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Cine

Documentales buscan espectadores

Un fotograma de 'Tu voz entre otras mil', el documental sobre Antonio Vega que se estrena en cines este  viernes.

Se han juntado varias cuestiones. Acaba de clausurarse Documenta Madrid, y el próximo día 26 abre sus puertas Docs Barcelona, ambos festivales consagrados a la categoría –que no género, como corrige el profesor y crítico de cine Mirito Torreiro, que escribe en Fotogramas- del documental. Este viernes, además, se estrena el muy esperado filme sobre Antonio Vega, Tu voz entre otras mil, y desde el pasado fin de semana se puede ver en salas Violetta, la emoción en concierto, sobre el personaje Disney a quien da vida la argentina Martina Stoessel.  En los últimos meses, se han proyectado en la gran pantalla títulos como Las maestras de la República, ganadora del Goya, El último de los injustos, una extensa y añeja entrevista del cineasta Claude Lanzmann a Benjamin Murmelstein, presidente del consejo judío de un campo de concentración nazi, o Guadalquivir, sobre la fauna y flora en torno a aquel río. De ahí que nos surja la curiosidad: ¿Se hacen hoy más documentales que antes? ¿Llegan más a las salas? ¿Los ve más gente?

“La tecnología de esta época es ideal, porque cualquiera puede hacer un documental”, arranca Torreiro. “Pero en la medida en que no hay una industria sólida, también hay más dificultades para llegar a las salas”. Valga como ejemplo la edición del año pasado de Documenta, en la que se premió como mejor propuesta a la excelente The act of killing: de las 75 películas que se mostraron, solo aquella fue estrenada en cines en España. Aunque claro, eso también ocurre en buena medida con las producciones de ficción. “En Málaga, este año ha habido unas 120 películas españolas”, dice el crítico, miembro también del equipo de dirección de aquel festival, “y 80 no van a llegar ni a la pantalla ni a ningún sitio, como mucho a la Red”. Con todo, si existe algún subgénero del documental que está creciendo, es ese, el destinado a verse como una película. “Y también el interactivo”, añade Jaume Ripoll, director de la plataforma online Filmin, que cuenta en su acervo con más de 600 filmes de no ficción, “porque en el documental necesitas ampliar más que en una película de ficción, y además es una herramienta muy buena a nivel didáctico”. 

La crisis, con su capacidad para permear todos los poros de la sociedad, también ha calado en el documental. Los expertos coinciden en afirmar que se producen más documentales de denuncia y, en general, “de temáticas cercanas en el tiempo”, como explica Mikel Olaciregui, director de Documenta Madrid y de la Cineteca del Matadero de Madrid, la única sala en España consagrada exclusivamente a la no ficción, y que el año pasado registró cerca de 100.000 espectadores. La guerra de Siria, el conflicto en Ucrania o la revolución egipcia, por ejemplo, han marcado el ritmo de las proyecciones de esta pasada edición de Documenta, que ha premiado la cinta de Farida Pacha My name is salt, sobre el trabajo de una familia en unas salinas de la India. Pero también se han abordado historias sobre deportistas, sobre problemáticas sociales o sobre música que, en su caso, tiene incluso un festival propio, el In-edit de Barcelona. “Y el panorama audiovisual no escapa del lugar al que nos lleva el sistema, el individualismo, el Yo, sociedad anónima”, dice Torreiro, que habla de una tendencia al “egodocumental”, “como los de Michael Moore y compañía, en los que la máxima verdad es la suya, que hablan del yo, no del nosotros”.

Jan, un superhéroe con gafas

Jan, un superhéroe con gafas

La irrupción de Moore en el festival de Cannes de 2004, en el que se hizo con la cotizada Palma de Oro por Fahrenheit 9/11, el primer documental en recibir ese honor desde 1956 (cuando ganó El mundo del silencio, de Jacques-Yves Cousteau y Louis Malle), sirvió no obstante de acicate para la salida de este tipo de películas de la caja del televisor a la gran pantalla. "Llevamos una década en la que cada vez hay más documentales con otra ambición estética o narrativa que trascienden el mundo de la televisión", explica Olaciregui, "minetras que antes esto se daba en muy contados casos". Lo mismo que el florecimiento de los festivales –tanto los específicos como los que incluyen los documentales en sus secciones- o su inclusión en los grandes premios, como los Goya, que crearon la categoría de mejor documental en 2001. “El problema es qué documentales se premian”, matiza a este respecto Torreiro. “Los ganadores suelen ser para echarse a llorar, lo que demuestra que a la Academia no le interesan los documentales una higa. Este año había 25 o 30 mejores que Las maestras de la República, que formalmente es convencional. Pero no estaban ni nominados, porque la Academia los desconoce”. 

Aunque alzarse con el cabezón sirve indudablemente de trampolín para saltar a las salas, una vez allí, el público no responde ante el documental del mismo modo que con la ficción. “El más visto en España es Canciones para después de una guerra (de 1971 y estrenado en el 76), que no llega al millón de espectadores, y el siguiente es OT. El documental, con unos 400.000, parecido a La pelota vasca”, ilustra Torreiro. “Son cifras muy pequeñas, la gente no los ve”. Y en televisión, el que fuera su primer feudo, las cosas no parecen ir mejor. “La industria es muy precaria y son pocos los documentales que consiguen un retorno de la inversión, porque tampoco hay espacio en las televisiones”, señala Olaciregui, que fue también director del Festival de San Sebastián. “Solo TVE, Canal + o las cadenas especializadas apuestan algo, en torno a las temáticas de naturaleza, historia o ciencia”.

Volcada en estos temas, también en la antropología o la arqueología, Explora Films, la única productora de documentales española incluida en la lista de las cien más influyentes del mundo, elaborada por la publicación canadiense Realscreen, levanta de media unas cuatro o cinco producciones al año. La gran mayoría las vende a cadenas extranjeras. “El documental en España está muy amenazado porque no existe una estructura de financiación clara, y porque las televisiones privadas no apuestan para nada”, sentencia Carlos Sevillano, director general de la empresa. Con la debacle de lo público, ni TVE ni las autonómicas están haciendo ningún dispendio, también porque, como ilustra Sevillano, les sale más barato comprar que participar en una producción. Algo que, dice, no ocurre en otros países de nuestro entorno, en los que hay “muchísimo interés” por el documental. “En Francia, Italia, Alemania… los ponen en prime timeprime time, tanto en televisiones públicas como privadas”, apunta. “Y esto no es porque las audiencias sean más cultas: se trata, simplemente, de una apuesta”.

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