Literatura

Nativel Preciado: “Creo que en la Transición no se pudo hacer más”

La periodista y escritora Nativel Preciado.

El periodismo y la literatura pueden ser dos caras de una misma moneda. O de una misma página. Y de un mismo autor. Por ejemplo, Nativel Preciado, reconocida tanto por una como por otra labor. La segunda, la que nos trae al caso, ha quedado concretada en Canta solo para mí Canta solo para mí(Planeta), su última novela, con la que se ha alzado con el Premio Fernando Lara, dotado con 120.000 euros. Y en ella se atreve, por fin, a conjurar sus dos facetas para dar vida a un relato sobre la época tardofranquista y, con él, diferentes cuentos unidos por el amor, la juventud, el reporterismo y, por encima de todo, la pulsión de libertad. “Es la primera vez que me he atrevido a hacer una novela tan periodística, porque siempre hay cierto temor a que te acusen de escritora mediática o de otras tantas cosas, que ahora ya no me importan demasiado, la verdad”, confiesa la autora. “Estoy muy orgullosa de ser periodista y esta es la primera novela propiamente periodística, con una historia de periodistas, que se me ha ocurrido escribir”.

Periodística, porque se adueña de ese lenguaje “claro y conciso” que se presupone y alaba al reportero, aunque en realidad lo que se cuenta es una historia poliédrica, tumultuosa y cargada de paradojas -sanas e inevitables-, que son el motor que impulsa a sus personajes, plenos de ganas de hacer y de vivir por encima de las prohiciones y las imposiciones físicas y morales de la dictadura. Sobre periodistas, porque está protagonizada por una joven e intrépida reportera gráfica y un profesional algo más mayor y de aquellos que destilan cierto aire heroico, ambos enredados en una historia de amor tóxico e intermitente. “A mí me gustan los escritores que salen del periodismo, García Márquez, Truman Capote, Gay Tallese, Norman Mailer…”, explica la autora, a la que se percibe cansada tras toda una mañana de entrevistas encadenadas, aunque sin perder en ningún momento la sonrisa. “Yo reivindico mucho el estilo periodístico a la hora de narrar historias, incluso las que no son ciertas”.

La suya, si bien de ficción, tiene un cierto componente de realidad, no solo en el trasfondo -la época en torno a la Transición- o los personajes históricos que transitan por los renglones -de Yaser Arafat, a Édith Piaf o Nelson Mandela, por solo nombrar unos cuantos. En la última página, la de los agradecimientos, recuerda la escritora a una amiga: “Un día le pregunté por qué se enamoraba siempre del hombre equivocado. Ella me contó esta historia para tratar de explicármelo”. De ahí ha tomado esa porción del relato, la de un romance “enloquecido”, así como el nombre de su protagonista, Muriel. “Una mujer liberada, feminista, que se va de su casa cuando es muy joven, que arriesga muchas cosas en la vida, que sabe lo que quiere… y que se enamora del tipo más inadecuado para mantener su libertad, de un personaje que aparentemente se preocupa por las causas perdidas, se preocupa por todo el mundo, profesionalmente está muy valorado, pero en su vida íntima es machista. Es celoso, machista, en fin… es otra de las contradicciones de la novela. Él mismo es una pura contradicción andante”.

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El contrapunto de la historia, el toque de cordura, lo aporta el hijo de Muriel, un chaval que solo deduce, pero no sabe, que su madre tuvo una vida antes que él, visto el muro de misterio que ella ha levantado entre presente y pasado. La grabación de un documental sobre aquellos tiempos le llevará a conocer algunas de las verdades que su madre le ocultaba, y servirá para reescribir una historia que, como todas, se había ido agrandando y deformando con el insuflo del tiempo en la memoria. “Cuando alguien cuenta las batallitas del pasado las mitifica, las encumbra, mientras queel hijo es la visión nueva, crítica y objetiva de los hechos, y pone un punto de equilibrio en la historia de estos dos enloquecidos, que ven el mundo a través de la historia de un amor muy apasionado”, abunda la periodista, que se reafirma en su condición a pesar de la  "mala prensa" que (irónicamente) recibe a día de hoy la profesión. "Yo la sigo amando mucho porque me abstraigo cada vez que me dicen lo mal que lo hacemos, lo tirados que estamos o el rollo que nos contamos", reconoce, "y porque hay compañeros que nos redimen todos los días".

Ese juego de espejos entre las visiones de madre e hijo se corresponde también, desde la distancia de las comparaciones, con la revisión histórica que se está haciendo hoy de aquellos tiempos de la Transición, en su día glorificados y ahora vapuleados. “Tiene que pasar un tiempo para que la generación que la hicimos estemos al margen y los que le culpan de todos los males actuales de la democracia también maduren un poco más”, receta la autora (Madrid, 1948). “Lo importante de aquella época era lograr un equilibrio, porque todo el mundo quería que el proceso fuera sobre todo pacífico, y hacer ese tránsito sin violencia era muy complicado. Se hizo lo mejor que se pudo, y hubo varios errores, pero eran los menos: se salió airosamente. Hubo ciertos defectos que quizá los estemos pagando ahora, pero es que creo que no se pudo hacer más”.

Esa voluntad de volver a colocar la Historia en su lugar también la aplica a los personjaes históricos que desfilan por la novela, plagada de viajes a destinos tan exóticos y misteriosos como peligrosos y conflictivos, como el desierto argelino en el que se refugiaron miles de damnificados de la colonización española del Sáhara Occidental. "Muriel va descubriendo que, de cerca, aquellos ídolos no son como ella pensaba, sino que son tan humanos que están llenos de defectos. En esa época éramos muy mitificadores, y teníamos mucho póster de personaje revolucionario, no hablo de los tradicionales, sino de otros que no se conocían tanto. Y resulta que de esa época solo queda uno indemne, solo uno, Nelson Mandela.Todos los demás están liquidados, descartados: no eran lo que pensábamos", dice Preciado, que no quiere lanzar con esto ninguna moraleja. "Todos han decepcionado las expectativas que se pusieron en ellos excepto Madiba, que nos ha superado a todos a pesar de tener una vida tan larga y a pesar de haber ejercido el poder. Un milagro".

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