Literatura

Sergio Ramírez: “La situación política de los intelectuales se fija por las necesidades”

El escritor nicaragüense Sergio Ramírez.

Primero fue escritor, luego político, y nuevamente escritor. Las circunstancias de su país, Nicaragua, así se lo exigieron. Por derrocar al dictador Somoza se adhirió a la revolución sandinista, movimiento con cuyo partido, el FSLN, acabaría ejerciendo de vicepresidente entre 1986 y 1990. Un labor que le cobró un “caro tributo”, el de abandonar las letras, su patria, en pos de una patria mejor. Restituido en su oficio desde 1996, una década después de apartarlo a un lado, Sergio Ramírez (Masatepe, 1942), ha ido recuperando ese tiempo en forma de cuentos, novelas, ensayos y artículos periodísticos con los que además ha ido cosechando numerosos premios, como el Carlos Fuentes o la Orden de las Artes y las Letras francesa. Su última propuesta le ha llevado a bucear en el libro de libros, la Biblia, acotado en la historia de Sara, esposa de Abraham y madre de Isaac, de la que él revaloriza su propia personalidad. Frente a los “silencios” que gobiernan el texto sagrado, él ha querido insuflar voz a su particular Sara (Alfaguara), cuya fortaleza y pertinacia -su capacidad de hacer, en fín- pone de relevancia frente a su tradicional imagen pasiva. P. En varios títulos ha coincidido en concentrarse en figuras femeninas. Entiendo que no es casualidad, ¿es así?

R. La verdad es que me atrae mucho el misterio femenino. Es como entrar en el otro desconocido. Uno puede vivir con una mujer muchos años y tarda en conocerla, en desentrañar los misterios que el alma femenina para mí implica. Y por eso en mi novela anterior, La fugitiva, busqué cómo entrar en lo que era una mujer de los años 30 del siglo pasado, una mujer adelantada que quería romper ligaduras, una escritora comprometida en un país provinciano cuya vida termina en tragedia por esas resistencias que ejerce para librarse de un medio opresivo. En esta historia tomo una figura clásica que siempre ha sido puesta como ejemplo de la pasividad, como si la pasividad fuera aleccionadora. Es una mujer que guarda silencio frente a los acontecimientos, es el modelo de mujer y el modelo de esposa. Aún en el sacramento matrimonial católico se dice que la mujer debe obedecer siempre a su marido, seguirlo a donde vaya, etc., basándose en textos bíblicos, como el libro de Rut. Yo quería explorar esa verdad, si la pasividad es una virtud, y creí que podía lograrlo metiendo la mano en un texto sagrado que narra la vida de Sara y que leí entre líneas, porque la verdad es que en la Biblia hay mucho silencio. Y me metí a leer entre líneas, y ver si en verdad en esta mujer no había una mujer resistente a lo que querían hacer de ella y a esa atmósfera patriarcal que la cubría. Esa atmósfera patriarcal tan trascendente que hoy sigue viva en el mundo: la sociedad estructurada alrededor del ser masculino y la mujer detrás de la cortina.

P. De hecho el dios que describe en el libro, que los protagonistas llaman El Mago y que en realidad es el mismo dios de la Biblia, es un dios machista que nunca se comunica con las mujeres, solo con hombres, aunque al final acaba por hablar excepcionalmente a Sara.

R. Ella crea unos mimbres con los que lo lleva al fin a comunicarse por ella, y que son parte de la astucia que ella va haciendo sobre su medio y sobre esta relación extraña que su marido tiene con un ser invisible que domina sus vidas y les dice lo que deben y no deben de hacer, que dicta el canon. La resistencia de Sara es contra este marido pasivo y contra esta voz, esta figura invisible que tanto domino sobre ellos.

P. Esta figura es la de un dios que se comporta como un déspota y un caprichoso. ¿Tenía intención de hablar de religión o de religiosidad en la novela?

R. No era ese mi propósito. Mi propósito es contar la historia de una pareja sometida a un poder de esta naturaleza y cómo esta mujer resiste ese poder y termina rompiéndolo. Lo que pasa es que en las religiones monoteístas nacen así, con un dios que es a la vez dios de los ejércitos. Y nacen en el desierto, es curioso, porque el multidios, o esta agrupación de dioses del panteón griego, pertenece a otras idolatrías, mientras que el dios solitario es un dios desde desierto. Quizá porque el pueblo que crea este dios es un pueblo que busca cómo asentarse en un territorio hostil, entonces necesita la fortaleza de un dios que se ponga de su lado con la espada en la mano. Esto lleva muchas consecuencias en la concepción de esta divinidad. Esta represión ante la desobediencia crea una intransigencia que después tendrá consecuencias para la humanidad. Estas consecuencias las vemos en la sociedad moderna, en el estás conmigo o estás contra mí que viene expresándose a través de los siglos.

P. Esta también es una historia de maternidad. En la Biblia Sara espera vivir más de 100 años y tiene un hijo a los 90, sin embargo en su novela es más joven. ¿Es porque ha querido hacer más verosímil la historia?

