Lavapiés: la película

A su manera, Lavapiés es un poco como esos coches de los payasos: pequeño por fuera, pero con un espacio interior donde cabe casi de todo. Y cuanto más mira uno, más cosas ve saliendo de él. Incluso aunque no lo hayan pisado nunca, habrán oído seguramente hablar del barrio madrileño, en pleno centro de la ciudad. Con 40.000 habitantes en su puñado de calles cuesta arriba y cuesta abajo, aúna a inmigrantes de todas las procedencias –en torno a la mitad de la población- con los madrileños más castizos.

Zonas como esta, ricas y pobres a partes iguales, en más de un sentido, probablemente las hay en muchas otras ciudades. Pero el cineasta Ramón Luque, malagueño, quiso escogerla como contexto de su película Historias de Lavapiés por su conexión sentimental. “Fue vecino durante cinco años y es un barrio con muchísima vida”, explica, “tanta que, como dice el protagonista en la película, a veces resulta demasiada realidad”.

La mezcla, como en todo, da lugar a resultados dispares. Como el tono de la narración, con sus altos cómicos y sus bajos dramáticos. Con un reparto encabezado por GuillermoToledo -igualmente subido en una montaña rusa de sentimientos encontrados, vituperado y alabado por sus opiniones políticas-, a quien acompañan actores como Sandra Collantes, Rafael Reaño o Eduardo Velasco, la película se estrena este viernes en el cine Artistic Metropol de Madrid y en el Albéniz de Málaga. Más adelante, posiblemente podrá verse en ciudades como Barcelona, Sevilla o Córdoba, “y en Internet a medio plazo”. El viernes 16 y el domingo 18, además, los pases en el Artistic Metropol se seguirán de una charla-coloquio con el director. 

“Al principio podíamos habernos planteado hacer un retrato de este barrio con 50 nacionalidades en el centro de la ciudad, algo que es muy relevante porque en otras ciudades hay barrios como este, pero no en el centro, sino en el extrarradio”, apunta el director. “Pero no nos quedamos en ese retrato, sino en la presentación de las acciones de los personajes”. Estos, a través de sus vivencias, plasman las consecuencias del muestrario de los horrores de la crisis, desde la sanidad y la educación recortadas, la exclusión social, la precariedad… “Habla de tolerancia, de solidaridad…”, agrega Luque, “y de la mejora en cuestiones fundamentales como la educación, que para mí es la gran respuesta a todo”.

El personaje que interpreta Toledo es, de hecho, profesor en un instituto, lo que da pie a la representación de muy diversos conflictos. Fuera del aula, hay historias de inmigrantes alejados durante años de su tierra y de los suyos, que viven sobre la cuerda floja sin papeles, relatos sobre la prostitución y el crimen, cuestiones en torno a la indigencia... Pero también hay transigencia y respeto, humor y amor, aunque en ocasiones este resulte no correspondido. "Son cosas que pueden pasar en otros sitios, no solo en Lavapiés", dice Luque, "y por otro lado, desde Lavapiés, también podría haber otras visiones de este barrio solidario, activista e inmigrante". 

Con una intención no tanto de denuncia, sino más bien por el afán incontrolable de contar historias, Luque y su equipo forma a este filme a través de una asociación, Lavapiés Producciones, desde la que canalizarán el reparto de las ganancias, dado que originalmente -y como viene siendo tendencia en estos tiempos de ubicua precariedad- no percibieron remuneración alguna. "La película se ha hecho con muy pocos medios: cada uno ha puesto su trabajo sin cobrar", explica el cineasta. "Hemos contado con unos miles de euros, pero si no, la película hubiera costado unos 150.000". 

Si no han visitado Lavapiés, tampoco importa. Como dice Luque, "eso no es impedimento" para ver la película, porque en el fondo, "trata de problemas universales". "Y se trata de una historia que puede permanecer", agrega, "porque esté anclada en un tiempo concreto, el de la crisis, los problemas sociales siempre han existido, y los contrastes, también".