Teatro

Concha Velasco: “Yo he ido evolucionando; el país, no estoy tan segura”

Concha Velasco junto a los actores Hugo Aritmendiz y Rodrigo Raimondi.

Una madre y su hijo. Ella, enferma de cáncer, ya en fase terminal. Él, con síndrome de Down. Como trasfondo, un país al borde del precipicio, asolado por la corrupción y la creciente miseria. Mientras la madre intenta ajustar cuentas con su oscuro pasado, moteado de la relación con su marido, con su familia y amigos, con su propia salud, el hijo se mantiene junto a ella como una roca, siempre firme, con su alegría como antídoto para los males. La historia, con sus salvedades, además de hablar de una realidad contemporánea, coincide además con la de la mujer que la protagoniza sobre las tablas, Concha Velasco.

Después de haber superado ella misma el trance de la enfermedad, la actriz castellana regresa a los escenarios a sus 75 años con Olivia y Eugenio, una obra escrita por Herbert Morote y dirigida por José Carlos Plaza que se representará en el Teatro Bellas Artes de Madrid entre el 6 de noviembre y el 25 de enero. Tras haber sido estrenada en Zaragoza, haber pasado por varias ciudades y con fechas pendientes antes de llegar a la capital en Granada, Úbeda y Burgos, la función volverá a salir de gira a finales de enero para recalar en abril en Barcelona, donde se podrá ver en el Teatre Goya bajo las órdenes de Josep Maria Pou.

En la presentación a los medios, la intérprete de películas tan variopintas como París-Tombuctú o Las chicas de la Cruz Roja (más de 70 ha rodado en seis décadas de carrera, además de haber protagonizado otras tantas obras de teatro e intervenido en numerosos programas de televisión, incluido Cine de barrio, que presenta actualmente) se reveló como una auténtica estrella. Todo un enjambre de fotógrafos, como los que se ven en las alfombras rojas, esperaba ansioso su llegada a una de las salas del Palacio de Longoria, sede de la SGAE.

Cuando apareció -como buena diva, 15 minutos más tarde de la hora prevista- el repiqueteo de los flashes se confundía con los gritos cargados de todo tipo de piropos y de peticiones de posado, a los que ella, bromista, contestó con un “Oye, perdonadme, no sabía que estabais ahí”. “En teatro he podido decir a través de los personajes todo lo que no me atrevo a decir como persona”, abundó una vez fotografiada y señalando que, dado el paralelismo de la trama con su biografía, le “costó trabajo” identificarse con el texto. “A través de Olivia vais a comprender lo que siento contra el mundo, contra la sociedad, contra la gente”. 

La actriz (Valladolid, 1939) estuvo en todo momento acompañada de los productores de la función, Jesús Cimarro y Jordi González, directores respectivamente de las empresas teatrales Pentación y Focus, madrileña y catalana, que gestionan como joint venture el Festival de Mérida y el teatro de La Latina, adquirido a Lina Morgan, mientras que la primera es propietaria el Bellas Artes. Junto a ellos, comparecieron el director y el autor de la obra, además de los actores Hugo Aritmendiz y Rodrigo Raimondi, este último hijo del barítono Ruggero Raimondi, que se reparten entre los dos el papel de Eugenio, el vástago de Olivia.

Concha Velasco, Premio Nacional de Teatro

Concha Velasco, Premio Nacional de Teatro

“Ambos son actores natos”, dijo Morote, el autor, que aprovechó para recordar que esta es la primera ocasión que se realiza una obra de teatro con intérpretes con síndrome de Down con papeles protagonistas, es decir, casi todo el tiempo en escena. Una coyuntura diferente, por ser en vivo, a la de los actores de películas, como es el caso de Pablo Pineda, que ganó la Concha de Plata de San Sebastián en 2010 por el filme Yo, también. “En este tiempo de porquería, de pensar hasta cuándo podemos aguantar, Hugo y Rodrigo representan lo que este país necesita: la bondad”.

La enfermedad de ella y la discapacidad de él, con todo, no son sino meras “anécdotas” en lo que respecta a la historia que Olivia y Eugenio quiere contar. “Lo que cuenta es cómo la bondad y las ganas de vivir se apoderan de ellos en las malas circunstancias, cómo se convierten en un veneno bueno”, dijo Plaza, que aseguró haber tomado como referencia los Cuentos morales de Eric Rohmer.

Como la función se desarrolla en un país en tiempos convulsos –llámese España, dígase ahora-, Velasco también quiso lanzar un comentario respecto a la “sociedad que tenemos la desgracia de estar viviendo en este momento”, centrándose en el ámbito que ella mejor conoce, el de la actuación. Una actitud que ya ha demostrado en otras ocasiones, aun a riesgo de jugarse una parte de su público. “Hago teatro porque creo que las obras son un vehículo de crítica cultural y social”, aseveró. “En estos años yo he ido evolucionando, y espero que el país también haya evolucionado, aunque de eso no estoy tan segura”.

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