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Lars von Trier y Shia Labeouf logran robar protagonismo a la competencia en Berlín

Fotograma de 'Nymphomaniac'.

NOTICINE

En una jornada competitiva donde brilló la cinta argentina del debutante Benjamin Naishtat "Historia del miedo", a pesar de no concursar, el danés Lars von Trier y su multinacional y estelar elenco de Nymphomaniacrobaron la atención mediática. Por si la premiere de la primera mitad de la versión íntegra de Nymphomaniac y la presencia de varios de sus protagonistas no fuera suficiente, el propio Von Trier quiso hacer su "numerito" mandando un mensaje a Cannes, y a Shia LaBeouf le entraron ganas de imitar los desplantes de su director y tras contestar una pregunta de forma críptica, se ausentó de la rueda de prensa de la película. Luego, cuando le tocó la sesión de gala, compareció en la alfombra roja con una bolsa de papel escrita a mano, tapándole la cara, con el lema: "I am not famous anymore" (ya no voy a ser famoso nunca más).

Hace casi dos meses publicábamos la información sobre la presencia de Lars von Trier en la Berlinale 2014 con el lanzamiento de la versión larga, editada por él mismo, de su Nymphomaniac, cuya versión más accesible se estrenó en diciembre, bajo el título de La 'venganza' de Lars von Trier: estrena la versión larga de "Nymphomaniac" en Berlín. Si a alguien le podía caber alguna duda sobre que estaba mandando un

mensaje revanchista a Cannes, festival que años atrás le consideró oficialmente 'Persona non grata' por una rueda de prensa en la ironizó sobre Hitler y los judios, se ha encargado de disiparla este domingo. Acudió a su cita con los periodistas vistiendo una camiseta con el

logotipo del certamen de la Costa Azul, la Palma de Oro, y bajo éste la

leyenda "Persona non grata, official Selection". Algunos dirán que eso en

castellano se llama provocación, aunque puede ser simplemente un capítulo más de la permanente campaña de marketing que ha establecido el danés desde que empezó a hablar de este díptico supuestamente porno sobre una mujer mercada por su adicción al sexo.

A Von Trier nunca le ha preocupado desdecirse. Es más, lo hace con cierta frecuencia. Primero se inventó con unos cuantos colegas aquel fiasco purista llamado Dogma, que dejaron de prácticar al poco tiempo, y luego, a raiz del escándalo de Cannes, se proclamó "silenciado", se fotografió con un trozo de cinta adhesiva sobre su boca y aseguró que no volvería a hablar ante la prensa. Más tarde, a través de sus colaboradores y de su productora jugó al despiste, contando versiones diferentes de cómo pensaba lanzar Nymphomaniac, con tal de estar en los papeles las más veces posibles.

El pasado mes de noviembre, el delegado general y programador jefe de Cannes, Thierry Frémaux hizo público su "perdón" a Von Trier, dos años y medio después de ser declarado allí 'persona non grata' por sus declaraciones antisemitas y aseguró que el realizador danés es "un amigo" de Cannes y por tanto siempre será bienvenido. "Esa controversia fue tan estúpida como lo que Lars declaró. Le dije que había hecho una broma de mal gusto, pero la polémica posterior ha sido más bien injusta", declaró Frémaux, para añadir: "Por eso, soñamos con tener de nuevo a Lars von Trier en Cannes".

Ahora en Berlín, Von Trier cedió el protagonismo a sus actores, y su colaboradora en la productora Zentropa, Louise Vesth, no negó la posibilidad de la segunda entrega de la versión larga de Nymphomaniac (aquí sólo se ha proyectado la primera), esté en Cannes. Si el festival francés no es capaz de captar los "mensajitos" provocativos de Von Trier en terreno de la competencia alemana, va a necesitar gafas bien graduadas.

Mientras el cineasta escandinavo se callaba, para que sus actores le adularan, uno de ellos, Shia LaBeouf, optaba por reivindicar su propio protagonismo con una cita sacada de Eric Cantona en una película de Ken Loach, cuando le preguntaron por qué había aceptado protagonizar una cinta con tantas escenas de sexo y tan diferente de las que le dieron fama en Hollywood: "Cuando las gaviotas siguen a un barco pesquero, es porque piensan que va a arrojar sardinas al mar. Muchas gracias". Luego se levantó y se fue.

Unas horas más tarde, cuando el film se presentó en sesión de gala en el Berlinale Palast, apareció LaBeouf con un impecable smoking negro, pero, tapándole la cara, una bolsa de papel marrón con la frase escrita a

mano: 'I am not famous anymore' (ya no voy a ser famoso nunca más), algo que ha repetido en su Twitter varias veces en los últimos tiempos.

Von Trier y su gente por supuesto no concursaba, pero sí lo hicieron la película argentina "Historia del miedo", de Benjamin Naishtat, y la alemana "Kreuzweg" (Vía crucis), de Dietrich Brüggemann. La primera de ella, enclavada dentro de una moderna tendencia a la hablar -con mucha sutilidad- de la lucha de clases, que hemos visto en festivales recientes. Naishtat nos acerca a uno de esos barrios residenciales de la clase media-alta, protegidos por vallas y guardas de seguridad, en la periferia de una gran ciudad (en este caso Buenos Aires), que podría ser cualquier otra, donde sus residentes miran con desconfianza y recelo a lo que y los que hay fuera, e incluso a algunos de los que entran para servirles. Es un miedo, el del título, que se agrava cuando algo como un corte de luz, algo nada infrecuente en la capital argentino especialmente en verano, rompe lo cotidiano.

El debutante Naishtat logra transmitir ese sentimiento sin sentido, el miedo a no se sabe qué, como si su barrio estuviera en mitad de una reserva africana repleta de bestias salvajes. Según ha dicho aquí, pretendía contar una especie de parábola sobre la realidad argentina.

Por su parte, el alemán Dietrich Brüggemann lanzá otro mensaje de denuncia social, esta vez a través de la historia de una adolescente de 14 años, que debe lidiar a la vez con la moderna sociedad germana en su vida escolar, pero al llegar a casa retrocede probablemente siglos, ya que su madre es una integrista ultracatólica devota de la Sociedad de San Pio XII. Otra realidad que no queremos ver, porque ese tipo de comportamientos regresivos creemos que vienen de fuera, cuando forman parte de la naturaleza humana, y por tanto de la nuestra también.

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