Arte

Pop al desnudo

Monica desnuda con Cézanne, de Tom Wesselmann.

Nacido en una sociedad con un pasado puritano, situada entonces en el umbral de una nueva era, al joven Tom Wesselmann (1931-2004) le carcomían sus propias obsesiones. Después de licenciarse en psicología, comenzó los estudios de dibujo en su Cincinnati natal, dispuesto a abrirse camino como ilustrador de cómics. A finales de los años cincuenta se mudó a Nueva York para seguir formándose, pero en una visita al MoMa, el museo de arte moderno, tuvo una iluminación con respecto a la pintura. Quería practicarla.  

Para ponerse manos a la obra, necesitaba primero liberarse de sus demonios, esos que le atenazaban en forma de obsesiones. Lo consiguió visitando a su psicoanalista, que le recomendó no reprimir sus deseos sino todo lo contrario: expresarlos. Le hizo caso, y el resultado quedó plasmado en una de las series más conocidas del arte estadounidense, compuesta por más de un centenar de piezas, Great American nude (El gran desnudo americano), en la que recrea múltiples variaciones de ese tema que siempre le rondó la cabeza: el desnudo. 

Aquel pintor, uno de los últimos y mayores nombres del pop art, es protagonista de una muestra individual en la galería madrileña Pilar Serra, que ha reunido varios de los trabajos gráficos de su última etapa artística, de entre 1988 y 1998, todos serigrafías a las que se une un estudio sobre papel para uno de sus cuadros, y que se exponen hasta el 31 de octubre.

Considerado por algunos historiadores del arte como uno de los cinco artistas pop estadounidenses fundamentales junto con Andy Warhol, Roy Lichtenstein, James Rosenquist y Claes Oldenburg, la obra de Wesselmann es una de las más reconocibles dentro del panorama artístico de la segunda mitad del siglo XX.  No solo por esa fijación por los desnudos, siempre más naturalistas que eróticos, sino también por su recurrencia a otros dos grandes géneros, igualmente procedentes del arte clásico: el bodegón y el paisaje.

"No pinto desnudos con intenciones sociológicas, culturales o sentimentales", declaró el propio artista sobre su fijación. "Mi única intención es siempre encontrar nuevas formas de crear pinturas fascinantes utilizando la situación del desnudo tradicional".

'Naturaleza muerta con lirios, petunias y fruta'.

Hasta el pasado septiembre, también se pudieron contemplar en Madrid varias de las obras de Wesselmann, piezas únicas como Gran Desnudo americano nº 31, Mónica sentada con las piernas cruzadas o Naturaleza muerta nº 34, que formaron parte de la exposición Mitos del Pop, una colectiva sobre la corriente abierta durante este verano en el museo Thyssen Bornemisza.

Otra de las grandes inquitudes de Wesselmann, que falleció en 2004 debido a las complicaciones surgidas tras una operación de corazón, fue la del propio arte. Principalmente, el de pintores como Mondrian, Matisse, Degas o Motherwell, sus ídolos declarados. Fue un cuadro de este último, Elegía a la República española, el que colgaba en las paredes del MoMA cuando tuvo aquel fogonazo por el que se decidió a dedicarse a la pintura. 

De todos aquellos artistas, Wesselmann creó homenajes a través de sus propias pinturas. Especialmente en sus desnudos, que siempre protagoniza su segunda mujer, Monica, y en los que hace referencia a las obras de aquellos representándolas como fondo de las suyas o aludiendo a ellas a través de detalles como la postura o las vestimentas de la modelo.

Técnicamente complejas, al desplegar algunas incluso hasta cuatro decenas de colores, las serigrafías de Wesselmann no son sino una extensión de su obra única, algo que también ocurrió con otros artistas pop como Warhol o Lichtenstein. Al final de su carrera, que llegó antes que el de su vida, el pintor se introdujo en otros terrenos más allá del lienzo y el papel, y se dedicó a experimentar con materiales como el metal.

Empeñado en realizar dibujos a partir de planchas, el artista llegó incluso a inventar un sistema para poder recortarlas, dado que entonces no existía el láser. Y en aquellos trabajos, esculturas al fin y al cabo, sus obras adquirieron en la realidad la tridimensionalidad a la que siempre habían aspirado sobre el lienzo.

Aunque al principio de su carrera su inspiración fue el expresionismo abstracto de Willem de Kooning, el arte de Wesselmann pervivirá finalmente no solo como destacado dentro de la figuración contemporánea, sino también como reflejo y muestra de la sublimación de lo cotidiano. "La misión principal de mi arte", dijo él en una ocasión, "al comienzo y todavía, es hacer el arte figurativo tan apasionante como el abstracto".

A sus mujeres desnudas, sus bodegones y sus paisajes, a todos les imprimió así el carácter y la frescura del pop a través de sus formas simples y sus colores vivos y en muchas ocasiones aleatorios. También con sus referencias a la publicidad, al patriotismo (en su serie Gran desnudo americano, por ejemplo, priman los rojos, blancos y azules) o al propio arte contemporáneo.

"Utilizaba lo que estaba a mi alrededor, así que mi cultura es lo que yo utilizaba", explicó Wesselmann, quien, una vez pasado el furor inicial por el pop art, dijo de este que, al alinearse con marcas y productos, se convirtió en algo "limitador". "Pero no lo utilizaba por razones culturales: no era un comentario sobre la cultura".

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