Libros

Cría fama y ponte a escribir

Una mujer hojea un libro en la 38 Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, en Madrid.

Cuando en enero conocimos la lista de libros más vendidos de 2013 (datos de Nielsen), nadie se mostró sorprendido: Cincuenta sombras de Grey, de la británica E.L. James (Grijalbo), ocupaba el número 1. Bueno, y el 4 y el 5, porque la lista se completaba con estos títulos: Infierno, de Dan Brown; La verdad sobre el caso de Harry Quebert, de Joël Dicker; Cincuenta sombras más oscuras; Cincuenta sombras más liberadas; El Maestro del Prado, de Javier Sierra; Dispara, yo ya estoy muerto, de Julia Navarro; La Reina Descalza, de Ildefonso Falcones; Misión olvido, de María Dueñas; y Brújulas que buscan sonrisas perdidas, de Albert Espinosa.

Y ustedes se dirán: ¡Pues vaya con la última hora informativa! Paciencia, déjenme que siga bajando en el escalafón. Hasta el número 18: ahí estaba Jorge Javier Vázquez, con La vida iba en serio su primera novela, editada por Planeta.

Son legión

Los telepopulares tienen las puertas de las editoriales abiertas de par en par. Y a fe mía que lo aprovechan: han entrado a saco.

La lista de los que en los últimos tiempos han pasado a engrosar la nómina de novelistas de este país es larga. Por citar sólo a algunos, presentadores como el citado Vázquez, Sandra Barneda, Nieves Herrero, Christian Gálvez, Mónica Carrillo... o Maxim Huerta, ganador del último Premio Primavera (para desagrado de muchos), quien en el momento de escribir estas líneas está entre los 10 más vendidos de FNAC y El Corte Inglés.

Luego están los libros a medio camino entre las (des)memorias y el onanismo firmados por gentes como Belén Esteban, autora de Ambiciones y reflexiones, o Mario Vaquerizo. O los que dan vida en papel a sus exitosas reflexiones catódicas, tipo El Gran Wyoming. Por no citar la ristra de libros de cocina o salud que buscar reeditar en papel el éxito de los formatos televisivos de los que proceden.

Que la tele vende, es indudable. Pero lo que llama nuestra atención es la vocación narrativa de tantos, que en muchos casos se manifiesta de manera tardía, habida cuenta de que la escritura suele ser un proyecto vital.

¿Por qué ahora? "Esta novela no la podía haber hecho con 20 años por las vivencias que he depositado en los personajes", confesó Sandra Barneda, quien durante la promoción justificó su tardío debut aludiendo al respeto que le tiene al mundo de las letras. Con esta novela, añadió, "he descubierto lo maravilloso y terapéutico que es escribir".

Para otros, como Mónica Carrillo,"la novela es fruto de una necesidad creativa, no buscaba una salida alternativa a mi profesión". Carrillo, además de presentar el informativo de Antena 3 junto a Matías Prats, escribe en su cuenta de Twitter microrrelatos que le han ganado el favor de muchos tuiteros. Escribir algo más extenso era cuestión de tiempo. "Me ha permitido alejarme de esa realidad que se impone tozuda, y hablar de otra cosa, en este caso, emociones." Liberarse de los corsés que el periodismo impone es otro clásico de las explicaciones: la novela, incluso la basada en hechos históricos, es un territorio libre.

Pero todos ellos sostienen, al menos en público, lo que nos ha dicho Christian Gálvez cuando le hemos preguntado si se habría lanzado a escribir si no fuera famoso: "Por supuesto. La literatura no tiene nada que ver con la fama. Solo con la pasión".

La fama me llama

Se muestran modestos, pero saben que su condición de populares es un seguro de ventas. (Algo que, es indudable, entra en los cálculos de los editores que contrataron sus obras. Nos hubiera gustado conocer su punto de vista, pero no ha sido posible. Así que volvamos a los autores). "Es verdad que es una ventaja en el sentido de que puede llegar a más gente, pero también puede ser una desventaja porque la crítica es más dura con un personaje conocido que se adentra en el mundo de las letras", aseguró Barneda.

Ellos, tan acostumbrados (vale, unos más que otros) a las lenguas de doble filo, tienen ahora que lidiar con un arma de doble filo: su popularidad. Porque, si de verdad están interesados en desarrollar una carrera literaria, les dolerá que sus libros se vendan sólo por su cara bonita y su programa de éxito. "Sinceramente creo que hay de todo –nos dice Gálvez–. Tendré lectores que me den la oportunidad porque trabajo en Pasapalabra, otros que me otorguen la credibilidad necesaria después de escucharme y otros que me llamen escritor advenedizo. Considero que todos tienen el mismo derecho a criticar si han leído la novela. Las críticas y los prejuicios sin una base sólida no se tienen en cuenta."

A este respecto, se muestra especialmente satisfecho con los periodistas que le han entrevistado: "Se han tomado la molestia de leer la novela, gesto que agradezco bastante, y han respetado la labor de investigación que he llevado a cabo durante cinco años".

Epílogo

En mayo de 2013, a las puertas de la Feria del Libro de Madrid, Almudena Grandes escribió en El País: "Todo el mundo tiene derecho a escribir, a publicar lo que escribe. Desde luego, pues no faltaría más (...). Pero existe un plano más profundo, una vocación que desafía a las etiquetas y subyace bajo las estrategias de marketing de las editoriales. Una ambición, una pasión, un oficio (...) Hablo de mis semejantes, mis hermanos (...) No salen en la televisión, no son famosos, no tienen más presencia pública que las fotos de las solapas de sus libros. Pero son los guardianes del tesoro, los depositarios de una herencia ancestral, los héroes de estos tiempos de chichinabo, donde cada día más necios confunden valor y precio. Y encima, tienen que aguantar que tantos famosos de medio pelo, periodistas, estrellas de la televisión, seudoaristócratas y demás aparezcan en los telediarios exhibiendo esos libros que, dicen ellos, son sus novelas".

Los aludidos no apreciaron la tarascada. María Teresa Campos sacó a relucir el tema en su programa con su invitada Mercedes Milá, y emitió, entre otros, el testimonio de Jorge Javier Vázquez: "Yo no me atrevería a decir algo así de Almudena Grandes si ella decidiera presentar un programa".

¿Son las mujeres las culpables de que los niños (varones) no lean?

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Casi un año después, el pasado día 23, los medios se hicieron eco del "exitazo en la firma de libros de Belén Esteban", que se hartó de firmar ejemplares (las malas lenguas dijeron que no tantos libros como autógrafos) de Ambiciones y Reflexiones.

Ese mismo día, Lucía Etxebarría firmaba ejemplares en un banco. De los de sentarse. "Belén Esteban con caseta en el Corte Inglés para firmar y yo buscándome la vida en un banco", se quejó en Twitter. Lo curioso es que Etxebarría, ganadora del Planeta en 2004, participó hace no tanto en un reality show, que es tanto como decir que se aventuró en el terreno de la Esteban.

Seguro que Jorge Javier tendría algo que decir al respecto.

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