Mostra de Venecia

Otra jornada sin mucha historia, dedicada a la infancia perdida

Otra jornada sin mucha historia, dedicada a la infancia perdida

infolibre | noticine

Este miércoles le tocó el turno a un nuevo tema en la selección de Barbera para el concurso de la 71ª Mostra de Venecia: La inocencia perdida, el final de la infancia y el choque ante las realidades de la vida adulta. Se trata de películas de dos poco experimentados directores, el turco Kaan Müjdeci, con el drama perruno Sivas, y la francesa Alix Delaporte, con Le dernier coup de marteau (El último martillazo), que han coincidido en no levantar pasiones...

... Bueno, al menos la primera sí, pero extracinematográficas. Aunque el joven realizador turco se empenó en desmentirlo en varios idiomas, al público con mayor sensibilidad animalista no le hizo gracia ver peleas de perros mostradas con extremo realismo. Según Müjdeci no se maltrató a ningún can, y lo que se vio en pantalla formaba parte de las habilidades del cámara, editor y de los responsables de efectos especiales.

Era realmente difícil contar su historia sin esas peleas, prohibidas en muchos países occidentales pero habituales en otros, como en la Turquía rural y profunda donde se desarrolla su Sivas, que recibe título del nombre del perro que encuentra abandonado el niño preadolescente protagonista, Aslan. El imponente animal se revela como un aguerrido luchador y la familia del niño le empuja a explotarlo en las peleas. Una amistad ser humano-perro abre habitualmente bastantes corazones, genera emoción, pero Kaan Müjdeci parece no tener interés en que esa empatía se produzca, a través de una realización seca y esquemática, cuyas únicas escenas vivas son precisamente las confrontaciones caninas.

La competencia de la Mostra se toma un descanso y aplaude a Mario Martone

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Por su parte, Delaporte en Le dernier coup de marteau dispone de un protagonista de algunos años más, pero no muchos. El adolescente Victor vive con su madre enferma en un campamento de caravanas, al lado de los gitanos. Está enamorado de una vecinita hija de españoles, y a lo largo del escaso metraje de la cinta (82') va a aproximarse al padre que los abandonó a ambos, a la sazón un director de orquesta clásica que ha vuelto a la ciudad de provincias donde vive para dirigir una sinfonía de Mahler.

Aquí también la directora elige la poco original metáfora del silencio para mostrar la confusión ante las pulsiones adultas de su joven personaje. Eso significa inexpresividad, y es difícil mantener un interés cuando menudean los diálogos y la acción, lo que pasa, tampoco es que se parezca a la enésima parte de los Expendables de Stallone.

En resumidas cuentas, dos films que poco deberían esperar del palmarés que se anunciará este fin de semana. Esperemos que este jueves el siempre sulfúrico Abel Ferrara revolucione esto y nos saque del tedio con su lectura política del asesinato de Pasolini, historia real que ha generado un segundo título, éste con director italiano de veras, Davide Grieco.

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