Feria del libro

La feria de las vanidades

Un canto a los libros, hey

Este artículo se escribe cuando la organización de la Feria del Libro de Madrid aún no ha anunciado los resultados económicos registrados este año.

Pero lo hablado en estos días con decenas de feriantes sirve al menos para afirmar que la edición que hoy termina ha sido el bálsamo con el que editores y libreros soñaban. “Este miércoles superaré lo ingresado el año pasado”, me decía el lunes una librera que el viernes confirmaba el sorpasso, a pesar de que “la tormenta de ayer [por el jueves] nos rompió el ritmo a todos”.

Misión cumplida

“Un sentimiento de honda melancolía invade al director de escena que, sentado frente al telón, observa la bulliciosa animación de la Feria. En ella se come y se bebe en exceso, se ama y se coquetea, se ríe y se llora...”

Quizá, sólo quizá, esas palabras extraídas de la obra de Thackeray que da título a estas líneas describan el estado de ánimo de Teodoro Sacristán Santos (un nombre que le iría como anillo al dedo a un personaje de La feria de los discretos, de Baroja), director de la Feria del Libro desde 2005, que este año ha capitaneado su última edición.

(Entre paréntesis: esta semana, la directora general de Política e Industrias Culturales y del Libro, Teresa Lizaranzu, anunció el ingreso de Sacristán en la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, con la categoría de Encomienda, porque ha consagrado su vida “a la promoción de la cultura, y en particular al fomento de la lectura, como condición indispensable para el desarrollo personal y social”.)

Porque sin temor a equivocarnos podemos afirmar que en la Feria se come y se bebe (no siempre de manera morigerada), desde luego se ama, por supuesto se coquetea, inevitablemente se ríe y se llora... y si eso no sucede directamente en el Paseo de Coches del Retiro, acontece en los libros que allí esperan venta. Aquí no hay nadie que no sostenga, como cantaban Joaquín Sabina y Vainica Doble, o viceversa, que todo, todo, todo está en los libros…

El unicornio, Alejandría,

Aldana en Alcazarquivir,

Kim de la India y Samarkanda,

Santa Teresa y Boabdil,

Ítaca, la muralla china,

las minas del rey Salomón,

flores del mal y gatopardos

y caminos de perfección…

Estado de excepción

Incluso quienes no lo frecuentan, a poco que se asomen, convendrán conmigo en que hay algo especial en este acontecimiento, que parece suspender el tiempo (quienes se instalan en la Feria abandonando despachos y tiendas lo confirmarán) y provoca fenómenos extraños próximos a la bilocación (autores que parecen firmar simultáneamente en dos casetas) y la teletransportación (se diría que algunos surgen de la nada a poco que un editor chasque los dedos).

Un acaecimiento que por supuesto convoca a los amantes de los libros (y de la literatura, desde luego, aunque no sólo: el libro es un artefacto, un contenedor, y en él cabe cualquier cosa) pero también a los que no aspiran a hacer otra cosa que pasear disfrutando del bullicio o tomarse una caña rodeado de letraheridos. letraheridos

Así, esta 74 edición ha sido también:

• La Feria de todas las edades (esos niños que ya intuyen que los sueños caben en un libro, esos adolescentes que descubren que el libro es mejor que la película, esos mayores que, como los personajes del dramaturgo, andan en busca de autor)…

• La Feria de las tempestades (en realidad, una, el jueves, pero de las más copiosas que se recuerdan y suficiente para apuntalar la leyenda hídrica de la cita).

• La Feria de las ansiedades (algunos en el sector apenas aguantan, viven en permanente zozobra del ánimo: no hay sosiego para los libreros) y por eso mismo las prioridades (en primer lugar vender, en segundo lugar vender, y en tercero… vender. No por mero afán de lucro, sino para garantizarse un futuro).

• La Feria de las voluntades (no cejar en el empeño).

• La Feria de las libertades (y más tras el ataque fascista de los primeros días).

• La Feria de las amistades (siempre lo es: tantas gentes a las que solo vemos una vez al año).

• La Feria de las fatuidades y las humildades (escritores que sueñan con la gloria de las firmas… y se ven ampliamente derrotados por un ratón de nombre Gerónimo que delega la rúbrica en un propio metido en un asfixiante disfraz).

• La Feria de las necedades y las zafiedades (me permitirán que no sea más específica).

• La Feria de las terquedades (y dale con no aceptar al libro electrónico, a pesar de algunas aperturas).

• La Feria de las veleidades (compro ese libro, no, mejor ese otro, no, el que me interesa es aquel de allá), las obviedades (el triunfo de los telescritores), las vacuidades (tanta convocatoria falta de contenido)…

El año que viene serán 75

La Feria cumple el año que viene quince lustros muy bien llevados, y afrontará la cita con un nuevo director (todo parece indicar que Fernando Nani Valverde, hasta ahora secretario de la Comisión Organizadora del evento, será el sucesor de Sacristán) y con nuevos equipos en los principales patrocinadores, el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid.

infoLibre en la Feria del Libro de Madrid

infoLibre en la Feria del Libro de Madrid

Está por ver si en 2016 los libros de política y sus autores conservan el sex appeal sex appealque han mostrado en este año de todas las elecciones (Manuela Carmena superstar, también Miguel Ángel Revilla, por poner sólo dos ejemplos de muchos posibles). Sin embargo, no arriesgo mucho si aventuro que los televisivos de todo pelo y los cocineros (catódicos o no) seguirán siendo decisivos.

Tampoco si vaticino que los esforzados escribidores de incierto futuro seguirán empeñados en acudir (“He firmado sólo 2 ejemplares, pero había que estar aquí”), por mucho que ni siquiera sus familiares comparezcan a la hora de la firma.

Incluso puede que los escritores de verdad continúen levantando pasiones, al menos durante unos días, estos de la Feria, durante los que nos convencemos gustosos de que el libro (de todo tamaño y condición) no ha dejado de ser importante en nuestras vidas.

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