R. La Biblia está llena de exageraciones, y yo no soy quien para criticar las exageraciones, y los escritores siempre exageramos. Pero me parece que, por alguna razón, los escribas de la Biblia aumentan las edades, o están hablando de otro calendario, yo no lo sé. Pero el drama que se quiere crear a través de gente que tiene más de 100 años viene resultando absurdo. Son dramas pasionales: Sara tiene una esclava muy hermosa que ha traído de Egipto, una mujer apetecible –ella también lo es-, pero como es estéril mete a la esclava en la cama del marido para que pueda tener ese primogénito que tanto anhela. Esta historia entre ancianos es absurda, por tanto hay que crear una edad viable para este tipo de emociones y de pasiones. Por eso yo busco cómo acomodar las edades. Yo me imagino a esta mujer como una mujer madura pero esplendorosa.

P. También habla de la maternidad en su sentido más trascendente, como motor de la vida.

R. Esto es una ley de la vida. Ella ansía tener un hijo que le es negado por la naturaleza, y también es atraída por la promesa del milagro. 

P. Esta maternidad es la que pone a Sara al mismo nivel que dios, porque es a partir de ella cuando este termina por hablarla.

R. Y cuando ya le da un hijo se lo quiere quitar, y eso lo ve ella como la cosa más injusta, y por eso es que busca comunicarlo. Esto en la novela, porque el texto bíblico calla sobre esto, pone como que Sara se hubiera conformado con que le degollaran al hijo, y esto no es natural. Leyendo entre líneas, una madre con su hijo se vuelve una leona, es el instinto maternal. Por eso ella va detrás de la caravana donde van a sacrificar al hijo buscando cómo evitarlo.

P. En el fondo, esta es la historia de una historia, una ficción construida sobre otra ficción. Y ha querido contarla en un lenguaje poético a la vez que sintético.

R. Sobre todo minimalista, porque el paisaje es minimalista. Esta historia se desarrolla en los albores de la civilización, lo que significa que hay pocos objetos. Los objetos son los esenciales, y el paisaje es el desierto. Hay cuencos de leche, cuchillos, vestimentas, la tienda… No hay cómo perderse en adornos o en ningún barroquismo. La literatura comienza por darle a las palabras un ritmo, y escoger el tipo de lenguaje que se va a emplear en determinadas circunstancias. Yo busqué el tono, como en la música, una prosa como de toma cinematográfica, escribir como con una cámara.

P. Más allá de la novela, quería preguntarle por su calidad de escritor que ha sido también político. Ahora mismo se presentan a las elecciones de la Comunidad de Madrid un poeta, Luis García Montero, y un filósofo, Ángel Gabilondo. Desde su experiencia, ¿qué puede aportar una persona de letras a la política?

Sergio Ramírez, Premio Cervantes: "De mi pasado revolucionario me quedan los ideales intactos, a prueba de moho"

Sergio Ramírez, Premio Cervantes: "De mi pasado revolucionario me quedan los ideales intactos, a prueba de moho"

R. Ya hubo un alcalde en Madrid, Tierno Galván, que para mí fue una figura extraordinaria. Pero la situación política de los intelectuales se fija por las necesidades, en tiempos de crisis. Los intelectuales yo creo que no dejan sus cátedras o la escritura en tiempos normales, sino en tiempos extraordinarios. Aunque los respeto a los dos, yo creo que Luis, que es al que más conozco personalmente, tiene que haber sufrido un proceso de convencerse a sí mismo de que es necesario tener que abandonar la escritura para meterse en una campaña presidencial. Es una decisión que cercena la posibilidad de seguir escribiendo y que te obliga a invertir el tiempo en una actividad política. No es fácil esa decisión, porque yo pasé por eso, y lo único que pudo convencerme a mí de dejar la escritura fue que se trataba de una necesidad. Era una urgencia del país, no solo de los escritores, sino de que todo el mundo entrara a derrocar la dictadura. Es una circunstancia muy distinta a la de España, pero yo entré por eso. Si el país ha sido un país democrático y con oportunidades electorales para todos, a mí no me hubiera interesado del todo, porque para mí significó abandonar la escritura diez años de mi vida. Desde los 35 hasta los 45 años no escribí una sola letra, y ese es un tributo bastante caro, el que se paga a la actividad política.

P. Platón, sin embargo, decía que los intelectuales deben quedarse fuera del Gobierno.

R. Muchas veces se pone esta opinión de Platón en la República como peyorativa, pero es al contrario, al menos yo lo veo así: el escritor no debe abandonar la escritura, el filósofo no debe dejar su reflexión, porque la política es algo temporal. Pero depende de que en determinado momento se vea o no como algo temporal, y que quien se mete lo haga porque considera que tiene la trascendencia necesaria, y creo que eso es lo que está pasando con esos dos candidatos que has mencionado.

Más sobre este tema
stats