Música
La cantante descalza vive una segunda juventud
A sus 68 años, Maria Bethânia se encuentra en plena forma. La hermana de Caetano Veloso deja muy claro que la gira de su 50º aniversario sobre los escenarios no cierra ninguna etapa y tampoco debe interpretarse como un epílogo.
La gran dama de la canción brasileña pasea su sensibilidad y su buen gusto por su país y por Portugal, donde acumula también una gran legión de seguidores. España volvió a quedar fuera de su itinerario internacional.
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Libre fue testigo hace unos días de su triunfo absoluto en el Coliseo de Lisboa, abarrotado dos noches seguidas para dejarse seducir por sus cadencias aterciopeladas, deudoras de la bossa nova, la mejor canción melódica y hasta toques a la francesa.
De hecho, levantó al público de sus asientos con una estremecedora versión del clásico Je ne regrette rienJe ne regrette rien. El espíritu de Edith Piaf sobrevolaba la capital portuguesa mientras se sucedían los gritos de '¡¡¡bravo!!!' desde el patio de butacas.
Antes regó la tarima con una selección de sus mejores piezas. Tablas de diva antidiva. Conexión lingüística. Honestidad de sentimientos. ”Cincuenta años ya, sí. Pero siento que aún no he dicho todo lo que tenía que decir. Siento que me queda mucho por cantar”, dijo micrófono en mano en medio de una gran ovación.
Esta vocalista orgánica, sin zapatos cuando sale a la palestra y siempre rendida ante los colores terráqueos, empuña los versos con poderío vocal. Fernando Pessoa hablaba por sus labios, y los lisboetas se lo agradecían con todo su afecto.
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Su intimismo ayudó a regenerar artísticamente un país al que le costó dejar atrás los estragos de la dictadura. Eran los tiempos en que la acompañaban en primera línea Tom Zé, Gal Costa, Gilberto Gil y, cómo no, su hermano.
Brasil herido. Brasil esperanzado. Brasil anhelante. Todo en su voz sentida, amplificada por el desgarro de su alma. Reflejos en un ojo dorado. Ecos del sufrimiento popular. Odas a la terapia del amor.
Maria Bethânia nos subyugó con su solidez interpretativa, tan auténtica como en los tiempos en que se medía a Chico Buarque. Bagaje de un valor incalculable que le permitió juzgar de forma muy crítica a Gilberto Gil al frente del Ministerio de Cultura.
