Entrevista

El Gran Wyoming: “Quiero dar visibilidad a gente que no la tiene y ha encontrado soluciones”

El Gran Wyoming

Si les preguntamos qué tienen en común la exportavoz de la PAH Ada Colau, el actor Alberto San Juan, la comadre Begoña Piñero o la filósofa Marina Garcés, quizá intuyan la respuesta: todos son personas que, desde sus particulares atalayas, han hecho por arrimar el hombro en estas circunstancias adversas.

Pero esa no es su única cualidad compartida: todos ellos, junto a otros personajes como David Alegre, director de la orquesta Solfónica, el pancartero Martín Sagrera, el profesor de historia Josep Fontana o el médico Juan Luis Ruiz-Giménez, se han sometido al afilado tercer grado de El Gran Wyoming.

De las preguntas del presentador de El intermedio y colaborador de infoLibre y, sobre todo, de las respuestas de sus interlocutores, nace No estamos solos (Planeta), una suerte de segunda parte del libro No estamos locos, publicado por el comunicador hace ahora un año.

Si en aquel título Wyoming defendía con su sarcástica pluma que otro mundo, y otra España, es posible, en este ha cedido la tinta y el espacio de la hoja en blanco a quienes están haciendo de esa aseveración abstracta realidad comprobable. Como él mismo afirmó en una atestada rueda de prensa que se celebró este jueves en el madrileño Teatro del Barrio, proyecto de Alberto San Juan, esta nueva publicación quiere ser “un antídoto contra el derrotismo”.

Lo que recoge son “pequeños logros porque no existen", en el sentido de que ni las personas que los llevan a cabo ni los propios logros encuentran demasiado espacio en los medios de comunicación masivos. "Pero para mí son grandes logros que todo el mundo debería conocer, porque son la solución”, explicó después a infoLibre. “La solución es precisamente encontrar la solución y llevarla a cabo”.

De todos sus entrevistados, reveló José Miguel Monzón, “las que más me han llamado la atención son tres mujeres: Ada Colau, Marina Garcés e Itziar González Virós “, activista de la PAH, filósofa y arquitecta, respectivamente.

Mientras que la primera fue el rostro público de la Plataforma de afectados por la hipoteca durante cinco años, la segunda ha creado el Espai en Blanc, un espacio donde aunar pensamiento y política, palabra y acción; la tercera, por su parte, dimitió de su cargo como concejala en Ciutat Vella, en Barcelona, para denunciar las irregularidades urbanísticas que se estaban llevando a cabo en su distrito.

“En muchos aspectos me considero más cerca del mono que de la mujer”, dijo en broma el presentador y músico para subrayar su admiración por estas ciudadanas, de las que destacó “el aspecto de generosidad y de verdad que incluía su discurso”.

El proyecto de No estamos solos, en todo caso, no empieza ni termina aquí. La parte más sustanciosa, que incluye las entrevistas de todos los personajes retratados y de otros que por cuestiones de espacio no han podido aparecer, llegará en enero en forma de documental dirigido por Pere Joan Ventura y Georgina Cisquella, del que Wyoming es el productor.

Parte de esas grabaciones, así como otros documentos audiovisuales, también están disponibles en el libro por medio de códigos QR. A través de ellos se pueden ver vídeos de, por ejemplo, el colectivo andaluz Flo6x8, que realizan acciones lúdicas y culturales en bancos o instituciones con el fin de llamar la atención sobre los que más culpa tienen y, a la vez, menos pagan.

O también, películas como El Tren de la libertad, un documental colectivo que registra el emocionante viaje de las comadres asturianas a Madrid para entregar una carta al exministro Gallardón por su ya truncada ley del aborto, en el que, por el camino, se fueron adhiriendo miles de personas.

Acostumbrado como está a visibilizar lo que ciertos estamentos quieren ocultar a través de su programa en La Sexta, para Wyoming no hay separación entre espectadores y lectores. “Igual que no distingo entre mi actitud mental cuando hago la tele y cuando me pongo a escribir esto”, agrega. “La diferencia es que aquí hago lo que quiero y allí estoy al servicio de un programa que estoy en muy consonancia”.

De esta faceta literaria, de la que ya había dado muestras no solo en aquel No estamos locos, sino en títulos anteriores como Un vago, dos vagos, tres vagos, asegura que se trata de una “evolución natural: cuando eres famoso te proponen muchas cosas, y una de ellas es escribir libros”.

Esa certeza, la de vivir “en un mundo donde la fama es fundamental para vender”, es la que a él le ha animado a emprender este proyecto. Eso y que, dice con sonrisa pícara, no sabe decir que no a nada. “El inconveniente de esto es que te conviertes en un líder de opinión, que es algo que no me interesa en absoluto”.

“Sí que quiero dar visibilidad a gente que no la tiene y ha encontrado soluciones", puntualiza. "¿Es realmente posible otro mundo? ¿Se pueden cambiar las cosas? Yo aquí saco gente que ya ha cambiado las cosas, y a través de ese cambio a lo mejor se configura el mosaico de un mundo mejor”.

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Martín Sagrera, el pancartero, lo ha hecho a su peculiar manera: fabricando con sus manos y sus recursos esos reconocibles carteles con un NO y unas tijeras (No a los recortes) o con mil y un lemas que luego reparte en las manifestaciones. Y el médico Juan Luis Ruiz-Giménez, negándose a cumplir las injustas leyes que dejan a los más desfavorecidos fuera del sistema de la seguridad social.

Quienes no han entrado en su libro han sido los políticos. De ninguna procedencia, es decir, tampoco los de Podemos, que podrían considerarse portadores de aires de cambio. Porque como él mismo explica, aunque Colau encabece ahora la plataforma Guanyem Barcelona, lo que se subraya en No estamos solos es su faceta como activista antidesahucios. “En este libro salen personas que hacen cosas”, sentencia el presentador, que deja también una reflexión sobre el porqué de su éxito catódico.

“Hay días que somos líderes en el prime time, lo cual va en contra de todos los manuales de semiótica o técnica de los medios de comunicación, que dicen que en el prime time la gente no quiere líos”, señala. “Lo que he descubierto es que detrás de eso subyace una trampa, que consiste en secuestrar ese medio tan potente que es la televisión, porque la gente quiere saber. Cuando le cuentas cosas, la gente sí ve la televisión”.

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