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Libros

Clásicos, a la par que ilustrados

'Miguel Strogoff', de Julio Verne.

Para los que tenemos una edad, basta con echar la vista atrás y recuperar, por ejemplo, aquella colección de clásicos ilustrados de Bruguera (reeditados, por cierto, hace no tanto), cuyo número 1 fue Miguel Strogoff, de Julio Verne, y gracias a la que tuvimos pronta noticia del peligro que corrían quienes se enfrentaban a una ballena blanca (Moby Dick, claro), de la existencia de La isla del Tesoro e incluso de una historia que se desarrolló a lo largo de Las Mil y Una noches (Anónimo)...

Aquellas ediciones ilustradas y adaptadas de libros clásicos fueron la puerta grande por la que muchos pequeños entraron en el mundo de la literatura universal. Un lujo.

Visto desde nuestro ahora, podríamos caer en el error de creer que fue una moda pasajera, que respondía al interés de los lectores de ese tiempo (medio siglo atrás, año más, año menos). Pero no: hay aún editoriales que siguen apostando, y fuerte, por el formato, una fórmula de apariencia sencilla, textos de siempre iluminados por dibujantes de ahora.

Es cierto que el concepto "clásicos" es amplio cobija tanto a cuentos infantiles como a súper héroes añosos que, así etiquetados, pueden disfrutar de una segunda o tercera vida. Pero aquí lo utilizamos en un sentido mucho más estricto: hablamos de textos inobjetables de la literatura universal.

En estas mismas páginas virtuales Silvia Hernando escribió hace nada sobre la enésima resurrección de Frankenstein, renacer al que contribuyen dos libros ilustrados, uno de los cuales (Frankenstein o el moderno Prometeo, ilustrado por Elena Odriozola) lleva el sello de Nórdica.

Ilustración de Elena Odriozola para 'Frankenstein o el Moderno Prometeo', de Mary Shelley, editado por Nórdica. 

"Cuando abrimos la colección de ilustrados en 2006 —dice Diego Moreno, el editor— tenía claro que una forma de aportar algo nuevo era proponer a los mejores ilustradores españoles (que están entre los mejores del mundo, aunque aquí siguen siendo poco conocidos) que estableciesen un diálogo gráfico con el autor del texto, de manera que no hiciesen un libro más bonito, sino que fuese una obra diferente, con dos discursos, uno expresado en palabras y otro en imágenes. Para esto, la potencia de los textos clásicos es fundamental, y además son textos a descubrir y redescubrir continuamente."

Un clásico es para siempre

Fernando Tarancón, responsable de la colección Clásicos Ilustrados de Astiberri, coincide con su colega. "Los clásicos son obras que han pasado la prueba del tiempo, eso significa algo, además somos lectores de este tipo de obras, de clásicos del XIX y principios del XX, de hecho somos buenos amigos de la gente de Valdemar, admiramos su catálogo y su forma de trabajar, por lo que nos fijamos en sus ediciones y decidimos saquearles (con su permiso, claro)."

Los malpensados, que siempre los hay, sospecharán quizás que tras este afán por revivir a los inmortales hay motivos económicos, al fin y al cabo, los textos están libres de derechos. "Sí, evidentemente —admite Tarancón un microsegundo antes de precisar—, aunque nuestra edición sale cara, porque lo que nos ahorramos en eso lo gastamos en pagar una buena traducción, unos ilustradores de calidad, buenos materiales de edición… En fin, casi que lo que conseguimos es que no se disparara el precio con lo de que estuvieran libres de derechos."

Además, clásico no significa "fallecido hace tanto tiempo que sus derechos han pasado al dominio público", como nos recuerda Moreno: " también tenemos muchos textos con derechos (y caros): Sylvia Plath, Charles Bukowski, Isak Dinesen, W. G Sebald, etc.".

Tenemos ya la letra, ahora hay que ponerle la imagen. Y aquí, Astiberri y Nórdica son fieles a sus respectivas almas. Así, Tarancón nos habla de su voluntad de jugar con el contraste, textos clásicos con ilustradores jóvenes, una edición con diseño retro pero moderna. Además, siendo ellos una editorial de cómic querían que los ilustradores fueran además comiqueros: "Nos interesaba mucho lo que podían aportar a la ilustración también desde un punto de vista narrativo. Buscamos autores que combinaran o pudieran combinar esa faceta". Y así por sus libros clásicos pasan modernos como Alberto Vázquez, Paco Roca o David Rubín.

Moreno, un recién llegado a este mundo de la ilustración, se acogió al catálogo Ilustrísimos, "donde estaban algunos de los mejores ilustradores españoles. Y he trabajado con la mayor parte. Era una forma de dar prestigio al catálogo".

Uno de los suyos

Antonio Santos es uno de esos artistas a los que ha recurrido, su último trabajo juntos: la edición de El coloquio de los perros, de Cervantes.

"Si el texto me gusta procuro ser respetuoso con el autor. Si el texto no me gusta no lo ilustro", proclama Santos. Le preguntamos por su método de trabajo. "Leo el texto por placer —nos dice—. Si me gusta lo releo un par de veces. Dejo pasar el tiempo y trabajo a partir del poso de sensaciones que éste me ha dejado. Durante el trabajo, releo y reflexiono."

Comenta que, en tiempos de crisis, hay que trabajar con entusiasmo, "pensar en el mercado exterior porque el interior, entre políticos y banqueros, ha quedado devastado, como si le hubiera caído una bomba atómica de ochocientos mil megatones. Y el libro bien editado, mimado en sus últimos detalles, es un gran aliciente. A ese mimo pueden contribuir las ilustraciones".

No está mal traído: en época de penurias económicas, cuando además los lectores se mudan a lo digital, el libro ilustrado puede ser una estrategia defensiva. No lo afirmamos, lo preguntamos...

La enésima (y múltiple) resurrección de Frankenstein

La enésima (y múltiple) resurrección de Frankenstein

"Yo no me planteo nada a la defensiva, la verdad. Prefiero proponer nuevas ideas —responde Moreno—. El libro electrónico, y sobre todo las Apps, ofrecen nuevas oportunidades para el libro ilustrado. Ahora bien, también es cierto que este tipo de libros en los que la edición adquiere mayor relevancia son buenos aliados en estos tiempos, pues el olor, el tacto y otras características sensoriales presentes en los libros bien impresos no se pueden imitar en el libro electrónico. Son, modestamente, pequeñas obras de arte para todos los públicos."

También Tarancón lo cree, claro que "el plus de fisicidad que tiene el libro ilustrado sobre una novela al uso la tiene también el cómic" y en ese terreno "no nos ofrecía nada que no tuviéramos ya en nuestro catálogo".

Falta ahora por saber si la apuesta ha merecido la pena. "La respuesta del público ha sido tibia, para qué nos vamos a engañar. Intentamos cuidar mucho el diseño, la selección de los títulos y los ilustradores, pero no ha funcionado como nos hubiese gustado", admiten desde Astiberri. Más entusiasta se muestra el editor nórdico, quien además está feliz con la respuesta de los libreros, "que les prestan un sitio preferencial en las librerías, y de los críticos, que los reseñan con frecuencia, lo que ayuda a dar visibilidad al trabajo del ilustrador".

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