Arte

Las cabezas detrás de las máscaras

El poeta Rafael Alberti, retratado por Alberto Schommer en 1985.

Si hoy conocemos que Napoleón ostentaba un rostro elegante, de pómulos angulosos y nariz aguileña, se debe a los muchos retratos que de él han quedado para la posteridad. Aunque ya lo sabemos: los modelos son coquetos y los artistas, cuando asalariados, se deben a sus pagadores. Así que cabe imaginar unos kilos de más y, posiblemente, algo de bizarría de menos. Si hay algo de lo que podamos estar seguros es de cómo el militar francés se veía el último día de su vida, gracias al testimonio de su máscara mortuoria. Aquella práctica que consistía en dar forma a un molde de la cabeza de los recién fallecidos, que se remonta a los tiempos del antiguo Egipto, ha permitido a lo largo de los siglos recrear y conservar la fisionomía de grandes personajes, desde Julio César a Alfred Hitchcock.

Construida sobre la idea de máscara como la fachada del rostro, como la corteza que aísla y conecta al ser interior del mundo exterior, el Museo del Prado ha organizado una exposición atípica, una de las pocas de su historia que incluyen fotografía, que conjuga piezas de la pinacoteca con una selección de obras del Premio Nacional de 2013, Alberto Schommer. El artista (Vitoria, 1928), uno de los grandes nombres de la fotografía española del siglo XX, utilizó ese mismo término Máscaras del que toma nombre la muestra (hasta el 14 de septiembre)– para alumbrar una extensa serie de instantáneas protagonizadas por ilustres intelectuales españoles del siglo XX, de las que pueden verse unas dos decenas.

Colocados frente a frente en una sala del edificio de la ampliación del Prado levantado por el arquitecto Rafael Moneo, cuelgan el mismo número de retratos pictóricos atesorados por la pinacoteca, datados en la Edad moderna, así como las instantáneas en blanco y negro de Schommer, tomadas en los años ochenta. En una pared se presenta así un autorretrato de Francisco de Goya, el Retrato de un hombre de Velázquez o el retrato de Alonso Cano realizado por un autor anónimoRetrato de un hombre, que miran orgullosos desde el otro extremo de la sala a los ilustres interlocutores de Schommer, desde Rafael Alberti a Gabriel Celaya, Juana Mordó o Eduardo Chillida.

Unidas por su tipología, el retrato frontal de busto, y separadas por el tiempo, por la técnica, por el color, por la autoría, el conjunto de obras –los cuadros y las fotos– crean una narrativa única: una visión de la intelectualidad y la cultura española a través de las efigies de algunos de sus grandes representantes. “Yo no soy nada más que un mensajero que en un momento dado hizo estas obras”, aseguró un cansado pero agradecido Schommer en la presentación a los medios de la exposición. “Las he ido apilando y se me fueron muriendo los personajes que había ido retratando: ya solo me quedan tres vivos”, el pintor Antonio López, el compositor Luis de Pablo y el escultor Julio López Hernández.

Sus máscaras sobre papel, que el fotógrafo denominó así porque las imágenes están tomadas de tal modo que las cuencas de los ojos se ven negras, como vacías, se han equiparado a las otras, las que se hacían con cera. Y la fotografía, contrapuesta con la pintura, pone de relevancia aquella revolucionaria idea que ya planteara el crítico de arte John Berger: la de que en esta era del desarrollo de la técnica y la compulsión consumista, el arte de la cámara se ha erigido en sustituto de la pintura figurativa. “Antes cultivaban el retrato los pintores, ahora son los fotógrafos”, señaló el director general de Bellas Artes, Jesús Prieto. “A los primeros les llevaba mucho tiempo, frente a la inmediatez de los otros. Sin embargo, descubrimos que hay fotógrafos con la misma voluntad de intensidad”.

Revela también la exposición que, siguiendo la senda de los pintores que se fueron nutriendo de los avances de otros para dar lugar a los suyos propios, los fotógrafos han forjado el siguiente eslabón en la cadena de la evolución del arte. “Y Schommer representa algo de lo mejor de la fotografía española, que creo que no está lo suficientemente valorada todavía, aunque hemos tenido el mejor grupo de fotógrafos del mundo”, apostilló Prieto, que aludió a Eugeni Forcano, de quien actualmente se puede ver en Madrid una muestra de sus trabajos, como esta, insertada en el contexto de PhotoEspaña. Y es gracias a ese buen hacer del artista, que al final de las profundidades de los ojos de los personajes, estáticos, somos capaces de intuir la humanidad que en ellos residió. “Creo que la fotografía no puede hacerse banalmente”, sentenció Schommer. “Si no, es una fotografía honesta de prensa, de deporte o de recuerdo, pero no artística: eso es otro mundo”.

El fotógrafo vitoriano Alberto Schommer.

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Créditos de las imágenes verticales

1. 'Luis de Góngora', anónimo, según Velázquez, 1622.

2. 'Juana Mordó. Galerista', de Alberto Schommer, 1985. 

3. 'Autorretrato', de Francisco de Goya, 1815. 

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