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Milagros, migraciones y una historia de amistad en Barcelona

Milagros, migraciones y una historia de amistad en Barcelona

Saila Marcos

Dice Javier Pérez Andújar que Joan Guerrero se hizo fotógrafo en los descampados de Santa Coloma de Gramanet, donde empezó a retratar en los setenta la inmigración de aquella época, la suya, la que llegaba a Cataluña desde Galicia o Andalucía. “En los descampados de Santa Coloma sólo hay cielo y tierra. La mar no. La mar no le hace falta a Guerrero porque es un retratista de interiores, de llanuras, de tierra adentro y de adentro de la gente llana”, prosigue Pérez Andújar en Milagro en Barcelona (Ariel), un fotolibro que parece tratar sobre la emigración en Barcelona, pero no, sólo lo parece, porque en el fondo habla de muchos otros temas.

Entre ellos, el homenaje que Pérez Andújar hace del trabajo de Guerrero y de su proceso creativo. “La gente que sale en las fotografías de Guerrero pertenece a las afueras de la multitud, pues también existe un extrarradio humano, una periferia de la masa”, de ahí que el escritor y periodista catalán lo etiquete como fotografía política. “Es un libro sobre la amistad entre Guerrero y yo, sobre por qué un hombre que estaba en Tarifa y era pobre acaba en Barcelona haciendo fotos, sobre por qué fotografía inmigrantes y sobre cómo encajo yo escribiendo acerca de ello”, aclara, porque su amistad y la atracción que comparten por los paisajes del cinturón barcelonés son una de las clave para entender el proyecto.

Ya en el nuevo siglo, Guerrero comenzó a fotografiar otra ola de inmigración, la que venía de fuera, de Latinoamérica, África Subsahariana, Asia y del Magreb, “gentes llegadas de todos los rincones del mundo -escribe Pérez Andújar- para reemplazar a otras ya ancianas que llegaron hace décadas de todas partes de España”. Y un día le enseñó el material al periodista, junto al que había trabajado más de una década en la delegación de El País en Cataluña, con la intención de hacer una exposición. “Mejor hacemos un libro -contestó Pérez Andújar- que es lo que queda para siempre”. Así nació Milagro en Barcelona, donde una foto de un grupo de latinoamericanos ensayando con su banda a la orilla del río Besòs dialoga con las anécdotas y reflexiones de Pérez Andújar sobre la democracia, el desencanto o las maneras de ser pobre. “La pobreza amalgama pero no solidariza. Ser pobre no es suficiente en la vida. En realidad, ser pobre es lo de menos”, opina el periodista.

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El título hace referencia a Milagro en Milán (1951), una película de Vittorio de Sica,Milagro en Milán cineasta referente del neorrealismo italiano, y uno de los filmes favoritos de Guerrero. “El final de De Sica es onírico y esperanzador. Los pobres roban a unos barrenderos las escobas y se van hacia el espacio. Y yo imaginaba a esos inmigrantes con los carritos de la compra y me daba la sensación de que iban a salir volando con el carrito hacia el infinito”, explica. Pero más allá de la comparación, las instantáneas de Guerrero tienen mucho del imaginario neorrealista: el blanco y negro, escenarios naturales y exteriores, barrios populares… En definitiva, un compromiso estético con la realidad, sin ambages, y también ético, con la marginalidad.

Milagro en Barcelona explora la actividad de los inmigrantes a lo largo de la periferia norte de Barcelona (Santa Coloma, Sant Adrià y Badalona) siguiendo el curso del río Besòs, otro de los personajes permanentes en las instantáneas de Guerrero. “Hace 40 años era uno de los ríos más contaminados de Europa, pero tenía algo. No sé el qué. Saqué tantas fotografías que al final salió un libro”, explica el fotógrafo. El libro que menciona es El riu. 25 anys del Besòs, que fue publicado por el Ayuntamiento de Santa Coloma en 1999. Un río que funciona también como una metáfora de los ciclos migratorios (“La inmigración es un río que nunca deja de fluir”, escribe Pérez Andújar), idea que también se refleja en el subtítulo del libro: “Emigrantes hoy, porque emigrante soy”.

A lo largo de sus 150 páginas, los protagonistas del libro limpian cristales, se hacen selfies, pasean por unas calles que parecen Gaza, pero que sólo son edificios semiderruidos víctimas de la burbuja inmobiliaria. Hay una fiesta ecuatoriana y un grupo jugando al cricket, hasta una reunión de la PAH. Y en la portada, un enxaneta inmigrante corona un castell. De momento, Guerrero no ha visto a ningún inmigrante sobrevolando la Sagrada Familia con un carrito, pero hace años, cuando en una entrevista le preguntaron por la foto que le gustaría hacer, él contestó: “Una en el Besòs, con personas pescando y niños jugando en la orilla. Eso significaría que el río tiene vida”. Tiempo después, caminando en busca de una foto por la zona, encontró a un hombre pescando. “¡Y yo pensaba que aquello era una utopía!”.

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