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Thomas Rydahl: “Necesitamos sangre fresca en la novela negra”

El escritor danés Thomas Rydahl.

Thomas Rydahl es un escritor que ha ganado el último Premio a la mejor novela danesa del año por El ermitaño (Destino). Él es danés, la novela es negra y sus páginas están plagadas de sobresaltos, intrigas y corrupción. Pero, a diferencia de lo que se podría pensar a bote pronto, el libro no remite a los paisajes helados y desolados del norte de Europa. Su protagonista tampoco es un joven investigador, ni una aguerrida heroína. Y el muerto con el que arranca la investigación no guarda ningún secreto, básicamente porque se trata de un bebé de pocos meses.

El horizonte casi marciano de la isla canaria de Fuerteventura, con sus dunas desérticas y su mar fecundo, dibuja el escenario de esta historia protagonizada por un peculiar antihéroe de nombre Erhard, un taxista danés de 70 años que reside en la isla desde hace más de dos décadas, y que en sus ratos libres se dedica a afinar pianos con sus nueve dedos y, cuando no, a leer novelas sentado en la silla plegable que siempre lleva consigo en el coche.

Ante la dejadez de la policía, que prefiere enterrar y olvidar al bebé por miedo a desatar otro escándalo como el de Madeleine McCann en Portugal, el viejo —medio achacoso, medio bebedor, compañero de piso de dos cabras—decide liarse la manta a la cabeza y resolver el caso por su cuenta y riesgo, sin saber que sus indagaciones destaparán la caja de los truenos de una intrincada red de corrupción. Su carácter taciturno le ha ayudado a desarrollar sus dotes de observación, además de que el hombre tiene un as o dos escondidos en la manga desde su oscura juventud, de la que poco o nada deja saber.

“Una de las razones por las que elegí Fuerteventura es por lo que este lugar dice del protagonista”, explica Rydahl, de visita en Madrid. “Es una explicitación, una expresión externa de lo que hay dentro de él. Su aislamiento se representa a través de esos paisajes yermos, de lava, que se parecen al modo en que él piensa de sí mismo”. La soledad y el destierro, la falta de comunicación, son así cualidades que definen tanto a la isla como a su morador, un rechazado de su sociedad a quien “por algún motivo la vida no le sale como esperaba, y en lugar de buscarse otra vida se pasa 18 años sin estar con una mujer”.

Enamorado de la isla canaria desde que la visitara de vacaciones con su familia, el escritor danés (Aarhus, 1974) escogió el enclave por su cualidad dual, la de “la complejidad de tener una atmósfera romántica, idílica y turística, con las puestas de sol, y por el otro lado una parte más siniestra, oculta”. Otro atributo también traspasable a su Erhard, un personaje atípico por su carácter y sus métodos pero también por su edad, que quiere ser reivindicación de otro tipo de personajes por parte de su autor.

“Una de mis inspiraciones para crear a Erhard fue la atención desmesurada que se presta en nuestra sociedad occidental a la juventud. Es como si todo el mundo intentara succionarla, absorberla, y por eso los héroes nunca suelen tener más de 30, o como mucho 40 años. Sin embargo, Erhard tiene más tiempo y espacio: tiene la mayor parte de su vida detrás de él, y no delante, lo que le otorga más experiencias, buenas y malas, de las que tirar”, dice Rydahl. “En Dinamarca, cuando tienes 40 años todo el mundo habla de lo mismo: de los hijos, de qué vamos a cenar… Cosas muy banales. Así que esto me ha servido como medio para enfocar mis pensamientos en lo que verdaderamente es importante en la vida”.

A punto de terminar la segunda novela con el mismo protagonista, y con la tercera en ya mente —aunque aún no hay nada seguro a ese respecto, como explica— Rydahl continúa a cuestas con El ermitaño, que ha sido traducido a diez idiomas y es su primer libro publicado. Desde joven ha escrito y participado en concursos de relatos, aunque hasta ahora no había encontrado la historia que abordar en profundidad. Que sea del género negro, tan de moda en todo el mundo pero especialmente en Escandinavia, tiene que ver para él más que nada con el hecho de que su estructura típica permite “narrar una historia definida con un principio, un desarrollo y un final”.

“No se trata tanto de que queramos escuchar historias de criminales, sino que estas nos llevan en un viaje que no podemos hacer en la vida real: nunca solemos ver el principio de algo, siempre estamos en medio de algo”, responde a la pregunta de por qué cree que lo policiaco atraviesa este momento de auge. “Además, todos somos humanos: es como cuando enciendes la tele y ves un programa de preguntas: no puedes apagarla hasta que dan la respuesta, por muy tonta que sea la pregunta. No creo que se trate de una moda pasajera, pero sí que es verdad que necesitamos sangre fresca: nuevas maneras de contar historias y diferentes maneras de construir las tramas, no centrarse solo en esa idea de 'quién es el culpable”.

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