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Arte

Guadalupe Posada, un artista calavera

La calavera Catrina, obra de José Guadalupe Posada e icono mexicano.

Entre 1910 y 1920, México vivió una revolución que acabó con el gobierno dictatorial de Porfirio Díaz y abrió las puertas del país hacia la modernidad. Famoso no solo por su arte, sino también por su implicación política, concentrada en los ideales del comunismo, Diego Rivera regresaba entonces a su patria tras un periplo por medio mundo. El nuevo presidente, Álvaro Obregón, acababa de nombrar al escritor y filósofo José Vasconcelos primer Secretario de Educación Pública. Y Rivera quería participar en sus propuestas.

También otros grandes muralistas, desde José Clemente Orozco a Jean Charlot, de origen francés. En esas grandes pinturas públicas que pergeñaron, aquellos pintores quisieron desarrollar un discurso que revalorizara las cualidades de lo indígena, lo puramente mexicano. Entre sus fuentes principales se encontraba José Guadalupe Posada, un ilustrador y caricaturista que vivió entre finales del siglo XIX y principios del XX y que, inopinadamente, acabó erigiéndose en uno de los grandes creadores de la iconografía del país americano.

Juego de la oca.

La Catrina

, ese esqueleto femenino con su sombrero de plumas, también llamada la calavera garbancera; el juego de la oca en su versión mexicana o la portada e ilustraciones de la primera obra de literatura infantil salida de aquel país, solo por nombrar varios ejemplos de su desbordantemente abundante producción, se deben todos al arte de aquel hombre, hasta hace relativamente poco tiempo un completo desconocido y hoy, digamos que simplemente un desconocido, puesto que poco o nada se sabe de su vida más allá de que nació en 1852 en Aguascalientes y murió 60 años después en la Ciudad de México.

En recuerdo de su legado, el Instituto de México en Madrid ha organizado la exposición Fantasías, calaveras y vida cotidiana, con decenas de ejemplos de sus grabados, que permanecerá abierta hasta el 16 de enero. Comisariada por Agustín Sánchez González, autor de varios libros en torno a la figura de Posada, la muestra ha pasado antes por ciudades como Cádiz y Alcalá de Henares.

'Calavera de Don Quijote'.

“Él fue un hombre que, aunque creó más de 20.000 imágenes, vivió de manera anónima”, explica el comisario. “Trabajaba en periódicos, imprentas, y sin proponérselo, fue creando la iconografía nacional”. Siempre con la técnica de la zincografía, Posada creó grabados para ilustraciones de prensa, de libros y también para unas hojas volantes que se vendían en su época por las calles a uno o dos centavos.

En ellas se daba cuenta de noticias y sucesos como La horrorosa historia del horroroso hijo que mató a su horrorosa madre, el atentado que sufrió Alfonso XIII el día de su boda, o la desaparición de la peseta (mexicana, claro). A los textos, muchos escritos a modo de coplilla, se sumaban las imágenes creadas por Posada, siempre plagadas de fantasía y una mezcla de ironía e ingenuidadParece que sobre Montes/ Había alguna maldición/ Pues que su cuerpo ha quedado/ Hecho todito carbón, arranca la hoja sobre la muerte del torero sevillano Antonio Montes, que falleció en México y cuyo cadáver se vio envuelto en un incendio cuando lo transportaban.

'La gorra del cuartel'.

Estas creaciones impregnaron las retinas de quienes las veían, tanto que algunas han pasado a formar parte del acervo cultural popular mexicano. “El Tigre de Santa Julia, un bandolero que fue una especie de Robin Hood, se convirtió en mito porque lo agarró la policía cagando, y ahora existe un dicho que es Te agarraron como al Tigre de Santa Julia”, cuya figura fue difundida a través de los grabados de Posada. También dibujó el artista estampas de canciones, y realizó copias de obras de arte como La última cena de Leonardo, cuadros de Mariano Fortuny

Piensa Sánchez González, de hecho, que su producción seguramente sea mayor que las 20.000 obras que se le están inventariando, dado que muchas de aquellas impresiones en papel habrán desaparecido a día de hoy. “Solo se le conocen dos fotografías, no quedan documentos de su vida y jamás se le hizo una entrevista”, señala el comisario, que en sus investigaciones descubrió que tuvo un hijo, que murió a los 17 años y que aunque no tenía título, era un hombre leído, cosa aparente por la riqueza de su lenguaje visual. “Fueron los grandes artistas como Rivera u Orozco quienes asumen su herencia, que fue la línea que trazó el arte mexicano”.  

'El crimen de la Profesa'.

Otra rama de la creatividad desbordante del caricaturista fueron sus estampas religiosas, de las que se conservan hasta 300 modelos de santos y vírgenes, muchos locales. “Retrata el alma de lo mexicano, su vida cotidiana”, dice Sánchez González. “Y lo hace de una manera cercana a las danzas macabras, a la obra de Brueghel el Viejo y a lo propiamente indígena”. A esos elementos, la revisión posterior realizada por los artistas revolucionarios, incluido también por ejemplo el cineasta soviético Sergei M. Eisenstein, que firmó la película ¡Que viva México!, le aportó el toque filosófico, “le dio sentido”.

La Catrina, que nació de la mano de Posada como calavera garbancera porque era una mujer más preocupada por parecer española que mexicana (de ahí lo de garbancera, que significa algo así como hortera), pasó de ser solo una cabeza a todo un esqueleto con Diego Rivera. Y con el cuerpo, el marido de Frida Kahlo le añadió a la figura un significado más profundo, que dio pie a la fiesta de los muertos tal como hoy se la conoce: “Una reivindicación del discurso indigenista en detrimento de lo europeo”.

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