bueno, es algo que era necesario hacer, y ahora incluso se recuerda de forma agradable, aunque en su momento no era tan agradable (se ríe).

Volviendo a la novela, esta está escrita en un estilo incisivo, cortante. ¿Lo definiría así?

Es que a mí lo de ponerme adjetivos es una cosa… que me sienta fatal (se ríe). Nunca he sido capaz de ponerme yo los adjetivos. Por ir a algo, entiendo que ese estilo cortante es más que nada un defecto de fábrica. Yo no pretendo que mi estilo sea cortante ni sea incisivo, yo escribo como buenamente puedo. Trato de obtener una coherencia en ciertas cosas que considero que son precisas en una novela. Luego la gente dice que es incisivo. Si lo dice la gente, pues será. Si yo tuviese que poner un adjetivo, explicar lo que hago, es que trato de contar historias, recuperar el gusto con el que leíamos cuando éramos más pequeños, con 14 o 15 años. Trato en cierta manera de escribir esas historias y sobre todo trato de ser muy honesto con la novela, trato de no hacer trampas, o hacer las menos trampas posibles. De pensarlo muy bien, de rescribir las veces que sea necesario para que la persona que lo está leyendo no se sienta después defraudada. Con que eso se reconociera y se pudiera ver, yo tengo de sobra. Lo demás son defectos de fábrica, y a cada uno le parecerá una cosa distinta, y podrá opinar, y eso es lo bueno.

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